Existen, grosso modo, al menos dos Españas. Una, constituida por el 30-35% de la población, con las rentas superiores (la burguesía, la pequeña burguesía y las clases medias profesionales de renta alta) y una enorme influencia a la hora de configurar la cultura mediática y política del país, así como su sabiduría convencional, de tendencias conservadoras y liberales en su mayoría. Los grandes temas que se debaten en los medios son, por lo general, los que interesan más a esta España, que es también la que utiliza los servicios privados, es decir, envía a sus hijos a las escuelas privadas (de donde la mayoría procede) y es atendida por la sanidad privada cuando cae enferma o va a la pública y recibe trato preferencial.
La otra España es la España popular, que incluye aproximadamente el otro 60-65% de la población (y que está constituida principalmente por la clase trabajadora y las clases medias de renta media y baja). Su influencia en el Estado ha sido históricamente menor, lo que explica el escaso desarrollo del Estado del bienestar en España. Esta, la otra España, es la que utiliza preferentemente los servicios públicos. Sus hijos van a las escuelas públicas y ellos y sus familias utilizan la sanidad pública cuando necesitan atención médica. Ni qué decir tiene que no hay una división clara entre estas dos Españas y hay áreas de gran permeabilidad. Pero ello no niega su existencia.
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El subdesarrollo social en España, Vicenç Navarro.
Editorial Anagrama, Barcelona, 2006.
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