17 de junio de 2009

36 estrategias, Martín López-Vega

Martín López Vega, "36 estrategias"

Anduve trasteando con el scribd, plataforma donde tengo archivados en pdf los artículos que he publicado, y me acordé de que en Teína habíamos publicado algunos poemarios, entre ellos este de Martín López-Vega que rescato aquí. Resulta que en la revista los colgamos de la única manera que sabíamos entonces: en un pdf puro y duro. Sin embargo, ahora scribd o issuu te permiten dotar a esos archivos de una animación en flash para pasar las páginas. El resultado es un libro electrónico más legible que aquellos atávicos pdf que perpetrábamos.

En aquel entonces teníamos más tiempo libre y se nos ocurrió probar a tener una sección de Publicaciones donde subir aquel material que pactásemos con nuestros entrevistados. No intentábamos montar una editorial, pero sí impulsar las creaciones de otros y jugar a editores: buscar originales, corregir, maquetar, diseñar, etcétera. Lo esencial era justamente eso: jugar, explorar, probar cosas. Como en ese momento yo organizaba junto a unos amigos un ciclo de poesía en Buenos Aires, pues comenzamos por publicar libros a algunos poetas.

Parece que no, pero sacar uno de estos libritos o hacer sin dinero una revista digital como la nuestra supone mucho tiempo y esfuerzo; así que, cuando fueron aumentando los compromisos laborales o personales, fue decreciendo el empuje de los diseñadores y el mío con este apartado de Teína. De hecho, siempre le quedaré debiendo un poemario electrónico a Rodolfo Godino, quien fue muy generoso conmigo (lo siento Rodolfo) y a quien antologué ayudado por José Emilio Tallarico, pero cuyo archivo Word no llegamos a maquetar...

En fin, lamentos melancólicos sobre el pasado aparte, voy con lo que importa: la selección de poemas la hizo el propio Martín y el diseño, Laura Nieto. De la entrevista para Teína se encargó Jesús Jiménez Domínguez, también poeta y a quien entrevisté más adelante. Gracias a los tres; me encantó recordar los viejos tiempos, me encantó recordar que hubo un momento en que soñaba con editar libros para otros.

Sí, hoy tocaba remember. No será la última vez.

PD: Recomiendo hacer clic sobre Toggle Full Screen y luego usar More / View Mode / Book Mode.

14 de junio de 2009

Josefina Ludmer (fragmento)

Hoy caí en la web de la Cátedra Alfonso Reyes de la Universidad de Monterrey y me topé allí con una videoconferencia de más de una hora de Josefina Ludmer, uno de los referentes teóricos de la literatura contemporánea en América Latina. Conocida por sus reflexiones sobre la literatura posautónoma (versión 1.0 y versión 2.0), aquí habla sobre la importancia de la ciudad en las novelas posteriores a 1990 y de cómo esa figura nos surte de nociones con que pensar la realidad. Para ello se ayuda de fragmentos de Mario Bellatin, Héctor Abad Faciolince o César Aira, cuyas obras le sirven para acuñar categorías territoriales como 'exposición universal' o 'isla urbana' con que analizar la nueva producción literaria.

Ludmer sitúa en 1990 el momento en que el mundo cambió. O dicho de otro modo: el instante en que se vuelve palpable que la configuración del capitalismo y de los imperios es otra (la globalización). La cultura no resulta inmune a esos cambios económicos, sociales y políticos, y ve cómo estos modifican la subjetividad que impregna las novelas y la manera de representar identidades a través de ellas. Los mitos, los estereotipos o los personajes de las narraciones, explica Ludmer, se ordenan y se oponen de una manera distinta a como lo venían haciendo en décadas pasadas.

En esencia, y por resumir, si en los años 60 y 70 habíamos vivido como lógica la oposición entre literatura fantástica y literatura realista o entre literatura rural y literatura urbana, a partir de 1990 esas barreras caen, los contenidos antes disociados ahora aparecen mezclados —«la ciudad se barbariza», por ejemplo— y, cómo no, surgen otras barreras distintas. Como teórica del asunto, lo que se pregunta es ¿con qué nociones pensamos este presente?

Para entender mejor desde dónde habla Ludmer, este fragmento que extraigo de la entrevista que le hizo Flavia Costa puede ser ilustrativo:
Leo la literatura como si fuera un tarot, como borra de café, como instrumento para ver el mundo.[...] Trato de ver algo, algún punto del mundo en que vivimos, a través de la literatura. Leo el modo en que la literatura construye realidad, construye mundo, temporalidades, subjetividades, territorios, para pensar las condiciones de vida actuales. Y uso la literatura porque tengo entrenamiento en eso, pero se podría ver el mundo a través de cualquier cosa: la sociedad, el cuerpo, las creencias. Una vez que sabés leer algo, lo podés usar para pensar lo más general, incluso podría decir "lo humano" contemporáneo.

11 de junio de 2009

André Schiffrin (y Jorge Herralde)



Hoy me topé con esta videoentrevista a André Schiffrin, el autor de la Edición sin editores (Destino, 2002) y El control de la palabra (Anagrama, 2005), en el programa L'hora del lector. Se la hacen en Canal 33, y por tanto es una maravillosa mezcla de francés, subtítulos e intervenciones en catalán y algunos retazos en español. (Igualito a la casposa y estomagante Telemadrid que nos toca padecer en la capital, ¿eh?). Junto al fundador de Pantheon Books y director de The New Press, Jorge Herralde, el editor de Anagrama. También los periodistas Víctor Lamela y Carles Álvarez.

