«El fútbol me ha abierto
puertas narrativas que antes no veía»
Ortiz, en el último festival Primera Persona (Barcelona, mayo de 2015). |
Ni siquiera internet es garantía de que los textos duren eternamente. Hace unas semanas descubrí que la remodelación de la web de Random
House tras la compra de Alfaguara se había llevado por
delante una entrevista que le había hecho a Miguel Ángel Ortiz, autor de Fuera de juego (Caballo de Troya, 2013), la novela que supuso su debut en el panorama literario español. Y, como aquella entrevista tuvo su continuación en la presentación del libro y le tengo un particular cariño, quiero reflotarla a través del blog.
Además, así aprovecho y cuento alguna cosilla más sobre el autor que se quedó fuera de aquel texto. ¿Por ejemplo? Su origen. En la solapa consta que nació en Ciudad del Cabo en 1982, algo que, además de exótico, resulta chocante cuando uno lee sus dos libros: Fuera de juego transcurre en Medina de Pomar, un pequeño pueblo de Burgos, y La inmensa minoría (Random House, 2014), lo hace en Zona Franca, un barrio periférico de Barcelona... ¿Qué pinta Sudáfrica en todo esto entonces?
Esa es una historia relacionada con las migraciones de la segunda mitad del siglo XX. Su madre llegó a Ciudad del Cabo procedente de Tacuarembó (Uruguay) y su padre, de Medina de Pomar, con escala migratoria previa —si mal no recuerdo— en Brasil. Nely se fue de su país siguiendo a un hermano que trabajaba en Sudáfrica y que necesitaba ayuda con la cocina y los hijos; Ángel era soldador y llevaba algún tiempo enrolado como operario en barcos que recorrían el hemisferio sur. En algún momento, en plena época del apartheid, la tacuaremboense y el medinés coincidieron en un bar latino... «Y lo demás», como le gusta decir a Ortiz, «es historia». Una historia que terminó con dos hijos sudafricanos que aún no han regresado al lugar donde nacieron y que ojalá que algún día Ortiz narre.
Entre tanto, toca quedarse con el fútbol y el descubrimiento de cómo tu deporte favorito —el autor jugó de manera semiprofesional— puede funcionar como una metáfora para comprender el mundo que te rodea y relacionarte con él. También como una herramienta para narrar de dónde vienes, qué clase de persona aspiras a ser o los aprendizajes asociados a esa tarea. Tanto Fuera de juego como La inmensa minoría exploran ese doble aspecto. Por cierto, y ya para terminar, otra curiosidad que quedó fuera de la entrevista: a pesar de jugar de mediapunta en su equipo, Ortiz hizo de portero en un capítulo —como extra, se entiende— de la futbolística serie Pelotas, de Corbacho y Cruz... En fin, que usar el futbol como elemento vertebrador de sus novelas parecía lo obvio.
Además, así aprovecho y cuento alguna cosilla más sobre el autor que se quedó fuera de aquel texto. ¿Por ejemplo? Su origen. En la solapa consta que nació en Ciudad del Cabo en 1982, algo que, además de exótico, resulta chocante cuando uno lee sus dos libros: Fuera de juego transcurre en Medina de Pomar, un pequeño pueblo de Burgos, y La inmensa minoría (Random House, 2014), lo hace en Zona Franca, un barrio periférico de Barcelona... ¿Qué pinta Sudáfrica en todo esto entonces?
Esa es una historia relacionada con las migraciones de la segunda mitad del siglo XX. Su madre llegó a Ciudad del Cabo procedente de Tacuarembó (Uruguay) y su padre, de Medina de Pomar, con escala migratoria previa —si mal no recuerdo— en Brasil. Nely se fue de su país siguiendo a un hermano que trabajaba en Sudáfrica y que necesitaba ayuda con la cocina y los hijos; Ángel era soldador y llevaba algún tiempo enrolado como operario en barcos que recorrían el hemisferio sur. En algún momento, en plena época del apartheid, la tacuaremboense y el medinés coincidieron en un bar latino... «Y lo demás», como le gusta decir a Ortiz, «es historia». Una historia que terminó con dos hijos sudafricanos que aún no han regresado al lugar donde nacieron y que ojalá que algún día Ortiz narre.
