9 de diciembre de 2008

Devocionario pop, Alejandro González Terriza

Con lo versolibrista que está el mercado literario, la apuesta poética de Alejandro González Terriza puede calificarse de valiente. Y es que este poeta y músico ha puesto a dialogar en Devocionario pop a la poesía de hechura clásica con la música de sus bandas favoritas. Así, canciones que van desde los Carmina Burana (1220) a All this useless beauty (Elvis Costello, 1996) salen al encuentro de romances, rimas consonantes o versos endecasílabos de gaita gallega, y actúan como detonadores líricos. En total 46 poemas donde Garcilaso, Machado, Cernuda o Juan Larrea departen amigablemente con Syd Barrett, John Lennon o David Bowie.

(Al final de estas palabras sobre el libro, ¡entrevista con el poeta!)

Lo genial y ocurrente de este Devocionario pop es que el autor parte de conocidas canciones de grupos como Pink Floyd, Eagles o Beatles para componer sonetos que, conservando la estructura clásica, ofrecen imágenes que abrevan del surrealismo o de la psicodelia. Es decir, que González Terriza mezcla con entera libertad lo de antes con lo de ahora, lo que conocemos como tradición con lo que hoy llamamos cultura popular. Asimismo, en otras canciones, como All along the watchtower, prefiere cultivar la traducción
la paráfrasis más bien y brindarle al lector un Bob Dylan escanciado en versos alejandrinos. Y para otras, como If 6 were 9, le alcanza con emplearlas como semilla inspiradora para un poema narrativo a lo Carver, pero facturado en pentadecasílabos y con homenaje a Hendrix incluido.

El resultado de esta fusión es, como el acertadísimo título indica, un devocionario repleto de plegarias alucinógenas, pero son sabor al pop de Vainica Doble, y donde el azar aparece con frecuencia como tema (o mejor dicho: como compañero de viaje mientras se escribe).
Aunque palabras como iconoclasta y ecléctico están desprestigadas de tanto usarlas mal en el periodismo, créame el lector que ambas son las pertinentes para este autor y esta obra. He aquí un intento serio, contemporáneo y la vez lúdico por hablar de música, es decir, de poesía, con la tradición.

Antes de pasar a la entrevista, 4 apuntes breves:


ALEJANDRO GONZÁLEZ TERRIZA, AUTOR DE DEVOCIONARIO POP

«Hacer un soneto, componer un rock o unas alegrías de Cádiz, ¿qué diferencia hay?»


¿Es un soneto como una canción pop? ¿Sabe Bob Dylan que sus letras son susceptibles de transformarse en endecasílabos de gaita gallega? De eso y mucho más habla el autor de un poemario que abre una nueva senda en el territorio literario.
Rubén A. Arribas

Alejandro González Terriza (Madrid, 1970) es muchas cosas. Entre otras, profesor de Literatura, músico del grupo Ciento volando, seguidor de Agustín García Calvo o uno de los primeros lectores de Mario Levrero en España. Pero decir sólo eso dejaría fuera que es también experto en folclore, adicto al surrealismo, fan de la música psicodélica de los años 60 y 70, laborioso bloguero en Campos de fresa o que
en 1993 ganó el Premio Ramón J. Sender con su libro de cuentos Lo único que importa es no perder el rumbo, publicado por la Universidad Complutense de Madrid.
Después de casi una década regalando versos y más versos en internet, acaba de publicar su primer poemario en hojas de papel, Devocionario pop. Un libro este capaz de compendiar todas esas aristas —más alguna otra— de su rica y heterodoxa personalidad.

¿Por qué tomaste las canciones de músicos conocidos —Bob Dylan, Beatles, Sex Pistols, etcétera— como punto de partida para escribir poemas con formas y metros clásicos? A partir de los árboles (algunos poemas que habían salido así, quién sabe por qué) imaginé el bosque, y decidí perderme en él. Pensé que me gustaría leer un libro así, y, si no lo había, inventarlo.

En Devocionario pop abundan los sonetos. Pink Floyd tiene uno para The dark side of the moon, The Incredible String Band para No sleep blues o The Beatles para That means a lot. Y no son los únicos. ¿Qué te hace ver que tras una canción hay un soneto en potencia?
El soneto es una forma muy musical, una especie de universo en miniatura. Algo muy próximo, desde ese punto de vista, a una canción pop, que tiene mucho de ajuste de cuentas con el mundo en su conjunto. Quizá la prueba del nueve de lo que preguntas (el soneto tras la canción, y viceversa) sea una de las dos canciones de Dylan incluidas en el libro, All along the watchtower, que al traducirla se vierte casi sola en un soneto, aunque en inglés esté muy lejos de esa forma.

Para otras canciones eliges formas clásicas como la décima o el romance. A lo largo del poemario también usas un variado repertorio de metros (desde versos pentasílabos a pentadecasílabos). ¿Hay alguna relación entre la música del grupo y la música que buscas conseguir a través de la elección de la forma poética y del metro?
Seguro que la hay, pero no es resultado de ninguna elección consciente. La verdad es que no prescribo unas formas u otras; simplemente, en la medida en que estén a mi alcance, no me las prohíbo, acepto el reto. Los primeros versos que acuden a la mente (ese regalo envenenado de las Musas) suelen dictar la estructura, tanto por la métrica en sí como por el tono. Por ejemplo, los primeros versos de (It's alright ma) I'm only bleeding

La oscuridad al romper la mañana
ensombreció la cuchara de plata

son endecasílabos poco comunes, de acento en séptima en vez de en sexta. Ellos decidieron que el poema fuera por ahí: Dylan predicando en español en endecasílabos de gaita gallega. Para libres (y chulos), ellos.