Son casi 48 minutos de charla sin desperdicio. El asunto fundamental, como no podía ser de otro modo con Schiffrin, es cómo las multinacionales dinamitaron el sector editorial con su lógica de la rentabilidad y cómo la concentración del poder en unas pocas empresas vuelve menos democrática la sociedad. Asuntos como la globalización, la ley del precio fijo o las nuevas editoriales independientes españolas también tienen su espacio durante la conversación.

PD: Alrededor del minuto 29 hay un mini reportaje a Miguel Brieva, dibujante de cómics y autor de Dinero.

10 de junio de 2009

El libromóvil (Brewster Kahle)



Hoy encontré en Dotsub.com este de vídeo donde Brewster Kahle, un bibliotecario con pinta de ser el Al Gore de la biblioteconomía digital, explicaba su ambicioso proyecto de archivar en internet absolutamente todo. De entre las muchas ideas que contienen sus 20 minutos de conferencia, la que más me impactó fue la del bibliomóvil, una furgoneta que, equipada con una imprenta, una encuadernadora y una guillotina, circula por los pueblos e imprime libros a pie de vehículo. Me he quedado, como dirían en los dibujos animados, patidifuso.

Por lo visto Eric Eldred tiene un bibliomóvil de estos y va regalándole libros de Henry Thoreau a la gente mediante este sistema de impresión bajo demanda... También en la India y en Egipto tienen ya esta clase de furgonetas literarias y parecen ser un éxito. Además, como en Bubok, lo mismo te imprimen una obra libre de derechos que tu lisérgica crónica veraniega sobre la vida social en Tejabana de la Sierra Fría. En fin, que me parece alucinante hacia donde va esto de la cultura digital.

Para finalizar, una frase que resume el pensamiento de Brewster Kahle:
Me gustan los libros físicos. Creo que podemos usar nuestra tecnología para digitalizar cosas, ponerlas en la red para después descargarlas, imprimirlas y encuadernarlas, y terminar así de nuevo con un libro.

PD: La presentación está subtitulada en un 35 por ciento en español. El resto se puede leer subtitulada en inglés.

9 de junio de 2009

El mercado digital

Continúo sacándole punta a mi libreta (analógica) de anotaciones sobre las jornadas Del sinodal al digital, celebradas en la Feria del Libro de Madrid 2009. Esta vez rescato dos intervenciones que se produjeron en días distintos, pero donde hubo un ida y vuelta de ideas. Sucedió entre Jesús Badenes, Director General de la División de Librerías de Planeta, y Javier Celaya, director de Dosdoce.com. El primero participó en la mesa El sector del libro y su posicionamiento ante el 'e-book' y el segundo lo hizo al día siguiente en Los lectores 'en digital'.

(Nota: Badenes es el segundo empezando por la izquierda y, en la foto de más abajo, Celaya es el segundo comenzando por la derecha.)

JESÚS BADENES, Planeta

La intervención del Director General de la División de Librerías de Planeta giró en torno a «la prudencia» con que las multinacionales del libro miran el panorama digital. Según Badenes, bienvenido sea libro electrónico; ahora bien: mientras no haya una seguridad en el retorno de la inversión, su grupo no se volcará en esta nueva faceta del negocio. Como argumentos, eximió dos fundamentalmente:
  • El negocio crece rápidamente, pero es muy pequeño todavía. En EEUU, el negocio digital representa un 0,6 por ciento de la industria total del libro y en Inglaterra el 0,1. (Tómese como referencia que en EEUU suele asumirse que una tecnología nueva se ha implantado cuando los ingresos derivados de esta alcanzan el 4 por ciento).
  • El fracaso de la alianza entre Hachette, Sony y FNAC. Ni siquiera la alianza entre una multinacional del libro, uno de los fabricantes punteros y uno de los mayores libreros ha conseguido instalar el libro digital en el mercado, pese a la puesta en escena tan entusiasta que hubo. Apenas vendieron dispositivos lectores (¿unos 6.000?).
Y, de manera más solapada, un tercero: los hábitos sociológicos. Si bien consideró que el libro electrónico no está en la misma situación que el audiolibro hace unos años —que fracasó estrepitosamente—, en su contestación pudo leerse entre líneas que la percepción de Planeta es que el aparato todavía no ha arraigado en la sociedad. Por un lado, el dispositivo es todavía caro y, por otro, la estadísticas de la Federación del Gremio de Editores de España muestran que esta es una sociedad muy poco lectora, donde apenas un 10,1 por ciento de las personas lee más de doce libros al año. O, como dijo más gráficamente Badenes: hay mucha gente que no entra en las librerías.

Por tanto, aunque aseguró que el libro digital ayudará a construir nuevos lectores (sean lectores sólo digitales, híbridos o que empiecen en el mundo digital y terminen en el papel), en el otro platillo de la balanza puso el mentado retorno de inversión... Moraleja: el gran capital todavía no tiene claro cómo lucrar a gran escala con internet; de ahí que prefiera mantenerse al acecho y ver qué sucede.

Asimismo insistió en que tendemos a identificar los libros electrónicos con la literatura. Craso error: la ficción constituye sólo «un subconjunto del total» y cada segmento del mercado se comporta de una manera distinta. A modo de ejemplo puso a la editorial Aranzadi, dedicada a los contenidos jurídicos, cuya facturación procede en un 70 por ciento del negocio digital. Y es que, subrayó, para según qué líneas editoriales, el soporte electrónico abarata los costes, resulta más funcional y por tanto triunfa.

