12 de octubre de 2008

La novela luminosa, Mario Levrero (parte 2)

Quiero pasar a limpio algunas notas de otros libros que he leído antes de ponerme con Levrero; pero, mientras encuentro el momento para hacerlo, sigo tomando apuntes sobre mi bienamado don Mario, que me mantiene absorto en su póstuma La novela luminosa (Mondadori, Barcelona 2008).

Van cinco subrayados.

I

La única forma de estar seguro de un procedimiento, especialmente cuanto está ligado al tiempo, es probarlo y probarlo y probarlo, y aun así... (Pág. 93).

II

Estimado Mr. Guggenheim, creo que usted ha malgastado su dinero en esta beca que me ha concedido con tanta generosidad. Mi intención era buena, pero lo cierto es que no sé qué se ha hecho de ella. Ya pasaron dos meses: julio y agosto, y lo único que he hecho hasta ahora es comprar esos sillones (que no estoy usando) y arreglar la ducha (que tampoco estoy usando). El resto del tiempo lo he pasado jugando con la computadora. Ni siquiera puedo llevar como corresponde este diario de la beca; ya habrá notado cómo dejo temas en suspenso y luego no puedo retornar a ellos. Bueno, sólo quería decirle estas cosas. Muchos recuerdos a Mrs. Guggenheim. (Pág. 88).

III

Objetivo: abrirme hacia el ocio y hacia la novela que quiero escribir, la que en este momento me parece tan remota. (Pág. 81).

IV

Es difícil descubrir los propios prejuicios, que se afincan en la mente acompañados de una especie de soberbia, no me explico de qué extraña manera. Esos enanos se instalan allí como absurdos dictadores, y uno los acepta como verdades reveladas. Muy de tanto en tanto y por algún accidente o azar uno se siente obligado a revisar un prejuicio, discutirlo consigo mismo, levantar una punta y mirar a través, atisbar cómo es la realidad de las cosas. En esos casos es posible desarraigarlo. Pero quedan en pie todos los demás, disimulados, llevándonos desatinadamente por caminos erróneos. (Pág. 76).

V

Lo importante de la literatura no radica en sus significaciones, pero eso no quiere decir que las significaciones no existan y que no tengan su importancia. Muchas veces he dicho y he escrito: "Si yo quisiera transmitir un mensaje ideológico, escribiría un panfleto", con estas o con otras palabras. Pero eso no quiere decir que en mi literatura no se expongan ideas, y que no valga la pena mencionar esas ideas. (Pág. 125).

No hay comentarios:

Publicar un comentario