22 de octubre de 2010

El ABC me pone (mucho)

Debe de ser la edad, pero últimamente me pasa como a un amigo, Javi: me ponen los periódicos y voceros de la derecha española más rancia. Él se despierta, para desgracia de su novia, escuchando a Federico Jiménez Losantos. Además de echarse unas risas, asegura que así llega con las neuronas listas para batallar en el trabajo con los adeptos de FJL, Libertad Digital, La Gaceta, Intereconomía y opinólogos similares. Es algo así como una táctica zen: recibes un golpe absurdo y este despierta en ti la sabiduría.

A mí me pasa con el ABC y La Razón, que cada tanto por azares de la vida aparecen en la cocina de casa. No es cuestión de magia, sino que alguien los trae y los deja ahí para que los lea. Reconozco que es un placentero momentazo hojearlos.

A modo de ejemplo, transcribo mi lectura del ABC de ayer, 21 de octubre de 2010, por si alguien pudiera sacar alguna conclusión (de mí, del ABC, de lo que sea):
  • Pág. 5. La reina, con mantilla negra, sostiene una bandera española. Titular: «La Reina, abanderada en Cataluña».
  • Pág.10. Enrique Ponce, premio taurino ABC. Foto enorme del diestro frente a un toro. Abajo, foto de la reunión entre gente del PP y varios toreros.
  • Pág.14. Columna de Hermann Tertsch, ese presentador de Telemadrid que llegaba en mal estado a los telediarios o que decía sufrir (indemostrables) ataques de moros, gente del cine o ultraizquierdistas a la salida del Toni 2.
  • Pág. 25. Destacado:
Solo siete mujeres | El presidente se traiciona a sí mismo y en su nuevo Gobierno habrá más hombres (nueve) que mujeres (siete).
Tiene mérito que ABC use el verbo traicionarse, cuando sus hojas huelen a testosterona. Es más: según la pág. 4, la única mujer con responsabilidad directiva es la gerenta de Recursos Humanos, Raquel Herrera. El director general, los 6 subdirectores y demás gente que corta el bacalao compartirían baño conmigo en el aeropuerto de Barajas. Asimismo, el recuento del n.º de columnistas y de redactores que firman los artículos evidencia que el ABC es muy macho, casi tanto como Enrique Ponce delante de un toro. La proporción, a ojo, debe de ser de 10 a 1 (bastante peor que el 9/7 de Zapatero).
  • Pág. 30. Llegados a este punto, una conclusión: sólo existen 2 partidos en España; uno al que hay que darle caña, el PSOE, y otro que es la alternativa deseada, el PP. Los demás ni existen ni se les espera.
  • Pág. 33. Huelga francesa. Hay un despiece titulado «Los socialistas, desaparecidos». Copio unos párrafos del autor, J.P. Quiñonero, que no tienen desperdicio:
Ségolène Royal, candidata derrotada por Sarkozy en las presidenciales de 2007, ha provocado una gran polvareda nacional invitando a los estudiantes a echarse a la calle para protestar contra la reforma, sin que ella misma haya explicado jamás qué haría para solventar la crisis del sistema nacional de pensiones.
¿A qué las 2 últimas líneas recuerdan a cierto partido de la oposición en España? Eh, pues espera (por cierto, nótese la contradicción entre «Los socialistas, desaparecidos» y que Ségolène Royal haya «provocado una gran polvareda nacional». Un fallido freudiano lo tiene cualquiera, claro que sí):
El modelo político francés y sus propias divisiones permiten al PS criticar a Sarkozy sin que nadie sepa qué podría proponer un presidente socialista mañana.
Traduzco: critican en la candidata socialista francesa lo mismo que alaban y jalean a Mariano Rajoy. Sin embargo, como diría Super Ratón, no se vayan que aún hay más:
Sègoléne tira a toda hora contra Sarkozy con cualquier pretexto y desde los ángulos más distintos.
Uhhhhh... Señorías: no haré más comentarios, salvo que ABC fue fundado en 1903.
  • Pág. 40. Doble de publicidad: si te compras no se cuántos días el periódico, ABC te ofrece 5 sartenes por 29,90 €. (Te ahorras casi 100 eurazos).
  • Pág. 52, 53 y 54. Boletín de cómo anda el PP de Madrid. Ahí vemos que Albert Boadella, como su colega Sánchez Dragó, ha terminado alineado con Ana Botella, Jaime Mayor Oreja o Manuel Pizarro. (Quién te ha visto y quién te ve, Boadella).
  • Pág. 65. Anuncio de Mujer Hoy, el suplemento femenino de ABC, que hoy viernes publica una «radiografía» de «la sexualidad de las españolas». El texto para animarnos a comprar el periódico y llevarnos gratis la revista dice así:
El informe realizado con la participación de casi 2.500 mujeres de entre las lectores de «Mujer Hoy» concluye que más de la mitad de las españolas fingen orgasmos y que desearían tener una pareja más joven que ellas. “Medianamente” satisfechas de su vida sexual, las encuestadas resaltan que les gusta que el sexo y el amor vayan de la mano.
Esto en manos del Gran Wyoming sería dinamita pura. Por si ha pasado inadvertido: la muestra se ha tomado sobre 2.500 lectoras de la revista de ABC... Y de ahí se concluye que, como una buena parte de las lectoras conservadoras fingen orgasmos, «más de la mitad de las españolas» también chillan con pasión de cartón-piedra. Impresionante. En fin, que la derecha tiene problemas en la cama, vaya por Dios.