Por último, hizo hincapié en que está genial que internet ayude a la distribución y difusión; pero que esas actividades deben realizarse en un «entorno que estimule la creación de contenidos», en una clara alusión a las hipotéticas vulneraciones de la propiedad intelectual en que ha incurrido Google (digo «hipotéticas» porque a lo largo de estas jornadas se han escuchado argumentos en las dos direcciones»).


JAVIER CELAYA, Dosdoce.com

Curiosamente, al día siguiente Javier Celaya criticó algunas de las ideas que lanzó Javier Badenes y señaló que el discurso de Planeta era «muy limitado, por no decir interesado». Según el director de Dosdoce.com, a las empresas españolas les encanta escudarse en lo mal que van las cosas en otros países y eludir así tomar la iniciativa. Arguyó que sólo miran por la rentabilidad y que no ven el gasto en prospectar el terreno digital como una inversión sobre los cambios que deberán implementar en el futuro, como si lo ve por ejemplo Penguin y su Penguin 2.0.

Asimismo, dio su versión sobre lo de Hachette, Sony y FNAC, y dijo que Badenes había olvidado explicar las razones de aquel fracaso. Al parecer, estas empresas fallaron porque comercializaron los libros electrónicos al precio de los libros de papel, algo que el consumidor percibe como un engaño: cualquiera intuye que el coste de publicar un libro digital debe ser menor que el de uno físico. Además, dijo, a los lectores hay que ofrecerles productos atractivos, esto es, novedades, no simplemente libros que están libres de derechos y que pueden conseguir en cualquier lado.

El ejemplo a seguir es el de Amazon, que ofrece las novedades a 9,99 dólares, unos dos tercios del precio de venta al público del libro en papel. Y añadió un detalle más: hace poco el gran librero virtual intentó subir los libros digitales a 12,99 dólares —sin ofrecer servicio alguno a cambio de esos 3 euros más— y los lectores se amotinaron. Por tanto, he ahí otro signo de que los tiempos están cambiando: el público de internet, además de ser sensible al precio y crítico con el material ofertado, sabe organizarse para reclamar por sus derechos cuando intentan colarle gato por liebre.

Por no alargarme demasiado, sintetizo los otros asuntos que abordó Celaya y que yo encontré de interés:
  • Existe una demanda de contenidos digitales que no se está satisfaciendo; se toma por marciano —o tecno adicción— algo que hacemos a diario: leer en pantalla.
  • En internet hay mucha morralla, de acuerdo; pero también hay mucho libro en tapa dura que no debería publicarse...
  • Nosotros —de los 30 para arriba— «somos la generación de los libros de tapa dura»; de ahí que Google sea nuestra puerta de entrada en internet. Sin embargo, para los adolescentes, cuya cultura está basada en la imagen y que lo prefieren todo resumido, su puerta de acceso es YouTube. Moraleja: los adolescentes leen de una manera distinta a la nuestra y habrá que enseñarles a cuestionarles la información que recaban a través de la red.
  • Las editoriales deberían aprender a dominar el lenguaje multimedia que hablan los internautas y explorar en qué aspectos de su modo de relacionarse con los clientes deben cambiar. Lo ideal es asumir la mezcla de los servicios que ofrece Amazon —el mayor librero virtual— con las innovaciones que ha introducido la editorial Penguin en su web. A saber: poder conversar con los autores, ofrecer vídeos, dejar comentarios y recomendaciones sobre los libros, dar la posibilidad de participar en el proceso creativo de algunos de los libros...
  • Google, siempre Google... Al parecer, cuando pasemos de la web 2.0 o web social a la web semántica, el negocio del gigante estadounidense consistirá en ofrecer su interminable catálogo de libros digitalizados y la posibilidad de traducírtelos en línea.
  • El modelo que frenará a la piratería será ofrecer servicios alrededor del contenido. Es decir: el valor del contenido tiende a cero y la manera de evitar que el lector se descargue copias gratuitas y exentas de derechos de autor consiste en ofrecerle un plus que no lo pueda encontrar de otro modo. Se puede piratear el contenido, pero no los servicios.
  • Si sólo 5 por ciento de los contenidos de la red están generados en español y vamos hacia la digitalización de la enseñanza, ¿qué tipo de contenidos tenemos para ofrecer a los profesores y escolares? ¿Qué grado de manejo de las nuevas tecnologías tienen los docentes?

PD: Más entradas relacionadadas con estas jornadas: clic aquí, aquí y aquí.

