5 de octubre de 2010

De compras en la Cuesta de Moyano

El domingo, después de mis reflexiones sobre pescado y literatura, me fui a la Cuesta de Moyano. Es uno de mis sitios favoritos de Madrid, pero no por los libros. O no sólo. Lo que más me gusta es que hay mucho friki y loco suelto por ahí.

El domingo, por ejemplo, dos tipos bajaban en bicicleta pegados a las casetas, por el escaso espacio que hay entre los puestos y las mesas. Y, claro, se armó el lío: casi atropellan a uno de los vendedores mientras este llevaba llevaba libros de su mesa al puesto. Eran las 14.30 h, hora de cerrar para algunos, y un momento en que la Cuesta está menos transitada. Me imagino que por esa razón estos dos descerebrados bajaron por ahí, en vez de por la calle del centro.

Parezco un padre, lo sé, pero es que me asombra la falta de civismo del personal. Un par de pibes de unos 25 años iban en la bicicleta y, en vez de disculparse, se encararon con el librero, un señor mayor con gorra de visera, pelo blanco y bata antipolvo. Un señor, que no recuerdo en qué puesto atiende, pero que debe de rondar los 70 y que tiene una mala hostia de órdago (no es la primera trifulca en que lo veo envuelto). En fin, que el hombre les gritó. Les dijo en voz alta, clara y firme lo que opinábamos todos pero no nos animábamos a decir: «Las personas van por este lado, los imbéciles tenéis que ir por el centro».

Los imbéciles, sí, señor. Lo único que le faltó es preguntarles qué capítulo de Barrio Sésamo se habían perdido: bicicletas por un lado, personas por otro. Fácil. Sencillo de entender incluso para inteligencias desacostumbradas a relacionarse con los libros. Los chavales, como es de esperar, si no llega a haber gente alrededor, desmontan y apalean al buen hombre.

Pero lo del frikismo no venía por esto, sino porque lo que ocurrió a continuación: en el puesto de libros en que yo estaba, un señor de unos 55 años dijo algo así como: «A esos habría que meterlos en la cárcel, como a los de la kale borroka y hacer responsables a sus padres de los daños que causan».

Toma ya.

Desconozco si el que uno de los chavales llevara una camiseta del Atlético fue un agravante (ojalá que no); en cualquier caso, más inverosímil que ese salto de la falta de urbanidad al terrorismo callejero, me pareció que otro señor de edad similar dijera: «Usted no tiene ni idea de lo que está diciendo. Soy doctor en Derecho, doy clases y sería imposible hacer responsables a los padres».

Glups.

Lo que siguió después de esa conversación mejor no reproducirlo. Durante unos minutos, pareció que estos dos caballeros estaba a punto de liarse a golpes, mientras espigaban libros en la balumba, porque no se ponían de acuerdo sobre la responsabilidad subsidiaria de los padres cuando los hijos les salen imbéciles. Faltó poco. Y el debate giró alrededor de si los padres tenían más o menos ingresos con que cubrir los posibles destrozos de los hijos. Eso sí, nadie rebatió el origen de la contienda verbal: la identificación de dos chavales que, bah, estuvieron mal, pero tampoco era para tanto, con la kale borroka de ETA.

En fin, cuánta neurosis suelta y por tratar que hay en este mundo. Casi me dieron más miedo estos dos hombres que los chavales que iban en bicicleta.

PD. Mi lista de compras literarias (no todo es pescado en esta vida):
Total gastado: 11 €. (Total ahorrado: unos 25 €. ¡Vamos,carajo!)

Eso sí, debo reconocer que no quise excederme; podría haberme traído por un par de euros más una novela de Ismael Grasa (me encantó De Madrid al cielo). Otra vez será.

PD 02. La foto la saqué de esta web.

No hay comentarios:

Publicar un comentario