Por cierto, ¿qué opina de la Conferencia Episcopal de la insatisfacción sexual de sus feligrisas? Quiero decir: Rouco y Camino, ¿qué opinan de que Mujer Hoy publique párrafos como este otro?
Casi 2.500 de vosotras habéis compartido con Mujer hoy vuestras opiniones y experiencias más íntimas. Gracias a ello hemos podido realizar una radiografía muy íntima del deseo de las españolas y hemos descubierto cosas que nunca confesarías en público: fingimos orgasmos; el tamaño sí que nos importa; nos gustaría tener una pareja más joven que nosotras, e incluso, aceptaríamos hacer un trío. Todo eso, unido a hechos como que nos gusta que el sexo y el amor vayan de la mano; buscamos en nuestra pareja a un verdadero cómplice y amigo; estamos medianamente satisfechas con nuestra vida sexual, aunque reconocemos que todo se puede mejorar; somos conscientes de los diferentes roles entre hombres y mujeres que existen en este terreno y de cómo está cambiando la mentalidad de las jóvenes. Así vivimos las españolas nuestra sexualidad. Descúbrelo en nuestra encuesta exclusiva.
Con fantasías sexuales como estas entre su feligresía (ya me dirá alguien cómo se concilia ir a misa, hacerse un trío y vivir enamorada), no sé yo si les conviene dar tanta caña contra el aborto o los homosexuales.
  • Contraportada. Elena Poniatowska: «Me llaman la princesa roja por la malevolencia de la derecha», entrevistada por Blanca Torquemada (vale, no haré chistes fáciles). Venga, el puntito zurdo para hacer como que el periódico es plural.
PD 01. Envío desde aquí mi comprensión a las lectoras de Mujer Hoy. Si quieren probar los placeres del multiorgasmo y encontrar de una vez por todas a Dios en la cama, las invito a dejar de leer o escuchar a Herman Tertsch, Curri Valenzuela (1 y 2), Luis María Ansón, Ana Samboal o Juan Manuel de Prada (ver foto). Mi experiencia dice que son malos para la libido.

PD 02. La foto la he sacado de Religión Digital (ver enlace en Juan Manuel de Prada).

21 de octubre de 2010

El club de las mujeres ambiciosas, Jesús Rodríguez

Hace poco leí en Inundaciones y en Fantasía roja, ambos de Iván de la Nuez, que hay una tienda en Alemania dedicada a vender objetos que llevan la foto del Che. Lo contaba para mostrar el poder de penetración de la famosa instantánea que captó Korda y que el editor Giangiacomo Feltrinelli convirtió una imagen de dominio mundial (y eso que no existía Internet).

Desconozco si pasar de guerrillero a icono pop es bueno o malo. Si esta omnipresencia infográfica, incluso en forma de merchandising capitalista, supone una derrota en toda regla o si, por el contrario, constata que el Che ha vencido por el medio más insospechado y esa foto de Korda ha entrado como un caballo de Troya en las casas y en el discurso de la gente más insospechada.

Como ejemplo patrio de esto último tenemos a Pablo Casado, de las juventudes del PP, que mezcló en un mitin a Miguel Ángel Blanco con el guerrillero argentino. Así, sin anestesia, como si su Palencia natal o Euskadi mantuvieran algún tipo de similitud con Cuba y el resto de países latinoamericanos en 1959. Y entre los ejemplos fuera de España, hace poco he descubierto uno curioso: el de Carla Bruni y Nicolas Sarkozy.

He leído El club de las mujeres ambiciosas, donde Jesús Rodríguez compila 13 perfiles de mujeres, cada cual con un superpoder diferente. Las elegidas van desde Shakira a Inés Sastre, pasando por Elena Ochoa, Elena Benarroch o Ana Patricia Botín. Uno de esos perfiles está dedicado a «Madame Sarkozy», según se refiere a ella el periodista de El País.

El texto empieza con la aproximación de Rodríguez al hogar de su entrevistada. Mientras llega a encontrarse con Bruni, el cronista nos habla de la gente de seguridad, de la niñera peruana o de la casa en forma de «hotelito» en el majestuoso y elegante distrito XVI. Así hasta llegar, ¡atención!, a «una enorme caja para cigarros puros decorada con la imagen del Che en esmalte rojo y negro y una vistosa leyenda autógrafa: “Hasta la victoria siempre”. Regalo del Comandante».

¿Una caja de puros con la foto del Che en el palacete donde conviven Sarkozy y Bruni? ¿Un regalo de Fidel Castro?

Entonces, quien esto escribe, humilde lector que sobrevivió a los gin tonics de juventud, piensa en las huelgas generales en contra de las pensiones que están convocando los franceses, en las deportaciones de gitanos, en las restrictivas leyes contra la inmigración, en el caso L'Óreal, en el nepotismo que practica Sarkozy con su hijo Jean, en sus críticas en plan Berlusconi a la izquierda... Digo, piensas y te preguntas: ¿qué hace esa caja ahí?

Por alguna razón inefable, el periodista considera inoportuno seguir ese hilo. Pasa a otra cosa. Se limita a comentar que Carla Bruni es una «ex top model planetaria, ex amante de Jagger, Trump y Clapton», «cantante y compositora», «mujer anuncio» y «primera dama de Francia». Ni rastro de la cajita ni tampoco de cómo encaja la chica peruana con la política de inmigración de Sarkozy. El silencio es tan grande como un un millón de grillos despiertos a media noche.

Es más: yo me quedé enganchado ahí (lo siento, Jesús).

Imaginemos que Rajoy llega a la Moncloa, que al poco tiempo se divorcia y se casa por la vía exprés, no sé, ¿con Marta Sánchez? Llegas a entrevistarla a ella como cantante y ves una caja de puros con la imagen del Che. ¿Quién? El Che, ese al que algunos de los correligionarios del marido llaman «asesino» y tal... Además, es un regalo de Fidel Castro, ese caballero con el que los pares ideológicos del presidente prefieren romper relaciones antes que buscar puntos de encuentro. ¿De verdad que no chirría algo, como cuando te enseñan una foto de un niño afgano corriendo por las ruinas Kabul con una camiseta de Messi?