8 de junio de 2009

El sector del libro y la era digital

Voy con una segunda remesa de apuntes sobre la mesa del 5 de junio en la Feria del Libro de Madrid, la de El sector de libro y su posicionamiento ante el e-book. Esta vez reproduzco sintéticamente algunos puntos que me llamaron la atención de la intervención de Luis Francisco Rodríguez, Director ejecutivo de Publidisa, una empresa que imprime en papel, por ejemplo, para la editorial Gens, y que vende desde el portal Todoeboook los libros electrónicos que digitaliza para varias editoriales (incluso comercializa libros electrónicos de autores que se autopublican).
  • Un libro electrónico es un contenido digital donde predomina el texto (nótese el verbo: predominar; quiere decirse que habría que etiquetar de otro modo aquellos contenidos multimedia donde el asunto audiovisual o interactivo sea lo que más peso tenga). Como dirían el Vujadi Boskov de la literatura: un libro es un libro, por electrónicos que sean sus ropajes.
  • Publidisa trabaja con 300 editores de diferentes países y tiene 15 librerías (físicas) afiliadas que comercializan sus libros electrónicos. Su almacén dispone de 15 mil títulos en español con derechos de autor y editor protegidos. Y, si no entendí mal, venden 100 libros electrónicos por día.
  • El reto del editor será cómo gestionar sus contenidos en todas las plataformas lectoras que haya: teléfono móvil, lector portátil, ordenador, etcétera. También cómo enfrentar la piratería, cómo lograr hacer visible tu catálogo en internet o cómo posicionar a tu empresa frente a tecnologías como la impresión bajo demanda.
  • Los cambios en los medios de producción han transformado la industria; de hecho, puede hablarse de una «reconversión digital». Eso conlleva la aparición de múltiples negocios asociados que antes eran impensables. (Un ejemplo mío para simplificar todos los que aportó a velocidad de vértigo Rodríguez: hoy puedes escribir un librito de cuentos, imprimirlo bajo demanda por menos de 8 euros el ejemplar, sacar unas diez copias y regalárselo por Navidad a tus amigos. Llévese este ejemplo al sector empresarial y se entenderá la cantidad de nuevos nichos de mercado que se han abierto).
  • No habrá una única manera de consumir y distribuir los contenidos digitales en el futuro. Es decir: el libro electrónico será una opción más a tener en cuenta frente a otros soportes de lectura contra los que compite (teléfonos, pantallas de ordenador, etcétera).

PD: Para ver las entradas anteriores relativas al ciclo del Sinodal al digital, clic aquí y aquí.

6 de junio de 2009

Edi.cat (o cómo sobrevivir en digital)

El jueves 5 de junio estuve de nuevo en la Feria del Libro de Madrid, que dentro del programa Del sinodal al digital ofrecía la mesa redonda El sector del libro y su posicionamiento ante el e-book. El acto lo moderó Guillermo Altares, el redactor jefe de Babelia, y contó con la participación de Toni Cantó, director de Edi.cat; Luis Francisco Rodríguez, director ejecutivo de Publidisa; Jesús Badenes, Director General de la División de Librerías de Planeta, e Ignacio Latasa, Director de Lee-e. Como la mesa del día anterior, respondió a las expectativas y el nivel, en líneas generales, estuvo bastante bien.

Desde un punto de vista personal, la presentación de Toni Cantó fue de las que más me gustaron. Entre tanto adepto al marketing cultural, tecnólogos militantes o vendedores de dispositivos electrónicos como hubo en estas jornadas sinodales, la suya fue la voz de un librero con 30 años de experiencia y que ahora trabaja como editor. Lejos de tecnoevangelizarnos o de quejarse sobre la (supuesta) exclusión del libro electrónico de la Feria que invocaron algunos participantes de la mesa del viernes, Cantó se centró en explicar qué problemas tuvo que enfrentar, cómo los solucionó y qué objetivos tiene para 2009. Y, como a mí me gusta la gente que va al grano, le voy a dedicar unas líneas (los demás deberán esperar turno).


SI GOLIAT APRIETA...

El problema de este editor de libros en catalán —mayoritariamente de literatura— es que la competencia con los libros en español resulta muy dura. Mientras que el mercado de los primeros se ha estancado, cada vez hay más demanda y producción de libros de los segundos; por lo que competir con ellos se complica, y mucho. Además, el mercado de libros en catalán es pequeño y, desde que surgió la nueva Grup 62, que reúne a 18 sellos editoriales y que concentra gran parte de la edición, el asunto se puso más que feo para quienes quedaron fuera de ese reparto del pastel: tener el aliento de los grandes grupos tras el cogote tiene estas cosas.

Ante este panorama tan desfavorable, tres pequeñas editoriales —Bromera, Angle y Cossetània— se unieron y formaron Edi.cat. Sus objetivos eran dos: aumentar la comercialización en papel y digitalizar el fondo editorial de las tres empresas. Asimismo, decidieron introducir algunos cambios para diferenciarse de las multinacionales e intentar que no los sacasen del mercado. Así, empezaron a trabajar con los libreros y a diseñar campañas a medida de estos (justo al revés que los grandes grupos, cuya táctica es la de presionarles y colocarles lo que a ellos les viene bien).

Entre las decisiones importantes que tomaron en Edi.cat, una vital fue decidir qué clase de DRM usaban para proteger los libros electrónicos. Las opciones eran tres:
  • Kindle (que pertenece a Amazon),
  • Mobypocket (que trabaja con Cybook, iLiad y Papire) y
  • ePub, que trabaja con Sony.
Lo espinoso del asunto estriba en que si eliges Kindle no puedes leer en dispositivos asociados con Mobypocket o con ePub... Es decir: no son intercambiables; si te compras un lector Kindle, te tienes que comprar los libros electrónicos en Amazon y no los puedes leer en un Cybook o en un Sony. Y viceversa (todas las viceversas posibles). En fin, que por ahora los fabricantes tienen más miedo a la piratería que a incomodar a sus clientes con esta clase de antediluvianas limitaciones.

El caso es que Cantó y sus socios se decidieron por el Mobypocket. ¿La razón? Consultaron con la empresa Leer-e y esta les dijo que es el dispositivo que más se ha vendido en España. (A día de hoy, el Kindle sólo se pude comprar en EEUU). Eso sí, a partir de Navidad también comercializarán libros electrónicos en formato ePub; así que uno entrará en el portal Edi.cat y, en función de su aparato lector, elegirá cuál de los dos quiere descargarse.