Entre tanto, toca quedarse con el fútbol y el descubrimiento de cómo tu deporte favorito —el autor jugó de manera semiprofesional— puede funcionar como una metáfora para comprender el mundo que te rodea y relacionarte con él. También como una herramienta para narrar de dónde vienes, qué clase de persona aspiras a ser o los aprendizajes asociados a esa tarea. Tanto Fuera de juego como La inmensa minoría exploran ese doble aspecto. Por cierto, y ya para terminar, otra curiosidad que quedó fuera de la entrevista: a pesar de jugar de mediapunta en su equipo, Ortiz hizo de portero en un capítulo —como extra, se entiende— de la futbolística serie Pelotas, de Corbacho y Cruz... En fin, que usar el futbol como elemento vertebrador de sus novelas parecía lo obvio.
Rubén A. Arribas
El fútbol está omnipresente en Fuera de juego. ¿Qué te ha permitido contar este deporte que, de otro modo, no podrías haberlo hecho sin él?
El fútbol ha sido una herramienta muy importante para entender el mundo
que me rodea. Me ha servido para aprender sobre el esfuerzo y el
trabajo, no solo individual sino también en equipo. En la novela es
uno de los ejes fundamentales, ya que en la vida de esos chavales el
fútbol es lo más importante: es con lo que sueñan, con lo que
aprenden a ganar y, sobre todo, a perder. Es un juego que ayuda a
crecer. Un gol puede sacarte de la mediocridad, un partido puede
cambiar una semana. La vida de mucha gente no se podría contar sin
el fútbol, y la de estos chavales va muy ligada al balón.
Y ahora, la pregunta contraria: usar el fútbol como material narrativo, ¿te ha impuesto alguna limitación?
En esta historia, no. Va de fútbol y, gracias a él, los chavales crecen y aprenden. En general, el fútbol se asocia con los bares, con la diversión de masas o con «el opio del pueblo»; pero, aun siendo acaso todo eso, es una buena metáfora de la existencia, del juego de la vida, y es lógico que aparezca con más frecuencia en los libros también. El fútbol me ha abierto puertas narrativas que antes no veía.
Tu apuesta se sale de lo que muchas personas esperan de la literatura: la acción transcurre en un barrio de un pueblo, los protagonistas están saliendo de la infancia y el eje narrativo discurre, sobre todo, alrededor de los partidos que juegan estos chicos en la calle. ¿Cómo se te ocurrió que ese era un material novelable?
No sé si se sale de lo normal. Todos los personajes pueden y deben tener voz en la literatura. Yo escribo para conocerme más a mí mismo y, por eso, utilizo personajes que han vivido cosas parecidas a las que hemos vivido muchos de mi generación. No les suceden grandes cosas en el día a día. Los personajes no son héroes ni nada parecido. El eje narrativo son los partidos que juegan en la calle, que les hacen crecer y avanzar. Del fútbol aprenden, y esa es la idea que trata de trasmitir la novela: hasta en el juego hay un aprendizaje de la vida. Hay muchos escritores que dicen que para que un texto sea honesto debe poder ir de la mano con su autor, y sin esos personajes o el fútbol este texto no iría de la mano conmigo.
El texto nunca menciona el nombre del pueblo donde transcurre la acción. Para saber que se trata de Medina de Pomar, hay que alimentar a Google con algunos topónimos que aparecen en la novela o, cómo no, guiarse por el fútbol: el equipo del pueblo es el Alcázar. ¿Qué intención hay tras esta decisión narrativa?
Y ahora, la pregunta contraria: usar el fútbol como material narrativo, ¿te ha impuesto alguna limitación?
En esta historia, no. Va de fútbol y, gracias a él, los chavales crecen y aprenden. En general, el fútbol se asocia con los bares, con la diversión de masas o con «el opio del pueblo»; pero, aun siendo acaso todo eso, es una buena metáfora de la existencia, del juego de la vida, y es lógico que aparezca con más frecuencia en los libros también. El fútbol me ha abierto puertas narrativas que antes no veía.
Tu apuesta se sale de lo que muchas personas esperan de la literatura: la acción transcurre en un barrio de un pueblo, los protagonistas están saliendo de la infancia y el eje narrativo discurre, sobre todo, alrededor de los partidos que juegan estos chicos en la calle. ¿Cómo se te ocurrió que ese era un material novelable?