En fin, evito insistir en un hipotético ejemplo con Ana Botella, José María Aznar y, no sé, ¿Elsa Pataky?

A cambio de la discusión política, el texto nos cuenta que Madame Sarkozy considera su casa como un «refugio» —tiene bemoles la palabra—, bebe «agua Perrier» y que a sus 39 años conserva un cuerpazo considerable (totalmente de acuerdo). También que guarda obras de Proust, Joyce o Verlaine, que tuvo un hijo con el filósofo Raphaël Enthoven, que Houllebecq le ha escrito una canción o que conserva un Stainway que pertenecía a su padre, «un rico industrial turinés y compositor de óperas». La cuota trágica la pone su hermano, quien murió de sida a los 45.

Sigo leyendo.

Tras declararse «Totalmente laica. Como la República», Bruni nos ofrece el más difícil todavía. Por primera vez, habla de su marido por el nombre de pila y opina sobre él:

(...) Nicolás es una persona normal. No miente para ser presidente. Tiene una forma más moderna de enfocar su vida y su carrera. No ha tenido que elegir entre tener una vida y su carrera; tiene las dos cosas, por eso es tan moderno.

—¿Moderno?
—Sí, totalmente libre. Es libre. Creo que es la palabra que mejor le define. Si no, no se habría casado con alguien como yo.

—Pero es un político conservador...
—Mi marido no es conservador. No se corresponde con la idea que yo tenía de un conservador. El resto de su partido lo es, pero nosotros no.

Esta vez, el periodista sí repreguntó, menos mal... Porque, como dirían Pulp, this is hardcore!

Es increíble cómo las palabras pierden valor. O, mejor dicho, cómo la gente intenta apropiarse del valor prestigioso que poseen algunas de ellas. Para Dolores de Cospedal, el PP es el «partido de los trabajadores», Zapatero vende como políticas «de centro-izquierda» los reajustes dictados por el Mercado y Carla Bruni sostiene, a la vera de una caja de puros con la imagen del Che, que su marido, no es conservador. Cualquier día el rey Juan Carlos dirá que le fue fiel a Sofía y esta que le encantaría leer un pregón en Chueca. Ay, qué martirio esto de leer: como en las películas porno, al final nadie se casa y nada parece lo que es.

PD. Añadido de última hora. Una amiga, Elena, me ha pasado un vídeo de Kevin Johansen, el de la canción Mc Guevara's o Che Donald's.

20 de octubre de 2010

Combates, Ednodio Quintero

El domingo, de vuelta de Bilbao hacia Madrid, comencé a leer en el autobús Combates (Candaya, 2009), del escritor venezolano Ednodio Quintero. La dominical Plaza Nueva de Bilbao, siempre tan generosa a la hora de ofrecerme libros baratos que otros descartan (3 € pagué por este), tuvo a bien ponerlo en mis manos. Mientras mi compañero de al lado oscilaba entre devorar cada renglón de la Rock de Lux y sumirse en profundas siestas, yo fui avanzando en los relatos. Casi 5 horas de viaje dan para leer bastante.

Allá por la página 69 di un respingo: había comenzado un relato llamado «Caza» donde el protagonista le quiere azuzar los perros a una gitana. «Coño, qué actual», me dije. Además, en el segundo párrafo, lejos de amainar, el asunto aumentaba en intensidad:

Cuando todas las jaulas estuvieron abiertas y los perros ladraban y se empujaban inquietos delante del portón, les señalé la presa, una mancha colorida, como una sucia bandera, que se agitaba en la colina. La jauría salió en estampida, y yo, satisfecho, enrumbé mis pasos hacia la caballeriza. El alazán, que permanecía siempre ensillado, golpeaba el piso de piedra con los cascos de las patas delanteras. Pronto partí al galope por el camino de la colina. No quería perderme los detalles de la carnicería. Alcancé la cima y desde aquella posición tuve una visión espléndida del valle. Los perros corrían a saltos rítmicos, como gimnastas en una exhibición, y la gitana, con el cabello al viento, y de tanto en tanto volteándose para atisbar a sus perseguidores, se empeñaba en mantener una ventaja cada vez más precaria. En pocos minutos le darán alcance y la despedazarán, pensé, y clavé las espuelas en los ijares de mi cabalgadura.

Y ahí, mientras mi compañera de detrás contaba a gritos por teléfono que se «aburría como un hongo» porque no había película y la que estaba al otro lado del pasillo dormía abrazada a un libro de Alain Finkielkraut, me asaltó la idea: la voz de ese cuento podía ser la de Sarkozy, ese señor que está tan obsesionado con expulsar a los gitanos de su terruño. Tanto que incluso dice compartir punto de vista con Angela Merkel (clic aquí), no vaya a quedarse solo en su iluminación.

Sarkozy (y algún otro) me diría: «Si tanto te gustan los gitanos, chaval, te envío de vecinos a los míos». Vale, se veía venir. Lo que digo es que me maravilla el estilo tan avanzado que exhibimos los europeos cuando se trata de resolver determinados asuntos sociales. No sé para qué tanta cultura, historia o dietas a cuenta de los contribuyentes en parlamentos; para tomar medidas así de populistas «no hace ser un ciencia», que diría el castizo. A saber: ¿para qué necesitamos políticos, si resulta que sus ideas parecen sacadas de una conversación de encarajillados borrachos de bar?

