8 de julio de 2008

Mercedes Cebrián

Hace unos días terminé El malestar al alcance de todos, de Mercedes Cebrián, que salvo por la cacofonía del título (al-al), me ha gustado enterito. Lo tengo dando vueltas por la mesa, a ver si un día de estos le doy forma a las notas que me he tomado y lo reseño. Entre tanto he releído el ensayo que publicó en El arquero inmóvil (nuevas poéticas sobre el cuento), y que se llama Cualquier parecido con la realidad es pura poética. Paso a limpio algunos subrayados que tengo (sí, me encanta esto de hacer de dj literario, ¿y?).

El tono lo es todo
Para mí el relato exitoso es el que no da crédito ante lo que ocurre, se sorprende a sí mismo y opta por pararse o quizá por seguir, pero siempre tratando de explicar lo que acaba de ser revelado. Y entiendo que todo esto ha de hacerse a través del tono, término que casi me atrevería a considerar sinónimo de relato.

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El narrador es quien lleva los pantalones
[Percibo] el relato como experiencia de flaneo a la manera de [Walter] Benjamin: es a medida que voy construyéndolo cuando consiento que el narrador, cuidadosamente elegido por mí, me conduzca adonde él o ella tengan a bien.


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Una paradoja demográfica
No debería haber frases saltables en un relato, ni espacios desaprovechados: el relato no es un país con grandes extensiones poco pobladas, es más bien un recinto tokiota donde se hacinan las palabras e ideas, pero a la vez hay que permitirle que actúe como un flâneur, que recale quizá en lo obvio para muchos, que elija mil palabras frente a la tan ponderada imagen.

El arquero inmóvil (nuevas poéticas sobre el cuento), VV.AA.
Edición de Eduardo Becerra.
Páginas de Espuma, Madrid 2006.

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