Llevo días queriendo escribir algo, pero nunca encuentro el momento. Es 1 de octubre y acabo de darme cuenta de que tengo un blanco en el n.º de entradas de septiembre. Pasó el mes entero y me quedé con el marcador a 0. Vale, uno no siempre puede hacer un strike, pero al menos derribar un par de bolos por mes...
Y no es que haya sido por falta de material. Qué va. He leído unos cuantos libros en estas últimas semanas y de casi todos quería haber contado algo aquí. De los interminables párrafos de Anatomía de un instante, de Javier Cercas, que abarcan incluso un par de hojas (lo nunca visto en periodismo). De ese vigorizante back to school que supuso la lectura de El hijo del futbolista, de Coradino Vega, una novela ideal para las generaciones que abandonamos los institutos para apuntarnos en las carreras con más salidas laborales (y no en las que se ajustaban mejor a nuestras capacidades y sueños).
También quería haberle dedicado unas líneas a lo poco que me gustó reencontrarme a los 35 años con clásicos que debería haber leído a los 16, como El retrato de Dorian Gray, de Wilde, o ese folletín de amor bélico que es Adios a las armas, de Hemingway. Por suerte, me crucé con Antonio Orejudo y su Reconstrucción, que me hizo pensar lo mismo que sus 2 novelas anteriores: hay días en que es posible abandonar el agnosticismo para enrolarse en una religión llamada Literatura. Pocos libros me entusiasman tanto como los suyos.
¿Qué más? Ah, sí, quería haber escrito sobre Baroni: un viaje y El anorak de Picasso, de Sergio Chejfec y José Antonio Garriga Vela respectivamente, que los disfruté mucho. Incluso sobre los misales de Marosa di Giorgio, que los estuve releyendo. O transcribir algunas apuntes del seminario que dio Ignacio Echevarría sobre Roberto Bolaño en Fuentetaja. En fin, una vez más, un cúmulo de buenos propósitos incumplidos. Quizá después de este correo autoinculpatorio rescate algunas notas en las próximas semanas.
O quizá no.
Bastante horas paso ya frente a este trasto en «modo laboral». De hecho, cada vez que entro en «modo ocio» lo primero que hago es abandonar este cacharro, buscar un parque y salir a reencontrarme con mi cuerpo, que bastante sufre de cervicales para abajo de tanto mirar a diario esta pantalla. En fin, que me tengo que tomar este espacio virtual de otro modo, que estoy cansado de sentirme culpable por tanto abandono bloguero. Y obligaciones, las justas, que bastante tengo con las laborales.
Con su permiso, apago estoy y me voy. Todavía queda luz ahí fuera y no tengo vocación de vampiro.
PD. No paran de dar la paliza en El País con los 22 escritores que ha elegido Granta como jóvenes talentos. Está bien, un poco de actualidad en el blog: en Teína entrevistamos en su día a Alberto Olmos y a Andrés Neuman. La entrevista con Patricio Pron coincidió con nuestro cierre, en el n.º 21; así que al final Cristian la publicó en su blog (ver enlace anterior). Y de Carlos Labbé reseñé Navidad y Matanza. Bueno, algo es algo. Ya está bien por hoy. ¡A la calle!
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