No sé si se sale de lo normal. Todos los personajes pueden y deben tener voz en la literatura. Yo escribo para conocerme más a mí mismo y, por eso, utilizo personajes que han vivido cosas parecidas a las que hemos vivido muchos de mi generación. No les suceden grandes cosas en el día a día. Los personajes no son héroes ni nada parecido. El eje narrativo son los partidos que juegan en la calle, que les hacen crecer y avanzar. Del fútbol aprenden, y esa es la idea que trata de trasmitir la novela: hasta en el juego hay un aprendizaje de la vida. Hay muchos escritores que dicen que para que un texto sea honesto debe poder ir de la mano con su autor, y sin esos personajes o el fútbol este texto no iría de la mano conmigo.
El texto nunca menciona el nombre del pueblo donde transcurre la acción. Para saber que se trata de Medina de Pomar, hay que alimentar a Google con algunos topónimos que aparecen en la novela o, cómo no, guiarse por el fútbol: el equipo del pueblo es el Alcázar. ¿Qué intención hay tras esta decisión narrativa?
Que cualquier lector pudiera identificarse con lo que se estaba contando,
que el pueblo fuese uno cualquiera y no solo Medina de Pomar. En
definitiva, que las historias que narra la novela se pudiesen
extrapolar a cualquier otro lugar.
Chus Pereda nació en Medina de Pomar. Su mención en Fuera
de juego, si bien es breve, alcanza cierta intensidad: los protagonistas de la
novela desconocen que uno del pueblo —Pereda— no solo metió un
gol en la Eurocopa que España ganó en 1964, sino que dio el pase
para el famoso gol de Marcelino. En cambio, esos mismos chavales
visten camisetas de Julen Guerrero o Iván Zamorano y sueñan en ser
cómo ellos. ¿Hay algún componente simbólico, algún mensaje
cifrado bajo este dato?
En uno de los diálogos entre Pedro y Satur, cuando el segundo quiere contarle a Koldo quién era Pereda, Pedro dice que los chavales solo se preocupan por lo que ven en la tele. Solo les interesa lo suyo: su pelota, sus cromos, sus jugadores preferidos. Hasta que la Selección no empezó a ganarlo todo, la historia de Pereda y compañía apenas se contaba. La idea es esa: el presente se come al pasado. A los chavales les interesa lo que están viviendo y no tanto una historia lejana en blanco y negro, una historia que es de sus abuelos.
¿Llegaste a conocer a Pereda?
Sí, lo conocí en Barcelona. Vino a vernos jugar al fútbol a un torneo que disputamos allí. Nos llevó de visita al Camp Nou y pasó todo un día con nosotros. Fue la única vez que le vi. Con tiempo, me gustaría poder escribir algo más extenso sobre él y aquel día que nos enseñó el Camp Nou. Conocía muchas historias sobre Pereda porque mi padre me ha hablado muchas veces de él. Cuando Pereda debutó en el Madrid como profesional, mi padre estaba allí estudiando. Su hermano trabajaba en Madrid y otro medinés, Toti, también trabajaba allí. Ninguno de los tres se quiso perder el primer partido de un paisano en el fútbol profesional y fueron a verle debutar. Al acabar el partido, estuvieron hablando con él en las instalaciones del campo. Luego Pereda pasaría por el Valladolid, el Sevilla, donde formó la famosa "delantera de cristal", y el Barça, donde se consagró definitivamente.
En uno de los diálogos entre Pedro y Satur, cuando el segundo quiere contarle a Koldo quién era Pereda, Pedro dice que los chavales solo se preocupan por lo que ven en la tele. Solo les interesa lo suyo: su pelota, sus cromos, sus jugadores preferidos. Hasta que la Selección no empezó a ganarlo todo, la historia de Pereda y compañía apenas se contaba. La idea es esa: el presente se come al pasado. A los chavales les interesa lo que están viviendo y no tanto una historia lejana en blanco y negro, una historia que es de sus abuelos.
¿Llegaste a conocer a Pereda?