Soy un ingenuo, lo sé. Con todo, uno espera de quienes reciben el poder político cierta capacidad para mostrarnos caminos que los ciudadanos, preocupados por pagar el IVA y el IRPF, no atisbamos. Les votamos para que, entre Karate Kid y el Sr. Miyaghi, hagan de lo segundo... No del chico malo de la película que lesiona al protagonista en el combate final. Me parece a mí, digo. Es triste; pero cada vez demostramos mayor incapacidad para dialogar y menor talento para buscar soluciones creativas (Angela Merkel habla ya de «fracaso de la sociedad multicutural»).

En fin, que leí el cuento pensando todo el tiempo en Sarkozy (¿estará resentido el presidente porque los cigarrillos Gitanes dejaron de fabricarse hace unos años en Francia?) Hoy he buscado «Caza» en Internet y, casualidades del duende gitano, lo he encontrado: el propio autor lo ofrece en abierto en su perfil de Facebook. Así que aprovecho para reproducirlo aquí. El presidente francés y Merkel harían bien en leerlo hasta el final... Quizá tenga moraleja.



CAZA
Ednodio Quintero

A Verónica Jaffé

Ya era la tercera vez que la gitana entraba al prado, y ella sabía que su presencia me irritaba. La amenacé de nuevo con soltarle los perros, pero pareció no darse por enterada y se quedó merodeando por los alrededores del caserón. Yo estaba dispuesto a librarme de la intrusa, mi paciencia tenía límites, y me encaminé en dirección al pabellón de caza en busca de los doce galgos encerrados en jaulas de madera. La gitana me alcanzó y halándome por la manga del jubón me preguntó: «¿De verdad, señor, piensa echarme los perros?». Vi en sus ojos, negrísimos y húmedos, un ramalazo de terror; temblaba de miedo. Peor para ella, pensé. Con voz serena confirmé la sentencia: «Sí, muchacha, los azuzaré contra ti. Así que, puedes comenzar a correr». Luego me escuché diciendo una insensatez: «Pero no te preocupes, es sólo un sueño». «¡Un sueño!», repitió y sus ojos desorbitados brillaron con tonalidades de azabache y carbón.

Cuando todas las jaulas estuvieron abiertas y los perros ladraban y se empujaban inquietos delante del portón, les señalé la presa, una mancha colorida, como una sucia bandera, que se agitaba en la colina. La jauría salió en estampida, y yo, satisfecho, enrumbé mis pasos hacia la caballeriza. El alazán, que permanecía siempre ensillado, golpeaba el piso de piedra con los cascos de las patas delanteras. Pronto partí al galope por el camino de la colina. No quería perderme los detalles de la carnicería. Alcancé la cima y desde aquella posición tuve una visión espléndida del valle. Los perros corrían a saltos rítmicos, como gimnastas en una exhibición, y la gitana, con el cabello al viento, y de tanto en tanto volteándose para atisbar a sus perseguidores, se empeñaba en mantener una ventaja cada vez más precaria. En pocos minutos le darán alcance y la despedazarán, pensé, y clavé las espuelas en los ijares de mi cabalgadura.

Al final del valle se levantaba un bosquecito, y a medida que me acercaba a él, guiándome por las huellas de los perros, me sorprendía de la resistencia de la gitana, pues aún no escuchaba la algarabía de la jauría cobrando la presa. Bueno, me dije, en el bosque tendrá mayores dificultades para correr, los perros saben lo que hacen, la rodearán, no escapará. Y si por un azar logra subirse a un árbol, los galgos montarán guardia hasta que llegue su señor, y aquí está la ballesta. Yo llevaba mi arma favorita en bandolera, y con la mano libre palpé el carcaj lleno de flechas, atado al arzón. Lo lamento, en este juego quien fija las reglas soy yo.

Atravesé el bosque siguiendo un sendero estrecho que no conocía muy bien, y en un paso abrupto y resbaloso tuve que bajarme del caballo y obligarlo a saltar. Se veían por doquier ramas quebradas, rastros de pisadas, y en el aire flotaba el aroma de rabia de aquellas bestias entrenadas para matar. Cuando salí del otro lado, la impaciencia comenzaba a ganarme la partida. Le solté la rienda al caballo y lo animé con gritos e imprecaciones, que parecían más bien dirigidos a la fugitiva. Luego de un largo trecho, a campo traviesa y sin aflojar la marcha, divisé un remolino de polvo en la lejanía: la gitana y sus perseguidores. Aunque la evidencia no dejaba espacio para la duda, yo me negaba a admitir la resistencia inhumana de aquella muchacha, un ser andrajoso y famélico, cuya sola presencia me perturbaba. ¿Y si se tratara de una hechicera? Tonterías, en el tercer siglo del segundo milenio prevalece la razón sobre la superchería. Seguramente, la pícara se crió a la intemperie y le hicieron beber sangre de jabalí. De ahí sus habilidades para la marcha forzada. Pero el tiempo corre también tras ella, sus fuerzas mermarán.

Sin dejar de galopar me di cuenta de que algo no encajaba en mi visión: el panorama que se desplegaba delante de mis ojos me era totalmente desconocido. ¿Acaso nos habíamos salido de mis dominios? Aquello sí era una novedad. Mis posesiones abarcaban centenares de leguas a la redonda del caserón señorial. Es verdad que yo no las había recorrido en su totalidad, pues se trataba de una tarea que ningún humano podría cumplir. Pero todos los terrenos aledaños al caserón me resultaban tan familiares como la palma de mi mano. ¿Cuánto nos habíamos alejado para caer en aquel territorio ignoto? Sin duda estoy dentro de mis predios, lo que sucede es que soy víctima de alguna alucinación. Espejismo, así lo llaman los cruzados que regresan de tierra santa. Sí, no debo buscar otra explicación, pues la perspectiva de cazar a una gitana fuera de mis feudos me produce un cierto malestar. Quiero decir que me podría acarrear algún inconveniente. Mis vecinos —con quienes no me precio de tener buenas relaciones—, influidos por los clérigos, condenan estas prácticas cinegéticas. Que yo aprecio como un ejercicio sano y excitante, propio de señores, eso sí. Mi padre lo consideraba superior a la caza del león, y le atribuía propiedades relacionadas con la potencia y la fertilidad. Con frecuencia le oí contar delante de sus invitados, cuando el vino lo volvía locuaz, que había engendrado a su hijo predilecto (yo) al regreso de una batida. Ah, y ahora vienen los clérigos —que siempre han envidiado mi vasta heredad— con su prédica revoltosa: dicen que también los gitanos tienen alma.