CARTONES, COMO EN EL VIDEOCLUB

En cuanto al asunto de costes, Cantó habló de algo importante: un libro digital no consiste en hacer un pdf o un fichero xml a partir de un documento perpetrado en un procesador de textos. La tecnología no es perfecta y en la conversión al formato Mobypocket se producen errores: el texto, digámoslo así, se descuajeringa (eso por no hablar del aspecto neutro que adquiere la tipografía). De ahí que se necesite un maquetador que ponga orden y concierto en el documento, también alguien que relea el texto (y añado yo: no vaya a ser que te pase lo mismo que a Leer-e con Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez, cuyo capítulo de degustación estaba lleno de erratas). Por último, la empresa que aporta el DRM cobra un 10 por ciento por descarga realizada.

Es decir: los costes son menores que en una edición analógica; pero haberlos, haylos. Hacer las cosas bien cuesta dinero, como siempre.

A continuación explicó su política de precios, que contempla tres posibilidades:
  • Novedades a un 60 por ciento del precio de venta al público en papel.
  • 4,95 euros para aquellas novedades que llevan un par de años en el mercado y han perdido visibilidad.
  • 1 euro para los libros que están libres de derechos.
Diseñado, protegido y puesto el precio, queda vender el libro. Como corresponde a un archivo informático, el libro electrónico se coloca en la plataforma madre, Edi.cat, y en librerías virtuales, desde donde te lo puedes descargar pagando con la tarjeta de crédito. Lo genial del asunto es que también puedes comprarte un libro electrónico en una librería física. ¿Cómo?

Edi.cat lleva a la librería un cartón impreso a color con la portada del libro y donde, si no entendí mal, van los paratextos. De este modo, el cliente puede tocar el objeto, conocer algunas de sus propiedades y sopesar su compra. En caso de que se decida, el librero le da un código de descarga con el que te lo puedes bajar desde cualquier ordenador. Esto que parece una miajita burocrático está pensado para aquellos que prefieren no usar su tarjeta de crédito en internet.

Intuyo que, aunque no se dijo, pronto veremos ordenadores en las librerías donde consultar los libros electrónicos —el primer capítulo, algún vídeo con el autor, etcétera— y que uno mirará, si así lo estima oportuno, anaqueles en una pantalla del mismo modo que los mira caminando por un pasillo entre lineales. Y cada cual comprará lo que más le guste o cómodo le venga.


500 LIBROS EN CATÁLOGO PARA NAVIDAD

Es cierto que esto aún suena a fantaciencia; pero, según Cantó, ellos tuvieron una muy buena repercusión en cuanto salieron: el 2 de abril (más reciente no puede ser). Gracias a la cobertura de radios y tele, el servidor se colapsó los dos primeros días, donde alcanzaron las 1.500 visitas por día. Después la fiebre ha bajado y la asistencia de internautas se ha estabilizado en 300 visitas diarias, con 200 usuarios ya registrados. ¿El producto más vendido? Pues, cómo no, los libros de 1 euro, algo que Cantó atribuye a la curiosidad que despierta el fenómeno digital: quien más y quien menos quiere saber cómo es un libro electrónico.

En cualquier caso, los números parecen ser halagüeños; en otoño, Edi.cat habrá puesto 200 títulos a la venta en la red y en Navidad estiman que 500. Asimismo, se han propuesto como meta ser el portal que nuclee a otras editoriales que publiquen en catalán. Veremos qué tal les va; de momento, los cimientos están puestos y resisten... Al fin y al cabo, Cantó compartió mesa con uno de los tiburones que amenaza con devorarlos, Planeta, lo cual no es poca cosa.


PD: En estos días subiré algunas anotaciones que hice sobre las intervenciones de los otros componentes de la mesa.

5 de junio de 2009

Si tú lees, ellos leen



Vi ayer, no este, pero un anuncio similar en la caseta del ISBN que hay en la Feria del Libro de Madrid. Su eslogan, Si tú lees, ellos leen, ilustra perfectamente cuál es el núcleo del problema para fomentar la lectura: los adultos NO leen; eso sí, ¡piden!, ¡obligan!, ¡exigen —como tiranos de mierda que son—! que los niños leamos... Como decía Fernando Savater en una entrevista en la RTP portugesa, los placeres se contagian, no se imponen.

Ni mucho menos el tema se agota aquí; pero no estaría de más comenzar por atar este cabo; pues como dice el lenguaje popular: los niños hacen lo que ven. (Frase sobre la que deberíamos reflexionar con cierta frecuencia para respondernos por qué los pibes de hoy estamos como estamos... Bueno, bah, están como están).

Yapa: esta doble entrevista que le hice al pedagogo Francesco Tonucci para el diario Clarín (clic aquí y aquí, versiones en pdf: aquí y aquí).

4 de junio de 2009

Autores y derechos ante el libro digital

Ayer me acerqué hasta la Feria del Libro de Madrid para escuchar a Joaquín Rodríguez en la mesa redonda Los autores y sus derechos ante el libro digital. En estos días había estado leyendo Edición 2.0: Sócrates en el hiperespacio (Melusina, 2008) y me ha encantado: rezuma inteligencia, buen hacer y claridad en sus más que convincentes argumentaciones. Además, también había escuchado el mp3 de su intervención en la Feria del Libro de Sevilla, donde trazó una genealogía sobre el hipertexto —más o menos insinuada ya en su libro— apelando a Michel Foucault, Roland Barthes, George Perec, Raymond Queaneu y Alain Robbe-Grillet, que me pareció excelente. Por tanto, me fui al Retiro a ver si lo terminaba de convertir en mi gurú en asuntos de literatura digital.

