De Escarnio, la segunda novela de Coradino Vega me enganchó, sobre todo, el tema que aborda. De hecho, la leí casi del tirón. Si bien la contraportada hace hincapié en el desclasamiento del protagonista, Carlos García —un brillante estudiante de Derecho que deja la universidad de Huelva para continuar su carrera en la Complutense de Madrid—, yo he leído este libro también desde un lugar algo más vitalista. Al fin y al cabo, trae a colación algunas cuestiones que muchos universitarios de provincias hemos conocido.
A saber: el hijo universitario como carga económica para unos padres humildes que deben pedir un crédito, la presión que supone mantener un boletín repleto de matrículas de honor, la ansiedad derivada de ser el primer miembro de la familia que accede a la universidad, la búsqueda o necesidad de encontrar mentores intelectuales —diferentes a los padres— cuando tienes 18 años o las grietas que aparecen en la vida cuando uno cambia un entorno controlado (tu pueblo, tu ciudad) por uno nuevo y más grande (a veces incluso extranjero). Todo eso y más es lo que le sucede a Carlos García, quien a duras penas sabe qué tiene que hacer para mantenerse fiel a sí mismo en un momento vital donde los cambios a su alrededor son mayúsculos.
Como trasfondo de ese conflicto vital, aparece un decorado típicamente universitario: el colegio mayor, una institución venida a menos generación tras generación. A Carlos, y pese a que su mentor había tratado de conseguirle plaza en uno laico, la universidad le ha asignado el Pío IX, un elitista colegio mayor católico donde se hospedan los hijos de la más rancia élite de la derecha española. Él, hijo de un ferretero y de una ama de casa, no encaja en aquel ambiente. Y no lo hace, en parte, por la diferencia de clase; pero, sobre todo, porque él es un tío humilde, estudioso y responsable, convencido de que el esfuerzo y el mérito sirven de algo en esta vida... Y en eso, sus compañeros piononos le llevan ventaja: saben que lo importante son los contactos, la red social, el tráfico de influencias; no los títulos o unas notas excelentes.
De hecho, algo que narra bien Escarnio (Caballo de Troya, 2014) es que un expediente académico brillante muchas veces no alcanza para equilibrar la ventaja que otros tienen por ser hijos o hijas de un empresario relevante o de un alto cargo en un ministerio. Lo otro que nos muestra la novela es que los hijos de esa élite, más que cultos y estudiosos protoconservadores que analizan con finura a Friedman, Hayek o Smith, son y se comportan como mafiosillos de tinte filofascista. De hecho, más que aspirar a ser intelectuales o economistas a lo Chicago Boys parecen limitarse a ver «guarros» y «etarras» por todas partes.
Como trasfondo de ese conflicto vital, aparece un decorado típicamente universitario: el colegio mayor, una institución venida a menos generación tras generación. A Carlos, y pese a que su mentor había tratado de conseguirle plaza en uno laico, la universidad le ha asignado el Pío IX, un elitista colegio mayor católico donde se hospedan los hijos de la más rancia élite de la derecha española. Él, hijo de un ferretero y de una ama de casa, no encaja en aquel ambiente. Y no lo hace, en parte, por la diferencia de clase; pero, sobre todo, porque él es un tío humilde, estudioso y responsable, convencido de que el esfuerzo y el mérito sirven de algo en esta vida... Y en eso, sus compañeros piononos le llevan ventaja: saben que lo importante son los contactos, la red social, el tráfico de influencias; no los títulos o unas notas excelentes.
De hecho, algo que narra bien Escarnio (Caballo de Troya, 2014) es que un expediente académico brillante muchas veces no alcanza para equilibrar la ventaja que otros tienen por ser hijos o hijas de un empresario relevante o de un alto cargo en un ministerio. Lo otro que nos muestra la novela es que los hijos de esa élite, más que cultos y estudiosos protoconservadores que analizan con finura a Friedman, Hayek o Smith, son y se comportan como mafiosillos de tinte filofascista. De hecho, más que aspirar a ser intelectuales o economistas a lo Chicago Boys parecen limitarse a ver «guarros» y «etarras» por todas partes.
En el otro extremo del péndulo ideológico, la novela habla de un asesinato que marcó —o al menos debería haberlo hecho— a la generación universitaria del momento: el de Francisco Tomás y Valiente. No se trata de establecer jerarquías entre los más de 800 asesinatos de ETA, pero quienes estábamos en la universidad en la segunda mitad de los 90 deberíamos recordar que este catedrático de Derecho y exmiembro del Tribunal Constitucional fue asesinado a tiros en su despacho mientras hablaba por teléfono. Debería ser un hito al que asociar esa etapa de nuestra vida. Sus asesinos lo mataron porque sí, porque en un momento dado ETA nos convirtió a todos en objetivo, y más aún a alguien que se animó a escribir artículos como este: «ETA y nosotros». Escarnio le rinde un merecido homenaje a esa figura.
Esa oposición o contraste de violencias en el ámbito universitario me parece, junto a la zozobra del protagonista tratando de mantenerse fiel a sí mismo, el gran acierto del texto.
Esa oposición o contraste de violencias en el ámbito universitario me parece, junto a la zozobra del protagonista tratando de mantenerse fiel a sí mismo, el gran acierto del texto.
Buena segunda novela de Coradino Vega. Como en el caso de su estupenda El hijo del futbolista, una excelente compañía para revisar quiénes éramos y en quiénes nos hemos convertido. Que los hados le sean favorables a este autor onubense y que lleguemos a leer su tercer libro.
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