¿Qué pasa? Me he distraído en consideraciones retóricas, que debería reservar para las horas nocturnas, y he perdido el rastro de la jauría. Sigo sin reconocer el paisaje, enfilo mi cabalgadura hacia aquel montículo. Allá los veo, la maldita gitana mantiene la delantera. Avanzan por un camino ancho y trillado, tuercen en una curva, se acercan a una extraña edificación. ¿Extraña? Tal vez inexistente. Nunca había visto nada igual. Galopo, galopo, el suelo truena bajo los cascos del caballo, un presentimiento horrible cruza mi mente, crece como un torrente alimentado por una lluvia tenaz y repentina, aun cuando el caballo se convirtiera en Pegaso sé que no voy a llegar a tiempo para impedir que la gitana guíe los perros hasta la habitación. Sí, porque he reconocido el edificio, que a primera vista me pareció insólito: es un hotel de montaña. Esta misma tarde, vencido por el sueño, estacioné el jeep debajo de aquellos árboles, alquilé una habitación en la planta alta y me quedé dormido. Escucho la risa de la gitana, oigo los ladridos que se acercan a mi puerta, la derribarán antes de que me despierte.



PD. El libro del que procede, como dije más arriba, es Combates.

13 de octubre de 2010

Wall Street, el corazón de la codicia


Ayer fuimos a la sesión de las diez a ver Wall Street (el dinero nunca duerme). Por cuestiones de azar, la vimos en un centro comercial, esto es, en uno de los símbolos del capitalismo actual. Pantalla enorme. Butacas comodísimas. Y buen sonido para disfrutar de la música de David Byrne y Brian Eno. También, por desgracia y como corresponde a esta clase de lugares, vimos la película en ese anacronismo tan español que es la (puta) versión doblada.

No soy cinéfilo, así que si alguien busca un análisis sesudo que vaya a otro blog. Quiero decir: yo ni siquiera sabía que esta era la segunda parte de otra Wall Street, la que el propio Stone rodó en 1987. Ese es mi nivel. Y dicho esto, afirmo que, en líneas generales, me gustó y se me hicieron cortos los 130 minutos que dura... A pesar de que la historia de amor entre Shia LaBeouf y Carey Mulligan es un tanto babosilla y previsible por momentos.

Pero, bueno, todo sea porque en mitad de un romance macerado en un loft con vistas al skyline neoyorquino, ella le pide a él que, si de verdad la quiere, devuelva el anillo de Bulgari y que se comprometan con uno de esos que regalan en las chocolatinas. «Me hace sentir incómoda», dice ella sobre el ostentoso diamante, en su papel de incorruptible bloguera de alma izquierdista y de hija de un broker que terminó en la cárcel. Eso sí, también es cierto que guarda 100 millones de dólares en un banco suizo o que su plato favorito es la langosta con ajos. Quiero decir: así también devuelvo yo una tele de plasma de 200 pulgadas hoy mismo.

De la película, me quedo con la impresión general que transmite: el dinero lo jode todo. Jode tu pareja, la relación con tus padres, con la familia, tus relaciones profesionales... Te puede poner muy arriba, pero tiene un poder corrosivo que ya quisiera para sí algún elemento químico. El dinero anida en el corazón de nuestra sociedad, es el verdadero dios alrededor del que gira todo y sus evangelios los escriben los think tank neoliberales (como el aznarísimo FAES). Desconozco si da la felicidad o si ayuda a conseguirla; lo que si parece evidente es que marca las reglas. Marca el minuto, como cantaría Mala Rodríguez. Pauta y condiciona las relaciones entre las personas, sean afectivas o comerciales. Apela de manera continua e inagotable al deseo. Wall Street lo muestra con claridad, con buena música, con unas panorámicas espléndidas de Manhattan.

Uno de mis momentos favoritos es cuando LaBeouf le cuenta a Douglas que anda metido en un negocio de energías alternativas y que si la ecología, el futuro y blablablá. Douglas, que hace de un icónico broker al que metieron en la cárcel 8 años por tráfico de información privilegiada, le contesta (la cita es aproximada, pero bastante exacta): «Lo único verde en este mundo es el color del dinero». (Que se lo digan a Al Gore, ¿eh?)

Ahí queda eso.

Lo otro que me gustó de la película es el aroma a macho que desprende. Sin decirlo explícitamente, los fotogramas nos enseñan Wall Street como el gran mecanismo de poder masculino. Todas las escenas donde unos cuantos gerifaltes deben decidir el destino del sistema financiero estadounidense —y por extensión: mundial— rebosan testosterona, puros habanos, corbatas, venganzas al estilo mafia. Vale, ya sabemos que existe Ana Patricia Botín; pero ella es la excepción. La regla, como todos sabemos, es otra.