Y no me defraudó: suyas fueron las más enriqucedoras y afiladas intervenciones de una mesa que compartía con Care Santos —escritora y coordinadora del blog La tormenta en un vaso—, Victoriano Colondrón —Director Técnico de Cedro—, Javier Martín —quien acudió en representación de la agente Carmen Balcells— y que estuvo moderada por Peio Riaño, el jefe de Cultura del diario Público. Por ahora, me centro en las reflexiones de Joaquín Rodríguez y más adelante, si el tiempo no es tirano, intenteré rescatar algún dato de las intervenciones de los demás.


MÁS PEDAGOGÍA Y MENOS GUERRA

Para mí, la conclusión más notoria y cristalina de la tarde fue esta: es «necesaria una pedagogía de la propiedad intelectual». Puede que en el terreno del papel los autores y editores conozcan bastante bien el asunto; pero en el plano digital ambos andan más perdidos que un pulpo en un garaje: ni unos ni otros saben a qué atenerse. Las nuevas tecnologías han traído aparejados tantos cambios con implicaciones jurídicas o económicas que nadie sabe muy bien por dónde tirar. Vivimos una gran revolución técnica y cultural, de ahí que primen la desconfianza y el desconocimiento, de ahí que la incertidumbre domine el horizonte.

Así que lo primero es lo primero: formarse e informarse. Según Rodríguez, hay que comenzar por explicarle a la gente que «el copyleft es copyright». Eso quiere decir que la ley ya contempla que el autor pueda renunciar libremente, si así lo estima oportuno, a la explotación de su derecho a la propiedad intelectual. Pero que a su vez contempla que quiera hacer exactamente lo contrario: cobrar hasta el último céntimo al que tenga derecho. Ambas posturas están amparadas por la ley; sólo hay que leer con calma lo que esta dice.

Otra cosa es que el autor no tenga ni idea de qué posibilidades le ofrecen, por ejemplo, las licencias Creative Commons y que no sepa cómo decidir en qué condiciones quiere divulgar y explotar los derechos digitales de su obra. En ese punto, según este doctor en Sociología y experto en Pierre Bourdieu, es donde habría que poner el acento: instruir al autor. De paso, así desmontaríamos discursos maniqueos que o, bien abogan por la libre circulación de los contenidos, o bien se enrocan en pedir leyes más restrictivas movidos tan sólo por un afán recaudatorio.

Lo importante, matizó una y otra vez, es no confundir «cultura libre con apropiación indebida». Ante todo lo que debe imperar es el respeto por el trabajo de los demás y por las decisiones que, como autores, tomen sobre los derechos que les otorga la ley. (Hoy algunos toman contenidos de internet y, pese a ser de libre difusión, ni siquiera tienen la cortesía de citar la fuente). Y, por si algún extremista de ambos bandos quería profundizar en la materia, recomendó leer Por una cultura libre, de Lawrence Lessig, quizá la voz más autorizada del momento en la materia (y cuyos libros vende Traficante de sueños, una librería tan poco sospechosa como Rodríguez de enarbolar tesis neoliberales).


INTERNET Y EL CÍRCULO VIRTUOSO

Por tanto, ni obligación de divulgar en abierto ni en cerrado: no existe obligación ni de lo uno ni de lo otro en el campo digital. Para algunos hacerlo en abierto —sea a través de un blog, un libro digital gratuito o un libro en impresión bajo demanda a precio de coste— es una solución para rescatar libros descatalogados y que no encuentran quién los reedite. Pero también es una opción para autores desconocidos —sean científicos, académicos o escritores literarios— que, ante la sobreproducción actual, buscan hacerse visibles compartiendo sus trabajos sin pedir dinero a cambio, pero acumulando capital simbólico (prestigio, reconocimiento, ser citado, etcétera). Por el contrario, otros creadores preferirán capital monetario e intentarán lucrar con las oportunidades de negocio que les ofrece internet, y también están en su derecho. Que cada cual decida qué le conviene

Sin ir más lejos, Rodríguez ha publicado el contenido casi íntegro de su (estupendo) blog, Los futuros del libro, en forma de trilogía libresca con la editorial Melusina. Como explicó ayer, su acuerdo con el editor consiste en que este explota los derechos de la obra en papel y él divulga gratuitamente a través de su blog el contenido íntegro de los libros. Su argumento es sencillo e inteligente: dada la hipersaturación editorial, los elevados índices de rotación en las librerías o que muchos lectores no lo conocen, a él le interesa que su pensamiento circule libremente por internet. El beneficio indirecto de esta estrategia es que así le resulta más sencillo compartir sus investigaciones con sus pares académicos y obtener el reconocimiento de estos. También, por qué no, ironizó, que lo inviten a dar conferencias y poder vender así algún libro más. Como dirían los expertos en mercadotecnia, de lo que se trata es de establecer un círculo virtuoso.