Sí, lo conocí en Barcelona. Vino a vernos jugar al fútbol a un torneo que disputamos allí. Nos llevó de visita al Camp Nou y pasó todo un día con nosotros. Fue la única vez que le vi. Con tiempo, me gustaría poder escribir algo más extenso sobre él y aquel día que nos enseñó el Camp Nou. Conocía muchas historias sobre Pereda porque mi padre me ha hablado muchas veces de él. Cuando Pereda debutó en el Madrid como profesional, mi padre estaba allí estudiando. Su hermano trabajaba en Madrid y otro medinés, Toti, también trabajaba allí. Ninguno de los tres se quiso perder el primer partido de un paisano en el fútbol profesional y fueron a verle debutar. Al acabar el partido, estuvieron hablando con él en las instalaciones del campo. Luego Pereda pasaría por el Valladolid, el Sevilla, donde formó la famosa "delantera de cristal", y el Barça, donde se consagró definitivamente.
Trabajas con personajes que se mueven en la frontera entre la
infancia y la adolescencia, ¿no te dio miedo estar haciendo simple
literatura juvenil?
Es uno de los aspectos que más he trabajado: potenciar el mundo adulto
para que el mundo de los chavales rebotase o chocase contra el de sus
padres. Es un tema delicado porque los protagonistas son chicos y eso
induce a pensar que puede ser literatura juvenil. Pienso que la
novela puede gustar lo mismo a un lector de 15 años que a uno de mi
generación, con más de 30. Los dos se pueden ver reflejados en los
chavales. También hay lectores más mayores que pueden ver su mundo
en la novela. De todas maneras, lo de que sea o no literatura juvenil
no me preocupa demasiado; es solo una etiqueta más.
En una novela con tanto niño suelto dándole patadas a un balón, ¿qué papel desempeñan los personajes adultos como los padres, los vecinos del barrio, etc.?
El mundo adulto funciona como caja de resonancia para que el mundo de los chavales alcance sentido completo. Sin el uno, el otro no tiene sentido. Del choque entre los dos mundos surge el material narrativo. Los adultos son el contrapunto de los chicos. Son las dos caras de la misma moneda.
Fuera de juego muestra al lector algunas peculiaridades de un pueblo de frontera, en este caso entre las provincias de Burgos y Bilbao, donde nunca está muy claro si los habitantes son más vascos que burgaleses o viceversa. Además de porque sea el lugar de tu infancia, ¿había alguna intención literaria tras la elección de esa geografía?
Es un tema curioso. Hay partes de mi pueblo (y de otros de la zona) que se quedan vacías durante el invierno porque son de los veraneantes de Bilbao. La novela no ahonda en el tema porque son los chavales los que lo ven y lo hacen de una manera simple: los vascos vienen cuando tienen fiesta a desconectar del estrés de la gran ciudad. El pueblo se llena de gente que le da vida y beneficio a los negocios, como al bar Rojo. Pero también está la mezcla de gente, como los padres de Koldo o la chica con la que se enrolla Lolo el fin de semana. Quería mostrar la mezcla que se da en la frontera, un sitio donde no quedan claros los límites de esos otros muros que a veces levanta la política.
Salvo por algunos pasajes donde vemos algunas otras zonas del pueblo, en general, la novela transcurre en un barrio y narras un microcosmos muy particular: el del edificio de viviendas en forma de U. Es decir, la unidad de lugar es pequeñita, muy localizada. ¿Por qué?
Porque concuerda con los personajes. Ellos crecen en un pequeño microcosmos, en el barrio. Es su mundo. A partir de ahí conocerán el resto del pueblo y siempre lo verán marcado por esa visión que tienen de su barrio. La casa, el barrio, el pueblo. Ellos están saliendo de la primera etapa, la de la casa, para conocer el barrio y, al mismo tiempo, conocerse a ellos mismos también. Poco a poco, van haciendo incursiones en el resto del pueblo, se agrandan sus horizontes y vivencias, su conocimiento de ellos mismos.
La novela está ambientada a principios de los 90 y nos habla de una España donde aún se podía jugar en la calle sin que te vigilasen tus padres y el mayor problema era pegarle un pelotazo a un coche o al cristal del bar. ¿Qué ha pasado entre entonces y ahora?
