7 de enero de 2009

André Breton

Lo del entusiasmo son rachas. Cada tanto me emociono con algún libro y lo subrayo de arriba abajo. Es como si lograra sintonizar mis búsquedas personales con el texto en cuestión, que de repente me ayuda a correlacionar, a ordenar y sistematizar datos que intuía o que había reunido de manera dispersa. Algo así me ha pasado con la lectura de las 372 páginas de André Breton y los datos fundamentales del surrealismo, de Michel Carrouges, cuya lectura me ha tenido subyugado esta Navidad. Antes ya me interesaba este movimiento artístico-espiritual, ahora casi me embarga un fervor evangélico (ya bajará, ya bajará). Calculo que las intensas lecturas levrerianas de los últimos meses han tenido que ver. En fin, durante 2009 veré cómo decanta esta dosis de teoría surrealista en mi bagaje literario. Entre tanto rescato diez citas textuales que Carrouge hace sobre André Breton. Para mí, encierran una manera fascinante de entender el mundo.

I

El espíritu nos nutre obstinadamente con un continente futuro.

II

La belleza será convulsiva o no será.

III

No hay sofisma más temible que el que se empeña en presentar la consumación del acto sexual como necesariamente acompañado de una caída del potencial amoroso entre los seres; caída cuya reiteración los abocaría de un modo progresivo a no bastarse ya el uno al otro. De este modo, el amor se expondría a arruinarse a medida en que se prosiguiera su realización misma; y así también, una Julieta que hubiera conseguido sobrevivir a su drama no habría conseguido, en cambio, ser siempre Julieta para Romeo.

IV

Todo el esfuerzo técnico del surrealismo —desde sus inicios hasta hoy— ha consistido en multiplicar las vías de penetración en las capas más profundas de lo mental. "Afirmo que hay que ser vidente, volverse vidente". Para nosotros, no se trata sino de descubrir los modos de hacer aplicable esta consigna de Rimbaud.

V

La espera es el sexto sentido que nos hace percibir las señales del azar objetivo; es el sentimiento que nos dicta ese «comportamiento poético» con el que cooperamos a la eclosión de lo imprevisto, y es también esa esperanza irrenunciable capaz de afirmar —frente a todas las simas de negrura y los bancos de hielo— que el porvernir está sembrado de deslumbrantes maravillas y orientado hacia el punto supremo.

VI

¿Conocemos realmente todas las secretas comunicaciones que pueden existir en el mundo que nos rodea tanto entre uno mismo y los demás como entre uno mismo y todo lo visible y lo invisible?

VII

Surrealismo: sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se trata de expresar, sea verbalmente, por escrito o de cualquier otra manera, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento en ausencia de todo control ejercido por la razón, y ajeno a toda preocupación estética o moral.

VIII

¿Cómo aceptar ser esclavo de la propia mano? Es inadmisible que el dibujo y la pintura estén hoy en el mismo punto en que estaba la escritura antes de Gutenberg.

IX

No se trata de reproducir un objeto, sino la virtud de ese objeto, en el sentido antiguo de la palabra.

X

No se trata de poner en funcionamiento el "pensamiento no-dirigido", como de pensar dirigido de otra manera.

*

Todos los subrayados proceden de André Breton y los datos fundamentales del surrealismo, Michel Carrouges.
Traducción de Ángel Zapata.
Gens ediciones, Madrid 2008.

Más Michel Carrouges desplumado: aquí y aquí.

2 comentarios:

  1. El surrealismo es una droga visionaria de primera calidad. Si la has probado, es difícil que renuncies nunca a ella (ni que tu visión de las cosas pueda volver a conformarse con lo de antes). Por curiosidad, ¿que decía Levrero del surrealismo?

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  2. Menuda pregunta la tuya, Alejandro... Más que nada porque, hasta donde yo tengo leído de Levrero, no recuerdo que él se refiera expresamente al surrealismo. En general, Levrero es lo contrario de Vila-Matas: no habla mucho de otros autores, pasa olímpicamente de los escritores consagrados, en sus novelas sólo alude a que lee novelas policiales... Sufre el Mal de Montano; pero de otra manera. Quiero decir: hasta donde yo sé, del mismo modo que Levrero rechaza tajantemente que lo asocien con la ciencia ficción —no soportaba a Ray Bradbury, leí—, aceptaba que le señalasen como una influencia suya el surrealismo. Eso te puedo contar.

    Lo demás son relaciones que yo establezco de acuerdo con mis lecturas.

    A saber. El André Breton que presenta Michel Carrouges es un hombre comprometido con una revolución espiritual, con la transformación de la sensibilidad del ser humano y con un concepto religioso del amor y de la vida deudor de los misterios de Eleusis. También es un intelectual comprometido en romper con el eurocentrismo y en originar una fractura en la herencia hiperracional, clásica y erudita de Voltaire o Descartes. Es un Breton cuyo afán consiste en desbordar «los marcos conceptuales de sus adversarios» y que quiere explorar un camino para llegar al «corazón de lo real» a través de la rimbaudiana videncia interior, un camino donde el psicoanálisis y los sueños son la puerta principal para acceder al idioma que habla el Universo... Este Breton es, sobre todo, un buen lector de Freud que apela a volver al principio del placer escupiendo sobre el de la realidad (del trabajo).

    Hasta ahí, diría que Levrero y Breton son uno, salvo por dos puntualizaciones: don Mario no desempeñaba el papel de «intelectual» y no salía demasiado de casa, es decir, era de tendencias dadaístas más bien domésticas. Por lo demás, ya te digo, veo muchas similitudes en la actitud vital de ambos (de hecho, los dos citan textualmente a Freud en este asunto del principio del placer).

    En fin, que no puedo darte una cita textual donde Levrero hable de Breton. Pero si lees "La novela luminosa", verás que don Mario explica que ese es su intento por registrar el errático vaivén del pensamiento. Y si lees entrevistas o le echas un vistazo al taller que dirigía, encontrarás párrafos donde habla de la videncia interior o de la exploración del inconsciente mediante la escritura.

    Eso sí, juraría que hay una diferencia entre ambos: Breton confía en el automatismo verbal para conectarse con el más allá y Levrero, en el automatismo visual. Lo primero nos llevaría a un autor (imparablemente verborrágico) como César Aira. Lo segundo, de momento y que yo conozca, a Kafka, Felisberto Hernández y Mario Levrero.

    De todos modos, con tu permiso, usaré el comodín de la llamada al público y le preguntaré a quienes lo conocieron bien; quizá ellos --más bien ellas: ML siempre anduvo rodeado de mujeres lindas, inteligentes y luminosas-- puedan desasnarnos, completar lo que dije o hasta sostener exactamente lo contrario de cuanto escribí hasta aquí. Eso sí, en ese último caso, compañero, haré uso del romántico ruso que llevo dentro y me dispararé el tiro que me ahorre tamaña vergüenza pública. Digo: callaré la embarazada que llevo dentro y dejaré de ver correlaciones surrealistas por todas partes.

    Un abrazo.

    PD: Pues nada, yonquis seremos ya del surrealismo. Alteradas están las puertas de la percepción.

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