OTRAS CONCLUSIONES

Bueno, veo que mis notas —en papel, pese a lo tecnológico de lo charlado— son abundantes... Como aún tengo que comer y no quiero que esta entrada se convierta en más mamotreto de lo que ya es, el resto de las conclusiones vinculadas a Joaquín Rodríguez en sus diferentes intervenciones las redacto de manera sintética:
  • El sector editorial está en crisis —la oferta es abrumadora y la demanda, escasa— y estamos inmersos en una revolución tecnológica y cultural gracias a internet; pero la cadena del libro —autor, editor, distribuidor, librero y lector— seguirá vigente en el mundo digital. Eso sí, esta revolución eliminará muchas de las ineficiencias del sector editorial.
  • Hay vida más allá de Google, y deberíamos hacer algo para evitar que esta empresa se convierta en el único intermediario cultural de la red, salvo que queramos correr el riesgo de tomar por real un orden ficticio. Por ejemplo, las indexaciones de Google son parciales, sobre todo en China o en algunos países de América Latina.
  • El desafío actual es lograr un DRM universal, esto es, un dispositivo inviolable capaz de controlar cuántas descargas se producen de un libro electrónico. Del mismo modo que se extiende el certificado de tirada para los libros de papel y se controla cuántos ejemplares vende un autor de cada obra, en el mercado digital debe existir un mecanismo análogo e igual de transparente que permita calcular cuánto debe recibir este en concepto de derechos de autor.
Y, por ahora, hasta aquí. Con viento a favor y algo de tiempo libre, a ver si tecleo más sobre las notas que me he tomado. Como se ve, definitivamente tengo ya a Joaquín Rodríguez por brújula en asuntos digitales. Un placer leerlo y escucharlo.

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PD: hoy, jueves 4 de junio, tercera mesa de las jornadas Del sinodal al digital. La mesa redonda se llama El sector de libro y su posicionamiento ante el 'e-book'. (Ni siquiera han podido escribir libro electrónico... Menos mal que estamos en la Feria del Libro. Menos mal).

3 de junio de 2009

El nuevo paradigma del sector del libro

Esta mañana he encontrado en la revista Tokland la ponencia que Francisco Giménez leyó en la Feria del Libro de Sevilla. En la web de la feria está disponible en mp3 y en Tokland, por escrito. El discurso está en la línea del libro que ha publicado junto con Manuel Gil, El nuevo paradigma del sector del libro (Trama editorial, 2008), es decir, anclado en una visión mercadotécnica del asunto y con augurios algo tremendistas sobre el futuro del sector editorial español.

Aún no he terminado el libro; pero, entre lo que ya leí y la ponencia, tengo sentimientos encontrados respecto de las posiciones de Giménez y Gil. Si bien ellos hablan de continuo de los editores independientes y tal, en realidad el acento de su discurso está puesto en el marketing, como corresponde, por otro lado, a dos personas especializadas en la dirección de empresas y que han trabajado o trabajan como directores comerciales en Siruela. Es más: hecho en falta la visión del editor, de esa persona que criba manuscritos, lee más que nadie y tiene una opinión contrastada de qué discursos merecen ser públicos o no.

Estoy de acuerdo con estos dos especialistas en que vivimos una revolución tecnológica y cultural, que las editoriales aprovechan fatal la web 2.0, que la impresión en offset ofrece buenas oportunidades de negocio, que existe una burbuja editorial o que los hábitos de los 'nativos digitales' incidirán en los nuevos patrones de consumo. Ahora bien, me aterra la imagen del editor que anuncian para el futuro. Y me genera desconfianza que hablen tanto de marketing, de satisfacer al cliente y apenas sobre el autor y sobre la calidad de lo que este escribe. Me transmiten que lo único importante es adaptarse al ecosistema digital para vender más.

Los leo y la imagen del editor que me venden —ver los subrayados de más abajo— se asemeja aquella que anunciara irónicamente Constantino Bértolo en la revista Archipiélago en 2002, en el número de Editar en tiempos de gigantes:
Lo previsible es un futuro que hoy puede parecer de ciencia ficción: los directores literarios serán jefes de compras de manuscritos que dedicarán su jornada de trabajo a recibir a la larga cola de agentes literarios que habrán seleccionado con los menores costes posibles los manuscritos a ofertar. Las propuestas de edición serán sopesadas a golpes de escandallos: previsión de tiradas, precio de venta al público presumible, gastos de explotación, gastos de promoción y publicidad, márgenes de contribución. La incertidumbre propia de la edición será reducida con encuestas de intención y preventa. La mayoría de los títulos serán encargados con menú a la carta. La creación de textos de ficción será un trabajo colectivo: experto en tramas más experto en diálogos más experto en adjetivos más experto en finales más experto en inicios. Los grandes grupos crearán sus propias y exclusivas cadenas de librerías y difundirán sus productos a través de sus propios medios de comunicación. Y sin embargo el Arte prevalecerá: el arte de vender.

Pues va a ser que Bértolo tenía razón: los editores que leen están en vías de extinción. Quizá haya algo de miopía por mi parte; en cualquier caso, a ver si termino el libro y cambio de opinión... Por ahora, copio y pego 15 pasajes que he subrayado de esa intervención que mencionaba más arriba.

I

En un mercado hipersaturado, gracias al tsunami de la oferta editorial, y al borde de la esquizofrenia (la caída de la demanda se combate con un aumento de la oferta), el reto del mercado editorial del siglo XXI no es el cliente masa, propio de los mercados globalizados, sino el cliente persona, propio del mercado de nicho y de la economía long tail.

II

El mercado tradicional del libro, monolítico, ha fracasado: el modelo de distribución ha quedado obsoleto en un mercado en que, debido a la sobreproducción editorial, la oferta no se ajusta a la demanda real.

III

Mientras que en el anterior paradigma “el producto/contenido era el soberano”, en los nuevos mercados lo que prima es la “interconectividad”, y la sensación de pertenencia a comunidades, “nosotros frente al yo”.

