Salvo por el punto de giro del final, que reconstruye todo lo anterior, esta historia de Hitchcock reproduce unos diálogos muy apropiados para los tiempos que corren. Es como para sentarse a verlo con políticos practicantes de la puerta giratoria, presidentes y consejeros de administración de bankios, concejales de urbanismo débiles de voluntad, gurtelianos alcaldes de Boadilla del Monte o Pozuelo de Alarcón, sindicalistas ugetistas andaluces y demás caterva de ladrones (perdón por no ser más exhaustivo esta vez...; si dejo que esto se convierta en la lista de los Reyes Godos o de los afluentes del Ebro no llego a lo que quería decir).
A lo que venía... El personaje de Pete, el reparador de televisiones, es algo así como el ideal que todos tenemos en la cabeza de cómo deberían ser quienes gestionan nuestro dinero (sea público o privado); es una persona honesta, insobornable, trigo limpio, vamos. Con tipos como Pete, hasta las reuniones de tus hijos en el colegio son más llevaderas. Hitchcock juega con ello durante los 25 min de película y te hace cabecear: «De esos, de esos necesitamos aquí, aunque solo sea para presidir la comunidad de vecinos; pero de esos».
El país se ha ido tan al reverendísimo carajo que, sentimental de ti, te engolosinas adorando a Pete. Si pudieras, sacabas a Rajoy y ponías a Pete de presidente del Gobierno. O de rey. O de Rubalcaba. O mejor aún: de toro Montoro en el Ministerio de Hacienda. Y hasta, durante un rato, Hitchcock te hace creer que ya existía el antídoto contra la cruda escena de 9 reinas donde Ricardo Darín y Gastón Pauls discuten sobre si todos tenemos o no un precio, y Darín concluye: «Putos no faltan, lo que faltan son financistas».
En vez de precio, Hitchcock lo llamó porcentaje... El fondo del problema es el mismo que en 9 reinas; la manera de resolverlo, diferente. Muy al estilo Hitchcock. Y no contaré más, por si alguien quiere ver el corto. Pero, vamos, que Alfredo lo tenía clarineti.
El país se ha ido tan al reverendísimo carajo que, sentimental de ti, te engolosinas adorando a Pete. Si pudieras, sacabas a Rajoy y ponías a Pete de presidente del Gobierno. O de rey. O de Rubalcaba. O mejor aún: de toro Montoro en el Ministerio de Hacienda. Y hasta, durante un rato, Hitchcock te hace creer que ya existía el antídoto contra la cruda escena de 9 reinas donde Ricardo Darín y Gastón Pauls discuten sobre si todos tenemos o no un precio, y Darín concluye: «Putos no faltan, lo que faltan son financistas».
En vez de precio, Hitchcock lo llamó porcentaje... El fondo del problema es el mismo que en 9 reinas; la manera de resolverlo, diferente. Muy al estilo Hitchcock. Y no contaré más, por si alguien quiere ver el corto. Pero, vamos, que Alfredo lo tenía clarineti.
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