Estoy releyendo algunos pasajes de El malestar al alcance de todos, de Mercedes Cebrián. Me colgué un poco con las notas que había tomado, y ahora me toca releer el libro; algo, que dicho sea de paso, está siendo de nuevo un placer. Además de un estilo fresco y desenfadado, Cebrián ironiza casi línea por línea sobre tópicos y temas cotidianos, y suele sacarte con frecuencia una sonrisa o un guiño cómplice. Vamos, que tiene uno de esos ojos y plumas que le sacan punta a todo.
Cada relato es como si te sentases en el sofá o en una cafetería con un amigo a repartir caña, con sutilidad y buenos modos, sin ese lenguaje coprofágico y tabernario que necesitan otros, contra ese colega que se ha casado por la iglesia, los excesos decorativos de una madre recién separada o la premura con que alguno se lanza a comprarse el pisito de marras. Como decía Chéjov, es más fácil hablar de Sócrates que de una cocinera o una señorita. Y Cebrián lo aplica a rajatabla: sus cuentos tienen cosméticos, hipotecas, intoxicaciones de cultura, redactores de enciclopedias que acuden a patéticas cenas de Navidad... En fin, la vida misma; esa con la que nos cruzamos a cada rato por la calle. Pero contada con más calma y estilo.
Huy, sólo iba a teclear un par de subrayados, y sin embargo veo que casi ya pasé a limpio algunas ideas que anoté sobre el libro. Es lo que tienen los blogs. De momento, paro con el desmuzamiento, y le pongo ya el neón de rigor a un par de subrayados.
I
A María es a la que más le cuesta. Desde pequeña la conozco y sé que la chavala es lista, de hecho solía sacar mejores notas que Olga, pero ahora se pasa toda la clase en Babia, escudada en su nuevo personaje de rubia lánguida recién liberada de la ortodoncia, dibujando en su cuaderno corazoncitos rellenos de Nachos e Ivanes o mirándose las puntas del pelo, que de un tiempo a esta parte han cobrado un interés exagerado para ella. Si le llamo la atención se pone un poco arisca, con lo cariñosa que era antes conmigo. Por otra parte es lógico, acaba de estrenar sus novedades anatómicas y creo que ella es la primera sorprendida. A esas edades empiezan a dedicarse a tiempo completo a atraer la atención de los chicos y piensan que hacerse un rasguño en el brazo o romperse una uña les va a hacer perder puntos en la cacería.
(Me encanta eso de 'rubia lánguida recién liberada de la ortodoncia' y el juego posterior con 'novedades anatómicas, qué va a ser).
II
Para qué ocultarlo: soy de las personas que, cuando van a una conferencia, siempre hacen preguntas llenas de alusiones a pensadores franceses y alemanes en las que por fuerza aparecen las palabras maniqueísmo y exégesis. No sé si os habéis visto en esa situación alguna vez, es muy incómodo: de repente se crea una atmósfera de rechazo casi irrespirable alrededor, como si hubieran pulverizado la sala con un spray de hostilidad tras vuestra intervención, y enseguida empiezan a brotar los comentarios del resto del público.
(Esto es lo que yo diría un inicio fulgurante para instalar un tono y un personaje, y por ende provocarle al lector ganas de seguir leyendo para saber de dónde carajo ha salido un tío que habla así).
*
El malestar al alcance de todos, Mercedes Cebrián.
Editorial Caballo de Troya, Madrid 2004.
Cada relato es como si te sentases en el sofá o en una cafetería con un amigo a repartir caña, con sutilidad y buenos modos, sin ese lenguaje coprofágico y tabernario que necesitan otros, contra ese colega que se ha casado por la iglesia, los excesos decorativos de una madre recién separada o la premura con que alguno se lanza a comprarse el pisito de marras. Como decía Chéjov, es más fácil hablar de Sócrates que de una cocinera o una señorita. Y Cebrián lo aplica a rajatabla: sus cuentos tienen cosméticos, hipotecas, intoxicaciones de cultura, redactores de enciclopedias que acuden a patéticas cenas de Navidad... En fin, la vida misma; esa con la que nos cruzamos a cada rato por la calle. Pero contada con más calma y estilo.
Huy, sólo iba a teclear un par de subrayados, y sin embargo veo que casi ya pasé a limpio algunas ideas que anoté sobre el libro. Es lo que tienen los blogs. De momento, paro con el desmuzamiento, y le pongo ya el neón de rigor a un par de subrayados.
I
A María es a la que más le cuesta. Desde pequeña la conozco y sé que la chavala es lista, de hecho solía sacar mejores notas que Olga, pero ahora se pasa toda la clase en Babia, escudada en su nuevo personaje de rubia lánguida recién liberada de la ortodoncia, dibujando en su cuaderno corazoncitos rellenos de Nachos e Ivanes o mirándose las puntas del pelo, que de un tiempo a esta parte han cobrado un interés exagerado para ella. Si le llamo la atención se pone un poco arisca, con lo cariñosa que era antes conmigo. Por otra parte es lógico, acaba de estrenar sus novedades anatómicas y creo que ella es la primera sorprendida. A esas edades empiezan a dedicarse a tiempo completo a atraer la atención de los chicos y piensan que hacerse un rasguño en el brazo o romperse una uña les va a hacer perder puntos en la cacería.
(Me encanta eso de 'rubia lánguida recién liberada de la ortodoncia' y el juego posterior con 'novedades anatómicas, qué va a ser).
II
Para qué ocultarlo: soy de las personas que, cuando van a una conferencia, siempre hacen preguntas llenas de alusiones a pensadores franceses y alemanes en las que por fuerza aparecen las palabras maniqueísmo y exégesis. No sé si os habéis visto en esa situación alguna vez, es muy incómodo: de repente se crea una atmósfera de rechazo casi irrespirable alrededor, como si hubieran pulverizado la sala con un spray de hostilidad tras vuestra intervención, y enseguida empiezan a brotar los comentarios del resto del público.
(Esto es lo que yo diría un inicio fulgurante para instalar un tono y un personaje, y por ende provocarle al lector ganas de seguir leyendo para saber de dónde carajo ha salido un tío que habla así).
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El malestar al alcance de todos, Mercedes Cebrián.
Editorial Caballo de Troya, Madrid 2004.
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