Por último, descataría que la película muestra muy bien en qué clase de mundo especulativo vivimos. En la economía, como en la criticada prensa rosa, funciona a las mil maravillas aquello de «difama que algo queda». En la prensa salmón es lo mismo; basta con unos cuantos rumores falsos diseminados adecuadamente para que tu empresa pierda un montón de pasta, entre en crisis o se vaya a la mierda. Casi nadie contrasta la información y a cualquier medio de comunicación le sobra con 2 datos para montar una teoría, por alocada que sea. En fin, que después de ver la película se me han quitado las ganas de tener mi propia petrolera. Por ahora me conformo con ver la primera parte, la de 1987.

PD. Vídeoentrevista con Oliver Stone... en el Wall Street Journal.

11 de octubre de 2010

IDEO: 3 posibles futuros para el libro

The Future of the Book. from IDEO on Vimeo.

Esto de cómo será la lectura en el futuro se parece cada día más a volver a jugar al adictivo Monkey Island, pero en una versión ultrasofisticada y ultrainteractiva. Lo único que me da miedo del futuro libresco es casi lo mismo que ahora: de dónde sacaré tiempo para acariciar las hojas, sean de papel o en forma de pantalla. Como las de tantos otros, mis semanas laborales tienen muchas más de 40 horas laborales. El ocio es un bien cada día más escaso. Tampoco tiene pinta de que en el futuro, por muy digital que sea, nos vaya a sobrar.

PD. El vídeo lo encontré gracias a Joaquín Rodríguez, de quien soy devoto lector desde que leí Edición 2.0 Sócrates en el hiperespacio y Edición 2.0 Los futuros del libro. Esta es la entrada que le dedicó en su blog.

7 de octubre de 2010

Reconstrucción, Antonio Orejudo

Muchos se preguntan para qué sirve leer. Y ya puestos, se cuestionan si leer ficción ayuda a entender el mundo que nos rodea. No pienso emprender una tarea evangélica al respecto; me conformo por hoy con mostrar un ejemplo práctico de cómo interaccionan las novelas con la información que nos llueve por tierra, mar, aire e Internet.

Hace un mes o así terminé Recontrucción, de Antonio Orejudo. Como he comentado más de una vez en el blog, es uno de los narradores españoles contemporáneos por los que profeso una devoción militante. Uno de esos autores que me devuelven aumentada mi fe en la Literatura. Esta novela está ambientada en la Europa del siglo XVI y tiene como protagonista a un orador, Bernd Rothmann, educado por las altas esferas del catolicismo y que encabeza una revuelta contra la Iglesia. Allá por la página 71, tengo marcado lo siguiente en el diálogo que mantienen dos personajes:
En toda predicación, por muy espiritual que sea, hay que dejar siempre un espacio para hablar de dinero.
En estos días circula por los medios españoles un titular que me hace reflexionar una y otra vez sobre ese subrayado. Al principio pensaba que era cosa de los periodistas de izquierdas, que tergiversaban, simplificaban, sacaban de contexto, etcétera. Pero no, lo he buscado en el ABC, insigne periódico de la derecha española y vocero de las tesis eclesiásticas, y reproduce tal cual el titular en cuestión. Dice así:
Los obispos dicen que la visita del Papa es «un negocio espiritual y económico»
Como diría el castizo: se podría decir más alto, pero no más claro.

Parece increíble que un obispo se haya animado a decir semejante oración, ¿no? Y, sin embargo, el entrecomillado es del secretario general de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino. ¿Ven para que sirve leer ficción? Para hacer auténticos actos de fe con la realidad por inverosímil que a veces nos parezca. Ni siquiera dios resiste ante el capitalismo... Hay que ver. Es más: no sé qué suena peor, si la alusión al negocio económico o al negocio espiritual.

Pero que quede claro: todo, hablemos del alma o del bolsillo, absolutamente todo es un negocio.

Por cierto, que parte del negocio consiste en que la gente alquila los balcones de su casa a precios que oscilan entre 500 y 700 €. Aquí, un anuncio de los muchos que ofrece Google y aquí, un artículo al respecto publicado en El Periódico. Otra parte es la que menciona el diario La Vanguardia, que sostiene que este viaje «proporcionará a Barcelona y a la Sagrada Familia un impacto publicitario difícil de cuantificar». Entre tanto muchos ciudadanos nos preguntamos por qué tenemos que pagarle la visita a Ratzinger con nuestros impuestos, pues sus fieles sólo han recaudado por ahora 300.000 €.

En fin, que lo único espiritual que nos va a quedar en este país son los melenudos de Obus cantando ¡Dinero, dinero! o los de Barón Rojo cantando Resistiré. Eso sí, me deja tranquilo que la Iglesia ha blanqueado con honestidad y sin tapujos que todo el orégano del monte es negocio, poética del marketing, Mercado. Que incluso el espíritu es susceptible de negocio, que nadie está al margen del verdadero dios que nos gobierna: el dinero. De ahí que ficciones como Reconstrucción, de Antonio Orejudo, nos ayuden a poner a salvo el alma de las garras del capitalismo papal.

*

PD. Del artículo del ABC, no tiene desperdicio este fragmento (ojito: CEE es Conferencia Episcopal Española, no Comunidad Económica Europea):
Martínez Camino ha explicado que la CEE solo se ha pronunciado sobre leyes que son lesivas para las personas como la del Aborto o los matrimonios homosexuales, pero ante una norma "tan compleja" como la reforma laboral, "los obispos tienen muy claro que no deben inmiscuirse en cuestiones que son legítimamente discutibles". (...)
Cada día me da más miedo la gente como Martínez Camino. La intolerancia contra los homosexuales o contra el aborto, ¿serán parte del «negocio espiritual»? El 7 de noviembre lo sabremos.

