El otro día, viendo Bird, la película que Clint Eastwood filmó sobre Charlie Parker, me acordé de Emil Cioran y de sus reflexiones sobre las taras en los artistas. En un momento de la película, Parker entra en el baño, coge un frasco de yodo que ve en el botiquín y se lo bebe. Su esposa, que ya sabe de las tendencias autodestructivas de su marido, pide a los del hospital que lo ingresen en la unidad de psiquiatría.
En un momento dado, el psiquiatra y la esposa de Parker dialogan sobre el enfermo. El médico, muy en el espíritu de la época, propone darle unos electroshocks... Ella se niega y arguye que su marido es una persona extraordinariamente creativa y que, en parte, su talento para componer o improvisar procede del desastre de vida que lleva (heroína, alcohol, una hija muerta, etc.). Entonces el psiquiatra va y le plantea la pregunta del millón de dólares: «¿Usted quiere un músico o un marido?».
En un momento dado, el psiquiatra y la esposa de Parker dialogan sobre el enfermo. El médico, muy en el espíritu de la época, propone darle unos electroshocks... Ella se niega y arguye que su marido es una persona extraordinariamente creativa y que, en parte, su talento para componer o improvisar procede del desastre de vida que lleva (heroína, alcohol, una hija muerta, etc.). Entonces el psiquiatra va y le plantea la pregunta del millón de dólares: «¿Usted quiere un músico o un marido?».
Naturalmente, ella, amante del jazz desde que era niña, pide lo imposible: los dos. Uno va con el otro y vicerversa. Sin embargo, la película más bien contesta que no le quedó más remedio que querer al creador del bebop, al ser humano que necesitaba tocar tanto como inyectarse heroína para calmar sus dolores.
Impactado por la desgraciada vida del Charlie Parker, rebusqué entre mis libros y encontré esto que subrayé hace años en Conversaciones con Cioran (Tusquets, 1996):
ENTREVISTADOR.— Usted dice que el escritor escribe siempre sobre sí mismo. ¿Cómo pudo Dostoyevski encontrar todo eso en sí mismo?
EMIL CIORAN. —Porque sufrió mucho, lo dice él mismo. Eso es el conocimiento. Por el sufrimiento y no por la lectura es como se adquiere. En la lectura, hay como una distancia. La vida es la verdadera experiencia: todos los fracasos que se pueden sufrir, las reflexiones que de ellos se desprenden. Todo lo que no es experiencia interior no es profundo. Puedes leer miles de libros, pero no serán una verdadera escuela, al contrario de la experiencia de la desdicha, que todo lo afecta profundamente. La vida de Dostoyevski fue un infierno. Vivió todas las adversidades, todas las tensiones. Seguramente es el escritor más profundo en las expresiones interiores. Fue hasta el límite extremo.
Y un poco antes, el filósofo rumano ya había dicho algo en la misma línea:
(...) Todo en la vida depende de las experiencias que hemos tenido, si tienen una sustancia o no. Si es algo puramente intelectual, carece de valor. El intelectual francés es un poco así. Todo depende del contenido interior, no de la inteligencia, porque la inteligencia como tal es la nada. Si no hay contenido interior, una idea no puede conocer la experiencia.
No quiero ensalzar el martirio del artista como vía para acceder a la genialidad; tan solo quiero subrayar esa reflexión tan radicalmente vitalista de Cioran que viene tan al pelo de Charlie Parker: «La vida es la verdadera experiencia: todos los fracasos que se pueden sufrir, las reflexiones que de ellos se desprenden. Todo lo que no es experiencia interior no es profundo». Basta compararla con esta cita de Parker: «La música es tu propia experiencia, tus propios pensamientos, tu sabiduría. Si no la vives, no va a salir de tu cuerno. Te dicen que hay una línea limitadora para la música. Pero, man, no hay fronteras para el arte».
PD. De yapa, Todas las cosas que eres.
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