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Más aún, tal es la complejidad de la vida, que cuando en nuestro consejo condescendendemos a los detalles, podemos estar seguros de que condescendemos con error; asimismo, la mejor educación consiste en dejar caer algunas pistas magnánimas. Ningún hombre ha sido nunca tan pobre que pudiera expresar todo lo que lleva dentro de sí por medio de palabras, miradas o actos; su verdadero conocimiento es eternamente incomunicable, porque es un conocimiento de sí mismo; y su más alta sabiduría viene a él no por una elaboración de la mente, sino por una orientación suprema de su 'yo', que en sus dictados permanece cambiante de hora en hora, en consonancia con la variación de acontecimientos y circunstancias.»
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Moral laica, Robert Louis Stevenson.
Traducción de Miguel Ángel Bernat.
Acuarela Libros, Madrid 2002.
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