Sí, los de mi generación nos criamos en la calle y esto ya no pasa en muchos sitios. Salíamos después de hacer los deberes y volvíamos a casa cuando nuestras madres nos llamaban para cenar. Ahora hay niños que solo pisan la calle para ir y volver al colegio. Se crían en casa, en las clases particulares o las actividades extraescolares. También las consolas han cambiado la forma de divertirse: ahora lo hacen solos en sus casas. Antes, cuando empezaron a salir la Game Boy o la Game Gear, nosotros las bajábamos a la calle y jugábamos todos con ellas, cuando no había un balón. Antes no había tanto miedo a que estuviéramos solos. Únicamente estaba prohibido cruzar la calle, dar balonazos a los coches o a los cristales del bar. Es otro paso de ese avance que nos imponen: antes en los pueblos las puertas de las casas estaban siempre abiertas; ahora nadie se atreve a dejarlas cerradas sin dos vueltas de llave.
DESCANSO (O EL AUTOR COMO FUTBOLISTA)
Tu posición en el campo es la de...
Punta o media punta.
¿Titular o revulsivo desde el banquillo?
Titular, casi siempre.
El partido más importante que has jugado fue...
Aunque he jugado tres fases de ascenso a segunda regional, solo he jugado dos partidos: uno con el Alcázar y otro con el Parets. El tercero fue también con el Alcázar, pero yo estaba estudiando en Salamanca y no pude jugarlo porque tenía exámenes. Aparte de esos, los derbis contra el Nela cuando jugaba en el Alcázar: esos eran los partidos que todos queríamos jugar.
Marca de balón: ¿Mikasa o Etrusco?
Etrusco.
Y la historia del fútbol local te recordará por...
Por nada en particular, aunque en el último partido de liga con el Parets, marqué el gol número 100 que nos hizo campeones. Pero el trabajo ya lo habíamos hecho antes: ese gol solo fue la culminación de todo un año.
LAS CHICAS TAMBIÉN JUEGAN
La novela contiene mucho diálogo. Es, con diferencia, tu recurso literario preferido. ¿Qué papel desempeña lo coloquial en tu manera de narrar?
Sí, hay mucho diálogo. De hecho, es la herramienta que hace avanzar la trama ya que el narrador apenas interviene, a no ser para hablar de lo que se ve. Me gusta el diálogo porque no hay trampa ni cartón: las palabras que usa cada personaje delatan su estado de ánimo, sus verdaderas intenciones o sus mentiras. Lo que dicen habla de eso que está dentro de ellos y que no se podría ver de otra manera. En cuanto a lo coloquial, es un rasgo que va con la naturaleza de los personajes.
Los personajes dan muchas vueltas y pasan bastante tiempo cerca de una piscina, que en su momento estuvo llena de agua y que ahora está vacía. ¿Por qué es tan importante esa piscina?
Simboliza el paso del tiempo: el agua marcó la buena época de la urbanización, cuando los pisos de protección oficial franquistas eran nuevos; y la no tan buena, en los 90 que narra la novela, vacía y olvidada. Curiosamente, hoy la piscina está cubierta de hormigón, como simbolizando que el tiempo todo lo sepulta. En la novela, estaba vacía, y eso nos permitía saltar dentro de ella a pasar las tardes. De hecho, funcionaba como un lugar de encuentro: si alguno estaba solo porque nadie más había bajado, esperaba en la piscina. Además, podías jugar dentro al fútbol tú solo, como hace Koldo en uno de los capítulos.
Uno de los hallazgos de Fuera de juego es Noelia; ella juega al fútbol como uno más. En los 90, lo del fútbol femenino era raro. ¿Es realidad o ficción esta historia de Noelia?
Realidad. Noelia, en lo futbolístico, está basada en mi hermana. Desde bien pequeña, jugaba conmigo y con mis amigos en el barrio. Era una máquina: chutaba más fuerte que nosotros, tenía visión, toque, remataba de cabeza, hacía goles a puñados... Ella y sus amigas formaron un equipo de fútbol sala en su colegio para jugar la liga escolar, y quedaron campeonas de Burgos y terceras de Castilla y León. Eran tan buenas que incluso el equipo del pueblo, el Alcázar, formó con ellas su primer equipo femenino para jugar en campo grande. A las chicas les costó adaptarse, pero al final mi hermana metía goles incluso desde mitad del campo. Jugó con la selección de Burgos. Mis amigos siempre me vacilaban diciendo que ella era quien me había enseñado a jugar al fútbol. De hecho, cuando ella tenía 16 o 17 años, la convocó la selección española...; pero renunció: le daba vergüenza no conocer a sus compañeras y se le hacía un mundo viajar sola fuera del pueblo. Ella siempre lo dijo: «Juego al fútbol por divertirme con mis amigas», y así lo hizo.
