7 de julio de 2008

Mario Levrero

Tengo pendiente releer El discurso vacío, de Mario Levrero, un libro que en su día me pareció de una sutileza exquisita cuando me lo prestaron en Buenos Aires, y que ahora ha publicado Caballo de Troya en España. Así que antes de comenzarlo, me ha dado por abrir los otros libros que tengo por casa de este uruguayo impar. Hoy estuve releyendo algunas partes de la autoentrevista que publicó como epílogo a El portero y el otro, un libro de cuentos. A continuación cinco fragmentos de ese monólogo disfrazado de entrevista.

I

Lo imprescindible, no ya para vivir sino para estar realmente vivo, es el tiempo de ocio. Mediante el ocio es posible armonizarse con el propio espíritu, o al menos prestarle algo de la atención que se merece.

II

Hablabas de cierta relación entre un texto y tu vida personal. ¿Esto debe entenderse como formas autobiográficas de narración?
Eso depende de tu concepto de 'autobiográfico'. Yo hablo de cosas vividas, pero en general no vividas en ese plano de la realidad con el que se construyen habitualmente las biografías.

¿No es una forma un poco retorcida de calificar a tu literatura de 'imaginaria'?
La imaginación es un instrumento; un instrumento de conocimiento, a pesar de Sartre. Yo utilizo la imaginación para traducir a imágenes ciertos impulsos —llamalos vivencias, sentimientos o experiencias espirituales—. Para mí esos impulsos forman parte de la realidad o, si lo preferís, de mi 'biografía'. Las imágenes bien podrían ser otras; la cuestión es dar a través de las imágenes, a su vez representadas por palabras, una idea de esa experiencia íntima para la cual no existe un lenguaje preciso.

III

A veces pasan años antes de que comprenda la relación entre un texto determinado y las cuestiones personales con las que está ligado, qué fue lo que resolví o lo que intenté resolver con ese texto. Muchas veces no descubro nada; el texto parece tener una vida propia, bastante ajena a la mía. Pero, de todos modos, no es esa la intención literaria; no se trata, como decías, de una forma de terapia. Hace un rato hablábamos de comunicación. Ya no soy yo, a solas con la perturbación, buscando liberarme de ella, sino que soy yo tratando de comunicarme, creando una estructura que me represente ante otro ser.

IV

Mirá, yo soy muy haragán; me pongo a escribir cuando me resulta imperioso, ineludible, del mismo modo que me pongo a hacer cualquier otra cosa cuando me resulta imperioso e ineludible. Vivo de stress en stress. Mi ideal de vida es el resposo absoluto. Para que me ponga a hacer algo hace falta un estímulo, y en el caso de la literatura es necesario un estímulo de dos puntas: la necesidad de sacar algo a la luz, y la necesidad de comunicarlo a alguien.

V

No cultivo las letras, sino las imágenes; y las imágenes están muy próximas a la materia prima, que son las vivencias. (...) Cuando me meto dentro de mí mismo, lo que encuentro allí es también el mundo exterior, solo que trasmutado en un 'lenguaje' que me permite percibirlo mejor.


*

El portero y el otro, Mario Levrero.
Arca Editorial, Montevideo 1992.


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