15 de diciembre de 2013

El dulce amparo del poder, Álvaro Pombo

Los literatos somos, en general, miedicas. Y se comprende: escribir es una profesión grandiosa pero, a la vez miserable. Nuestra grandiosidad es la de lo que está en gestación, la de lo que puede ser pero aún no es. El literato se ve con frecuencia [obligado] a defender a su criatura a costa de sus integridades. De aquí que los literatos chaqueteemos y adulemos, casi sin querer, a los poderosos del momento: es un instinto maternal, un ser conscientes de que llevamos nuestros tesoros en vasos de barro y que el poder nos protege.

Hoy en día en España, por ejemplo, el poder ampara dulcemente. Se insinúa en la voz de los amigos, en los viajes suculentos que nunca haríamos si esa fuerza enérgica, benévola y aparentemente anónima, no nos pagara el billete de avión y las estancias en los más apartados puntos del globo. El literato es una de las criaturas menos independientes que existen: siempre tiene demasiado que perder.

Y esto es así no solo porque necesita que el poder le subvencione, sino porque necesita que el poder le jalee y le anime. En las sociedades democráticas, el poder no tiene poder de dictar los pensamientos; pero tiene, más que de sobra, poder para oscurecer a los individuos pensantes, borrarles de sus listas blancas y tranquilas. 

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Nótese que, cuando Álvaro Pombo escribió esto, corría el año 1988 y que el fragmento irrumpe en mitad de una elogiosa semblanza sobre Antonio Gala que figura en el libro Alrededores (Anagrama, 2000). Por aquel entonces gobernaba Felipe González... Pregunta para que el quesito marrón de «Arte y literatura» del Trivial: ¿a qué literatos amparó dulcemente el Gobierno socialista de aquella época?

Pombo nada dice en esta —aburrida y poco recomendable— recopilación de retratos de otros colegas literarios de la época. En eso, en la crítica, don Álvaro practica lo que muchos otros: habla en abstracto, pero no concreta, no da nombres (salvo que el suyo sea uno de ellos, claro). A mí, en vez de tanto alquitarar con Juan Benet o tanto preguntarse si las ardillas son graciosas, hubiera preferido que hablara más sobre este asunto. Me hubiera interesado más leer un análisis a lo Pierre Bourdieu sobre las relaciones de la literatura con el poder político que enterarme de que Soledad Puértolas es una dama de Chéjov, que Antonio Muñoz Molina tiene «aire de gitano y romántico» o que hay algún paralelismo entre Rilke y Rosa Montero (!).

Álvaro Pombo, al menos en este libro, es un artista de hablar de todo lo prescindible.

Por cierto, y al hilo de la pregunta sobre el amparo felipista, y por aquello de que un libro publicado en el 2000 sirve también para leer el 2013, me planteo otras dos preguntas de Trivial:
 
  • La figura literaria de Suso de Toro feneció bajo la dulce férula de Zapatero. Es más: el escritor ha terminado por arrepentirse de haberse acercado demasiado al fuego del poder (véase 1 y 2). ¿Qué otros escritores y escritoras han pasado por el mismo proceso?

  •  ¿Qué novelistas, cuentistas o poetas están sucumbiendo al dulce amparo del PP?

Y ya puestos a preguntar, en realidad, esta entrada del blog había empezado por la pregunta que me hice la primera vez que vi a Pombo en un mitin de UPyD: ¿qué hace ahí? (Esto último, nótese, solo era sana curiosidad; me interesa el compromiso político de los escritores, sea cual sea su partido). La web del partido dice esto (ver n.º 4). 

Y, como siempre me pasa, una cosas me han llevado a otras. Curioseando sobre Pombo, he visto un discurso suyo de 2011 y me ha dado un pelín de vergüenza ajena su puesta en acción. En cualquier caso, al margen de todo el show, le reconozco dos aciertos:
 
  • Un sistema con dos partidos políticos aburre a la ciudadanía y le transmite un tedio superlativo.
  • Dolores de Cospedal es como un personaje de una mala novela: antes de que hable, cualquiera es capaz de adivinar lo que va a decir... Por tanto, no tiene nada que decir.

Por último, y por tener una idea más acabada de las diversas aristas del personaje, he leído sobre el penúltimo lío —seguro que ya hay uno nuevo que desconozco— en que se  metió Pombo. Sucedió a raíz de una entrevista que concedió a la revista chilena The Clinic, que suscitó polémica por la manera en que se refería a la homosexualidad... un homosexual. Algo que terminó con una acusación que me ha dejado turulato, lo reconozco, pues desconocía la palabra (y lo que ella encierra, claro): la endohomofobia.

En fin, que he aprendido más con los alrededores del libro que con el libro en sí. De hecho, mientras veía el discurso de Pombo, he reconocido entre el público, sentado al lado de Toni Cantó, a otro escritor, a Fernando Iwasaki, un autor de quien he leído con sumo placer Libro del mal amor, Neguijón, España aparta de mí esos premios o rePUBLICANOS. Cuando dejamos de ser realistas. Y ahí sí que me he quedado impactado por lo inesperado, en especial después de escuchar su tranquilo, inteligente y bien construido discurso y saber que se presentaba como concejal de cultura en Sevilla.

Llegados a este punto, lo reconozco, me surgió otra pregunta, esta no de trivial, sino de (psico)analista político: ¿qué tienen en común Álvaro Pombo, Toni Cantó, Rosa Díez y Fernando Iwasaki? Por más vueltas que le doy, no termino de entenderlo. UPyD sigue siendo un misterio político para mí.


PD. Dejo a un lado cómo alguien como Vargas Llosa —gran amparado de cualquier tipo de poder— puede dejar que FAES publique una obra sobre su pensamiento político, elegir como prologuista y presentadora a Esperanza Aguirre, recibir un premio ¡a la libertad! de manos de Aznar... y luego decir que votó a UPyD. Si meto esa variable en la ecuación anterior, la complejidad matemática es tal que ni Sheldon Cooper en toda una temporada de The Big Bang Theory sería capaz de resolverla.

Actualización (9/01/14). Suso de Toro ha publicado 3 artículos en El Diario sobre su relación con Zapatero: 1, 2 y 3.

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Alrededores, Álvaro Pombo
Editorial Anagrama, Barcelona 2002
Publicado en Diario 16 el 26 de marzo de 1988

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