ORGASMOS Y GOLES FUTUROS
¿Con qué narradores españoles te sientes en deuda?
He leído mucho a Miguel Delibes, del que me encantan Las Ratas, Cinco horas con Mario o Los santos inocentes. Delibes utiliza en muchos textos a los niños como protagonistas, igual que Juan Marsé. De este último recuerdo especialmente Si te dicen que caí, que me gustó mucho. También estoy en deuda con los cuentos de Ignacio Aldecoa, que juraría habérmelos leído todos, o con el trato de lo rural que usa Llamazares en algunas de sus novelas. Entre los narradores contemporáneos, me quedaría con los primeros títulos de Ray Loriga y con todos los de Félix Romeo.
Ahora que la has publicado y que ya sabes lo que cuesta llegar
hasta ella, imagino que lo tendrás más claro. ¿Para qué sirve una
primera novela?
Sobre todo para saber el esfuerzo que hay detrás de trabajar con un texto tan largo. Me ha servido para ver todo el proceso de publicación, de corregir y reescribir hasta que sientes que lo has dado todo en el texto. He aprendido mucho. Ha sido un proceso de aprendizaje largo y duro que espero que se vea reflejado en futuros textos.
A los futbolistas siempre les pregunta qué es un gol y no terminan de ponerse de acuerdo en si es o no como un orgasmo, si es mejor o peor... ¿Qué se siente cuando se termina la primera novela y, digámoslo así, cuando uno mete su primer gol literario?
Las dos cosas, escribir una novela y marcar un gol, tienen en común que ambas culminan un trabajo previo. En la primera, mucho más largo y duro que una semana de entrenamientos; pero sí que podría decirse que hay algo parecido en la explosión interior que provoca marcar un gol y la de culminar un texto. Diría más: creo que culminar una novela se parece a marcar un gol después de haber estado lesionado y haberse pasado mucho tiempo de rehabilitación, de entrenar solo, después con el equipo y, tras esperar en el banquillo, salir a jugar mediado el partido y marcar un gol. Ese gol es especial porque ha costado mucho. Aunque, sin duda, de los tres, me quedo con el orgasmo...
Por tu manera de narrar, parece que eres de los escritores que encuentran historias que contar a todas horas. ¿Qué viene después de Fuera de juego?
Ya he cerrado la etapa de la infancia y me gustaría continuar con personajes más adolescentes, con problemas más vinculados al mundo adulto. También quiero probar otro tipo de narrador, otra manera de contar historias, de ver el fútbol o la ciudad.
En una novela con tanto niño suelto dándole patadas a un balón, ¿qué papel desempeñan los personajes adultos como los padres, los vecinos del barrio, etc.?
El mundo adulto funciona como caja de resonancia para que el mundo de los chavales alcance sentido completo. Sin el uno, el otro no tiene sentido. Del choque entre los dos mundos surge el material narrativo. Los adultos son el contrapunto de los chicos. Son las dos caras de la misma moneda.
Fuera de juego muestra al lector algunas peculiaridades de un pueblo de frontera, en este caso entre las provincias de Burgos y Bilbao, donde nunca está muy claro si los habitantes son más vascos que burgaleses o viceversa. Además de porque sea el lugar de tu infancia, ¿había alguna intención literaria tras la elección de esa geografía?
Es un tema curioso. Hay partes de mi pueblo (y de otros de la zona) que se quedan vacías durante el invierno porque son de los veraneantes de Bilbao. La novela no ahonda en el tema porque son los chavales los que lo ven y lo hacen de una manera simple: los vascos vienen cuando tienen fiesta a desconectar del estrés de la gran ciudad. El pueblo se llena de gente que le da vida y beneficio a los negocios, como al bar Rojo. Pero también está la mezcla de gente, como los padres de Koldo o la chica con la que se enrolla Lolo el fin de semana. Quería mostrar la mezcla que se da en la frontera, un sitio donde no quedan claros los límites de esos otros muros que a veces levanta la política.