5 de octubre de 2010

De compras en la Cuesta de Moyano

El domingo, después de mis reflexiones sobre pescado y literatura, me fui a la Cuesta de Moyano. Es uno de mis sitios favoritos de Madrid, pero no por los libros. O no sólo. Lo que más me gusta es que hay mucho friki y loco suelto por ahí.

El domingo, por ejemplo, dos tipos bajaban en bicicleta pegados a las casetas, por el escaso espacio que hay entre los puestos y las mesas. Y, claro, se armó el lío: casi atropellan a uno de los vendedores mientras este llevaba llevaba libros de su mesa al puesto. Eran las 14.30 h, hora de cerrar para algunos, y un momento en que la Cuesta está menos transitada. Me imagino que por esa razón estos dos descerebrados bajaron por ahí, en vez de por la calle del centro.

Parezco un padre, lo sé, pero es que me asombra la falta de civismo del personal. Un par de pibes de unos 25 años iban en la bicicleta y, en vez de disculparse, se encararon con el librero, un señor mayor con gorra de visera, pelo blanco y bata antipolvo. Un señor, que no recuerdo en qué puesto atiende, pero que debe de rondar los 70 y que tiene una mala hostia de órdago (no es la primera trifulca en que lo veo envuelto). En fin, que el hombre les gritó. Les dijo en voz alta, clara y firme lo que opinábamos todos pero no nos animábamos a decir: «Las personas van por este lado, los imbéciles tenéis que ir por el centro».

Los imbéciles, sí, señor. Lo único que le faltó es preguntarles qué capítulo de Barrio Sésamo se habían perdido: bicicletas por un lado, personas por otro. Fácil. Sencillo de entender incluso para inteligencias desacostumbradas a relacionarse con los libros. Los chavales, como es de esperar, si no llega a haber gente alrededor, desmontan y apalean al buen hombre.

Pero lo del frikismo no venía por esto, sino porque lo que ocurrió a continuación: en el puesto de libros en que yo estaba, un señor de unos 55 años dijo algo así como: «A esos habría que meterlos en la cárcel, como a los de la kale borroka y hacer responsables a sus padres de los daños que causan».

Toma ya.

Desconozco si el que uno de los chavales llevara una camiseta del Atlético fue un agravante (ojalá que no); en cualquier caso, más inverosímil que ese salto de la falta de urbanidad al terrorismo callejero, me pareció que otro señor de edad similar dijera: «Usted no tiene ni idea de lo que está diciendo. Soy doctor en Derecho, doy clases y sería imposible hacer responsables a los padres».

Glups.

Lo que siguió después de esa conversación mejor no reproducirlo. Durante unos minutos, pareció que estos dos caballeros estaba a punto de liarse a golpes, mientras espigaban libros en la balumba, porque no se ponían de acuerdo sobre la responsabilidad subsidiaria de los padres cuando los hijos les salen imbéciles. Faltó poco. Y el debate giró alrededor de si los padres tenían más o menos ingresos con que cubrir los posibles destrozos de los hijos. Eso sí, nadie rebatió el origen de la contienda verbal: la identificación de dos chavales que, bah, estuvieron mal, pero tampoco era para tanto, con la kale borroka de ETA.

En fin, cuánta neurosis suelta y por tratar que hay en este mundo. Casi me dieron más miedo estos dos hombres que los chavales que iban en bicicleta.

PD. Mi lista de compras literarias (no todo es pescado en esta vida):
Total gastado: 11 €. (Total ahorrado: unos 25 €. ¡Vamos,carajo!)

Eso sí, debo reconocer que no quise excederme; podría haberme traído por un par de euros más una novela de Ismael Grasa (me encantó De Madrid al cielo). Otra vez será.

PD 02. La foto la saqué de esta web.

3 de octubre de 2010

El precio de las cosas

Saber el precio del café parece ser el test perfecto para medir cuán pegado o despegado vive un presidente de Gobierno a la realidad de su país. De hecho, hoy sigue siendo la típica pregunta que hacen los periodistas para descolocar a su interlocutor y a su cohorte de asesores. Nadie sabe por qué siempre es el café, y no una lata de atún, un paquete de arroz, el Listerine acción total o una novedad literaria. Pero la esencia del asunto es que un presidente debe saberlo para demostrar que es un ciudadano más.

Todo esto viene a que el viernes salí a dar un paseo y entré en varias librerías para ver qué novedades había (un método más barato y divertido que leer suplementos culturales). Como me sucede a menudo, terminé descorazonado y sin comprar nada. Había varios libros que me interesaban; pero cuyo precio oscilaba entre los 17 y los 24 €, un importe que no incita al gesto compulsivo de echar mano de la tarjeta, incluso cuando eres fan fatal del autor en cuestión. Así que miré y anoté algunas ideas para la próxima vez que vaya a la biblioteca.

Mientras volvía para casa, pensé en si era un tacaño y en si era normal que el 80% de mis lecturas procediesen de librerías de viejo, colecciones de bolsillo, préstamos de amigos, la biblioteca y demás SPB mercadonil literario. (Más algún obsequio editorial, vaya). En mi escala de valores, un libro que compras de segunda mano suele equivaler a tomarte un par de cañas, un libro de bolsillo es como ir un día al cine (a veces con palomitas) y así. Siguiendo este razonamiento, antes de gastar 18 € en un pálpito caprichoso, y puesto que me he equivocado varias veces, intento visualizar qué espero a cambio. Esta táctica me ahorra gastos innecesarios y me ayuda a dominar mi libido consumista.