IV

El editor wiki, por tanto, ha de propiciar una escucha bi-direccional, que le permita mantener con sus audiencias un intercambio de «contenido-experiencia», y no un intercambio «económico-comercial». Si en el mercado tradicional del libro el intermediario era el mercado (la industria y el canal, las librerías), en el mundo virtual el único mediador es la propia Red.

V

Los blogs, en ese sentido, están arrebatando lectores a los medios convencionales, proporcionando contenidos de nicho, mientras que los viejos medios son generalistas y se enfrentan –ante la bajada de los ingresos por publicidad y a la caída frenética de sus ventas– a un proceso de despedida y cierre o a una reconversión digital urgente.

VI

La mayoría de las páginas webs de los editores españoles siguen ancladas en un modelo unidimensional de negocio (Web 1.0), centrado en la venta del objeto libro, sin facilitar al usuario más información por título que la usual ficha técnica con los datos mínimos, útiles para la cadena de distribución y comercialización, pero totalmente gratuitos, por inútiles e innecesarios, para facilitar u orientar la decisión de compra del lector. Su nivel de interconexión con otras páginas es mínimo, y ni por asomo se acercan al actual concepto de comunidad, aportando si acaso un rudimentario sistema de “socios”, al que el usuario no logra descubrir ventaja alguna.

VII

Los nuevos editores wikis empiezan a entender que el libro, en su concepto y acepción tradicional, es un objeto de consumo que debe competir en un entorno con numerosas formas de ocio. Este desplazamiento del eje educativo-formación hacia los mercados de consumo ocio-cultural discurre en paralelo a un cambio generacional muy importante. Generaciones educadas con tecnologías informacionales muy diversas no atribuyen al libro el valor simbólico-funcional de generaciones pretéritas. Leer libros-papel no cotiza en bolsa, y ningún niño sueña con ser librero de mayor.

VIII

La información hoy ya no es poder, el verdadero poder radica en interrelacionarla y entenderla.

IX

Y es que empieza a ser absolutamente evidente que las empresas de marca ya no venden productos, ni servicios, venden “experiencias”: perfumes, ropa deportiva y, por qué no, autores y libros (que no editoriales).

X

El cociente de éxito de una editorial con sensibilidad wiki vendrá determinado por su capacidad de construir comunidades e interactuar con redes sociales

XI

La Web 2.0 no ha traído el fin de las editoriales como intermediarias entre el autor y el lector. Por el contrario, han surgido editoriales enteramente digitales, o editoriales que permiten degustar digitalmente un anticipo de lo que vendrá en papel

XII

La editorial independiente del futuro –entendida como una editorial pequeña en producción y con un nivel de recursos e infraestructuras limitadas- hay que imaginarla integrada en una red social en la que interactuarán miles de entendidos en literatura, cientos de lectores en diferentes idiomas, con todo su concepto editorial y colecciones “en abierto”. El editor se convierte en una especie de consultor y analista de propuestas y sugerencias, debiendo abandonar su concepto monacal de “reserva espiritual del conocimiento” y su “apostolado intelectual”.

XIII

Surge la idea del editor como consultor o como un intermediario de la gestión de contenidos generados por usuarios, multicanal, multisoporte y multidispositivo

XIV

Por otro lado, gracias a la impresión bajo demanda (aún por explotar realmente en este país) el que una editorial tenga libros agotados será una rémora del pasado; pero el editor tradicional se agarra al offset como si fuese una religión.

XV

La concentración de los grandes grupos editoriales y su ocupación cuasi militar del espacio comercial llevarán a los pequeños editores a una lucha desigual por la supervivencia y la visibilidad física en librerías, y en este combate épico las armas del pequeño editor son su propia capacidad de adaptación al entorno y de generación de contenidos innovadores, en busca de una visibilidad virtual en la Red 2.0.

*

PD: Me voy a la Feria del Libro de Madrid, que hoy empiezan las jornadas dedicadas a la literatura digital. De hecho, se llaman "Del sinodal al digital". Veremos qué tal se dan.

2 de junio de 2009

Umberto Eco

I

Los enemigos de los libros son "principalmente los hombres, que los queman, los censuran, los encierran en bibliotecas inaccesibles y condenan a muerte a quienes los han escrito. Y no, como se cree, Internet u otras diabluras.

II

Internet enseña a los jóvenes a leer, y sirve para vender un montón de libros.

III

Si a su manera el (libro electrónico) resulta legible, se puede hojear fácilmente, es manejable, capaz de ser leído aunque no se tenga la batería totalmente cargada y, sobre todo, si ésta es duradera, se podrá hablar del e-book como una alternativa.

IV

Aún (no he usado ninguno), pero si, por cualquier trabajo, tuviera que transportar diez mil páginas de documentos, lo usaría con mucha satisfacción. Para leer una novela no lo sé. Para mí es importante mojarme el dedo para girar la página".

*

Estas declaraciones (textuales, aunque yo les haya quitado algunas comillas) las recogió la agencia EFE el 13 de mayo de 2009 y las publicó el diario La Stampa. A mi vez, yo las entresaco, copio y pego desde aquí, desde la web la información.com. (Bueno, también les tomo prestada la foto, qué va a ser).

1 de junio de 2009

Michael Wesch (etnografía digital)



Más sobre esta incipiente disciplina, Etnografía Digital, aquí, en el blog de la Kansas State University. El autor del vídeo es Michael Wesch, profesor asistente de Cultura Antropológica y estudioso desde hace varios años de YouTube.