Salvo por algunos pasajes donde vemos algunas otras zonas del pueblo, en general, la novela transcurre en un barrio y narras un microcosmos muy particular: el del edificio de viviendas en forma de U. Es decir, la unidad de lugar es pequeñita, muy localizada. ¿Por qué?
Porque concuerda con los personajes. Ellos crecen en un pequeño microcosmos, en el barrio. Es su mundo. A partir de ahí conocerán el resto del pueblo y siempre lo verán marcado por esa visión que tienen de su barrio. La casa, el barrio, el pueblo. Ellos están saliendo de la primera etapa, la de la casa, para conocer el barrio y, al mismo tiempo, conocerse a ellos mismos también. Poco a poco, van haciendo incursiones en el resto del pueblo, se agrandan sus horizontes y vivencias, su conocimiento de ellos mismos.
La novela está ambientada a principios de los 90 y nos habla de una España donde aún se podía jugar en la calle sin que te vigilasen tus padres y el mayor problema era pegarle un pelotazo a un coche o al cristal del bar. ¿Qué ha pasado entre entonces y ahora?
Sí, los de mi generación nos criamos en la calle y esto ya no pasa en muchos sitios. Salíamos después de hacer los deberes y volvíamos a casa cuando nuestras madres nos llamaban para cenar. Ahora hay niños que solo pisan la calle para ir y volver al colegio. Se crían en casa, en las clases particulares o las actividades extraescolares. También las consolas han cambiado la forma de divertirse: ahora lo hacen solos en sus casas. Antes, cuando empezaron a salir la Game Boy o la Game Gear, nosotros las bajábamos a la calle y jugábamos todos con ellas, cuando no había un balón. Antes no había tanto miedo a que estuviéramos solos. Únicamente estaba prohibido cruzar la calle, dar balonazos a los coches o a los cristales del bar. Es otro paso de ese avance que nos imponen: antes en los pueblos las puertas de las casas estaban siempre abiertas; ahora nadie se atreve a dejarlas cerradas sin dos vueltas de llave.
DESCANSO (O EL AUTOR COMO FUTBOLISTA)
Tu posición en el campo es la de...
Punta o media punta.
¿Titular o revulsivo desde el banquillo?
Titular, casi siempre.
El partido más importante que has jugado fue...
Aunque he jugado tres fases de ascenso a segunda regional, solo he jugado dos partidos: uno con el Alcázar y otro con el Parets. El tercero fue también con el Alcázar, pero yo estaba estudiando en Salamanca y no pude jugarlo porque tenía exámenes. Aparte de esos, los derbis contra el Nela cuando jugaba en el Alcázar: esos eran los partidos que todos queríamos jugar.
Marca de balón: ¿Mikasa o Etrusco?
Etrusco.
Y la historia del fútbol local te recordará por...
Por nada en particular, aunque en el último partido de liga con el Parets, marqué el gol número 100 que nos hizo campeones. Pero el trabajo ya lo habíamos hecho antes: ese gol solo fue la culminación de todo un año.
LAS CHICAS TAMBIÉN JUEGAN
La novela contiene mucho diálogo. Es, con diferencia, tu recurso literario preferido. ¿Qué papel desempeña lo coloquial en tu manera de narrar?
Sí, hay mucho diálogo. De hecho, es la herramienta que hace avanzar la trama ya que el narrador apenas interviene, a no ser para hablar de lo que se ve. Me gusta el diálogo porque no hay trampa ni cartón: las palabras que usa cada personaje delatan su estado de ánimo, sus verdaderas intenciones o sus mentiras. Lo que dicen habla de eso que está dentro de ellos y que no se podría ver de otra manera. En cuanto a lo coloquial, es un rasgo que va con la naturaleza de los personajes.
Los personajes dan muchas vueltas y pasan bastante tiempo cerca de una piscina, que en su momento estuvo llena de agua y que ahora está vacía. ¿Por qué es tan importante esa piscina?