Para componer estos poemas, ¿escuchaste una y otra vez la canción mientras los escribías? ¿Cómo interactuaba la música de los grupos con el texto a la hora de componer los poemas?
En general, son canciones que he escuchado tanto que viven adentro: suenan solas en mi cabeza, a la mínima provocación. El camino ha sido de dos direcciones: a veces del eco de la canción, de las muchas vueltas que uno le ha ido dando, ha salido el poema, y otras, iniciado el poema, me he dado cuenta de que caminaba hacia terreno familiar, al encuentro de alguna canción.

«Ampararme en tu lecho de hojaldre», «Los labios de una niña / en torno al dedo untado en sombras», «Un ángel va pelándonos las venas / y los gusanos besan la comida». En muchos de tus poemas aparecen imágenes potentes, oníricas y que casi sostienen por sí solas el poema. ¿Cómo surgen? ¿Quién sigue a quién: la música a las imágenes o al revés?
Forma y fondo sólo se pueden separar a efectos didácticos, y aun así a malas penas. En realidad, no puedes pensar nada que no constituya, al mismo tiempo que una reflexión o una imagen, un enunciado rítmico. Cuando uno se deja llevar por el ritmo y la rima, se produce una relajación muy interesante en el mecanismo de asociación de ideas, parecida a la que tiene lugar cuando te vas quedando dormido. No hay mejor ejemplo del azar objetivo, del que hablaban los surrealistas, que la rima: dos realidades que se encuentran asociadas por la fonología, en un nivel puramente formal y, en un momento determinado, desprenden un chispazo imprevisto que vuelve providencial su encuentro. La poesía popular e infantil está llena de hallazgos de este tipo: frío frío, como el agua del río. Caliente caliente, como el agua de la fuente.

¿Es casualidad o existe una explicación para que la gran mayoría de las canciones pertenezcan a bandas que cantan en inglés?
También son bandas, sobre todo, de los 60/70, y casi todas se pueden englobar en el camino que va del beat al rock progresivo, pasando por la psicodelia. Cuestión de gusto personal, claro: esa es mi peculiar edad dorada del género, aunque después haya canciones de los Sex Pistols o The Clash que repasan el mundo pop con otra mirada más adulta, con retranca, y también se me hacen imprescindibles. Por otra parte, que las canciones estén en inglés crea una distancia provechosa con el castellano, que permite todos los acercamientos: de la versión propiamente dicha a la paráfrasis, la alusión, el guiño o la voltereta. Pop inglés (muy inglés) y poesía, espero, muy española (española en el sentido en que una pieza para piano es muy pianística: nacida por y para ese instrumento).

En tiempos donde el verso libre es el rey, ¿cómo te gustaría que se leyese este poemario repleto de formas y metros clásicos que se fusionan con la psicodelia de los 60 y 70, el surrealismo francés y hasta con toques pop con sabor a Vainica Doble?
Vaya por delante que, leyendo a los poetas que me parecen más representativos del momento no estoy nada seguro de que el verso que dices sea el más cultivado. Como mucho, es un registro más. Me gustaría que quien se asomara al libro tuviera una impresión parecida a la que tuve yo al concebirlo: un viaje prometedor, que merece la pena emprender. Como la psicodelia o el surrealismo, dos aventuras que me apasionan, lo que el libro ofrece es un paseo, por momentos lúdico o trágico, por ciertos recovecos del alma. A la hora de arriesgarme a publicarlo, pensé, con cierto orgullo luciferino, que al menos no es un libro que esté repetido, que uno tenga la sensación de haber leído antes.

Es conocido aquello de que la poesía clásica encorseta... En prosa, sin embargo, los escritores del movimiento Oulipo veían este asunto al revés; las restricciones, decían ellos, obligan a ser más creativos, y de hecho Raymond Queneau y compañía se divirtieron de lo lindo escribiendo a partir de ellas. ¿Por qué resulta tan difícil que la gente asocie la escritura de un soneto o de echarse unos pentadecasílabos antes de la cena con un acto lúdico?
Bueno, a mí me pasa al revés, claro. Me resulta difícil visitar esa mentalidad encorsertada por prejuicios, como quien piensa que el latín sólo vale para las misas, y se pierde por eso a Catulo y la poesía de los goliardos. Hacer un soneto, componer un rock o unas alegrías de Cádiz, ¿qué diferencia hay? En todos los casos se trata de un juego con la memoria, con la tradición: ajustar lo de ahora a lo de siempre, y al revés. Contaminar lo uno con lo otro. Todo eso está ahí, por si te apetece jugar con ello (y estás dispuesto, como en todos los juegos, a aprender a mover las fichas y apostarte la camisa).

*

Devocionario pop, Alejandro González Terriza.
Ediciones Trea, Gijón 2008.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena por tu blog tan trabajado.
    Me ha gustado mucho.
    Un saludo.

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  2. Muchas gracias, Alf. Es bueno saber que otros aprecian el esfuero de uno.

    Un abrazo.

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