Antes solía pensarlo en términos de salir a cenar, ir al teatro, una buena botella de vino o alguna prenda de ropa. Desde ayer tengo un referente distinto. Fui al mercado de Santa María de la Cabeza a comprar fruta y pescado a eso de las dos, que siempre te descuentan o te regalan algo. A lo que iba: gasté 19,30 € (13,20 de pescadería y 6,10 en frutería) por la siguiente mercancía:
  • 1 pescadilla de pincho de 1,2 kg,
  • 1/2 kg de boquerones (limpios),
  • 1/4 kg de mejillones,
  • 1 gallo enorme (hecho filetes y con la espina aparte para que haga caldo),
  • 1 kg de nectarinas (de Aragón, muy dulces),
  • 1 kg de melocotones (también dulcemente aragoneses),
  • 1 kg de tomates para ensalada y
  • 1 brócoli.
Una de las cosas que más me gustó de Tatuaje, de Vázquez Montalbán, es que Pepe Carvalho se pasa el día yendo a la compra y cocinando. Y además lo disfruta tanto o más que echar un polvo. Nunca lo ves obsesionado por comprarse las cartas de Montaigne o por citar Kafka, sino por si el rape y las almejas son frescos y por el vino con que acompañarlos. Cuestión de prioridades. De vuelta a casa, Paseo de las Delicias abajo, me puse a pensar en eso y en lo que cuestan las novedades literarias.

Tengo sobre la mesa Cuadernos de Kabul, de Ramón Lobo, y un libro de Copi que ha sacado hace poco Anagrama en su nueva colección, Una vuelta de tuerca. Los compré hace 1 mes. Con lo que pagué por cualquiera, podría traerme la semana que viene otras 2 bolsas de comida. Quiero decir: es duro poner en la balanza un libro, por bueno que sea, frente al arsenal de pescado y fruta fresca que te puedes comprar. Muy duro, por mucho alimento espiritual que contengan.

Imagino que los editores, a diferencia de los presidentes, saben cuánto cuesta un café. Incluso qué la pescadilla o el gallo son más baratos que el rape o el besugo, dos delicias más apetecibles que una parte importante de la literatura que nos venden. De ahí que cada vez que entro en una librería comprendo cuán despegada está mi precaria economía de mercenario de las letras de esta realidad capitalista que vivimos. A la tercera vez, uno justifica que los poetas infrarrealistas de Bolaño robasen libros en el DF y, a la quinta por qué, como sugiere Fernando Díaz en Panfleto para seguir viviendo, los pendejos prefieren dedicarse al narcotráfico que acabar el instituto o estudiar una carrera. Es más, lo acabo de decidir: de mayor quiero atracar un furgón blindado y ser como el Dioni.

PD. La foto procede de Madripedia.

1 de octubre de 2010

Septiembre, en blanco

Llevo días queriendo escribir algo, pero nunca encuentro el momento. Es 1 de octubre y acabo de darme cuenta de que tengo un blanco en el n.º de entradas de septiembre. Pasó el mes entero y me quedé con el marcador a 0. Vale, uno no siempre puede hacer un strike, pero al menos derribar un par de bolos por mes...

Y no es que haya sido por falta de material. Qué va. He leído unos cuantos libros en estas últimas semanas y de casi todos quería haber contado algo aquí. De los interminables párrafos de Anatomía de un instante, de Javier Cercas, que abarcan incluso un par de hojas (lo nunca visto en periodismo). De ese vigorizante back to school que supuso la lectura de El hijo del futbolista, de Coradino Vega, una novela ideal para las generaciones que abandonamos los institutos para apuntarnos en las carreras con más salidas laborales (y no en las que se ajustaban mejor a nuestras capacidades y sueños).

También quería haberle dedicado unas líneas a lo poco que me gustó reencontrarme a los 35 años con clásicos que debería haber leído a los 16, como El retrato de Dorian Gray, de Wilde, o ese folletín de amor bélico que es Adios a las armas, de Hemingway. Por suerte, me crucé con Antonio Orejudo y su Reconstrucción, que me hizo pensar lo mismo que sus 2 novelas anteriores: hay días en que es posible abandonar el agnosticismo para enrolarse en una religión llamada Literatura. Pocos libros me entusiasman tanto como los suyos.

¿Qué más? Ah, sí, quería haber escrito sobre Baroni: un viaje y El anorak de Picasso, de Sergio Chejfec y José Antonio Garriga Vela respectivamente, que los disfruté mucho. Incluso sobre los misales de Marosa di Giorgio, que los estuve releyendo. O transcribir algunas apuntes del seminario que dio Ignacio Echevarría sobre Roberto Bolaño en Fuentetaja. En fin, una vez más, un cúmulo de buenos propósitos incumplidos. Quizá después de este correo autoinculpatorio rescate algunas notas en las próximas semanas.

O quizá no.

Bastante horas paso ya frente a este trasto en «modo laboral». De hecho, cada vez que entro en «modo ocio» lo primero que hago es abandonar este cacharro, buscar un parque y salir a reencontrarme con mi cuerpo, que bastante sufre de cervicales para abajo de tanto mirar a diario esta pantalla. En fin, que me tengo que tomar este espacio virtual de otro modo, que estoy cansado de sentirme culpable por tanto abandono bloguero. Y obligaciones, las justas, que bastante tengo con las laborales.

Con su permiso, apago estoy y me voy. Todavía queda luz ahí fuera y no tengo vocación de vampiro.

PD. No paran de dar la paliza en El País con los 22 escritores que ha elegido Granta como jóvenes talentos. Está bien, un poco de actualidad en el blog: en Teína entrevistamos en su día a Alberto Olmos y a Andrés Neuman. La entrevista con Patricio Pron coincidió con nuestro cierre, en el n.º 21; así que al final Cristian la publicó en su blog (ver enlace anterior). Y de Carlos Labbé reseñé Navidad y Matanza. Bueno, algo es algo. Ya está bien por hoy. ¡A la calle!