Simboliza el paso del tiempo: el agua marcó la buena época de la urbanización, cuando los pisos de protección oficial franquistas eran nuevos; y la no tan buena, en los 90 que narra la novela, vacía y olvidada. Curiosamente, hoy la piscina está cubierta de hormigón, como simbolizando que el tiempo todo lo sepulta. En la novela, estaba vacía, y eso nos permitía saltar dentro de ella a pasar las tardes. De hecho, funcionaba como un lugar de encuentro: si alguno estaba solo porque nadie más había bajado, esperaba en la piscina. Además, podías jugar dentro al fútbol tú solo, como hace Koldo en uno de los capítulos.
Uno de los hallazgos de Fuera de juego es Noelia; ella juega al fútbol como uno más. En los 90, lo del fútbol femenino era raro. ¿Es realidad o ficción esta historia de Noelia?
Realidad. Noelia, en lo futbolístico, está basada en mi hermana. Desde bien pequeña, jugaba conmigo y con mis amigos en el barrio. Era una máquina: chutaba más fuerte que nosotros, tenía visión, toque, remataba de cabeza, hacía goles a puñados... Ella y sus amigas formaron un equipo de fútbol sala en su colegio para jugar la liga escolar, y quedaron campeonas de Burgos y terceras de Castilla y León. Eran tan buenas que incluso el equipo del pueblo, el Alcázar, formó con ellas su primer equipo femenino para jugar en campo grande. A las chicas les costó adaptarse, pero al final mi hermana metía goles incluso desde mitad del campo. Jugó con la selección de Burgos. Mis amigos siempre me vacilaban diciendo que ella era quien me había enseñado a jugar al fútbol. De hecho, cuando ella tenía 16 o 17 años, la convocó la selección española...; pero renunció: le daba vergüenza no conocer a sus compañeras y se le hacía un mundo viajar sola fuera del pueblo. Ella siempre lo dijo: «Juego al fútbol por divertirme con mis amigas», y así lo hizo.
ORGASMOS Y GOLES FUTUROS
¿Con qué narradores españoles te sientes en deuda?
He leído mucho a Miguel Delibes, del que me encantan Las Ratas, Cinco horas con Mario o Los santos inocentes. Delibes utiliza en muchos textos a los niños como protagonistas, igual que Juan Marsé. De este último recuerdo especialmente Si te dicen que caí, que me gustó mucho. También estoy en deuda con los cuentos de Ignacio Aldecoa, que juraría habérmelos leído todos, o con el trato de lo rural que usa Llamazares en algunas de sus novelas. Entre los narradores contemporáneos, me quedaría con los primeros títulos de Ray Loriga y con todos los de Félix Romeo.
El autor y sus juglares: C. Bértolo (editor, izq.) y yo (dcha.) |
Sobre todo para saber el esfuerzo que hay detrás de trabajar con un texto tan largo. Me ha servido para ver todo el proceso de publicación, de corregir y reescribir hasta que sientes que lo has dado todo en el texto. He aprendido mucho. Ha sido un proceso de aprendizaje largo y duro que espero que se vea reflejado en futuros textos.
A los futbolistas siempre les pregunta qué es un gol y no terminan de ponerse de acuerdo en si es o no como un orgasmo, si es mejor o peor... ¿Qué se siente cuando se termina la primera novela y, digámoslo así, cuando uno mete su primer gol literario?
Las dos cosas, escribir una novela y marcar un gol, tienen en común que ambas culminan un trabajo previo. En la primera, mucho más largo y duro que una semana de entrenamientos; pero sí que podría decirse que hay algo parecido en la explosión interior que provoca marcar un gol y la de culminar un texto. Diría más: creo que culminar una novela se parece a marcar un gol después de haber estado lesionado y haberse pasado mucho tiempo de rehabilitación, de entrenar solo, después con el equipo y, tras esperar en el banquillo, salir a jugar mediado el partido y marcar un gol. Ese gol es especial porque ha costado mucho. Aunque, sin duda, de los tres, me quedo con el orgasmo...
Por tu manera de narrar, parece que eres de los escritores que encuentran historias que contar a todas horas. ¿Qué viene después de Fuera de juego?
Ya he cerrado la etapa de la infancia y me gustaría continuar con personajes más adolescentes, con problemas más vinculados al mundo adulto. También quiero probar otro tipo de narrador, otra manera de contar historias, de ver el fútbol o la ciudad.
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