En mi edición de Los santos inocentes, hay una carta que precede a la novela. Allí, Miguel Delibes explica que la obra no tiene motivaciones políticas. Dice así la misiva de don Miguel:
La situación de sumisión e injusticia que el libro plantea, propia de los años 60, y la subsiguiente «rebelión del inocente» ha inducido a algunos a atribuir a la novela una motivación política, cosa que no es cierta. No hay política en este libro. Sucede, simplemente, que este problema de vasallaje y entrega resignada de los humildes subleva tanto —por no decir más— a una conciencia cristiana como a un militante marxista. Afortunadamente, creo, estas reminiscencias van poco a poco quedando atrás en nuestra historia.
He releído hace poco la novela y no sé qué me sorprende más: si lo de la política o lo del vasallaje. Imagino que Delibes debía de referirse a que Los santos inocentes no es un libro como La primavera de Praga (Bibliotex, 1968), donde abundan frases de este tenor: «(...) en las sociedades capitalistas, el paternalismo trata de sustituir con frecuencia a la justicia», «Los políticos no tienen derecho a dificultar las relaciones entre los hombres», etc. Quizá se refiera eso, no lo sé. A saber qué pensaba Delibes en 1984, cuando escribió esa carta. Pero, bueno, si él sostiene que la novela no contiene política, sus razones tendrá.
Por mi parte, me parece claro todo lo contrario. Y más aún en el 2013. En el fragmento que reproduzco más abajo —una suerte de monólogo del señorito Iván en presencia de un ministro con quien ha compartido cacería—, este personaje aborda asuntos tan actuales como la crisis de autoridad, que los jóvenes no aceptan jerarquías o que la sociedad se divide entre quienes están arriba y quienes están abajo. Es más: hasta me imagino a Francisco Marhuenda, director de La Razón, o a Bieito Rubido, director de ABC, en el papel de señorito Iván y a Wert o a Fernández Díaz haciendo de ministro oyente mientras comentan el 15M (por decir una fecha que me viene hoy a la cabeza):
Por mi parte, me parece claro todo lo contrario. Y más aún en el 2013. En el fragmento que reproduzco más abajo —una suerte de monólogo del señorito Iván en presencia de un ministro con quien ha compartido cacería—, este personaje aborda asuntos tan actuales como la crisis de autoridad, que los jóvenes no aceptan jerarquías o que la sociedad se divide entre quienes están arriba y quienes están abajo. Es más: hasta me imagino a Francisco Marhuenda, director de La Razón, o a Bieito Rubido, director de ABC, en el papel de señorito Iván y a Wert o a Fernández Díaz haciendo de ministro oyente mientras comentan el 15M (por decir una fecha que me viene hoy a la cabeza):
(...) el señorito Iván intentaba ganarse al Quirce, insuflarle un poquito de entusiasmo, pero el muchacho, sí, no, puede, a lo mejor, mire, cada vez más lejano y renuente, y el señorito Iván iba cargándose como de electricidad, y así que concluyó el cacerio, en el amplio comedor de la Casa Grande, se desahogó,
los jóvenes, digo, Ministro, no saben ni lo que quieren, que en esta bendita paz que disfrutamos les ha resultado todo demasiado fácil, una guerra les daba yo, tú me dirás, que nunca han vivido como viven hoy, que a nadie le faltan cinco duros en el bolsillo, que es lo que yo pienso, que el tener les hace orgullosos, que ¿qué diréis que me hizo el muchacho de Paco esta tarde?,
y el Ministro le miraba con el rabillo del ojo, mientras devoraba con apetito el solomillo y se pasaba cuidadosamente la servilleta blanca por los labios,
tú dirás,
y el señorito Iván,
muy sencillo, al acabar el cacerio, le largo un billete de cien, veinte duritos, ¿no?, y él, deje, no se moleste, que no, te tomas unas copas, hombre, y él, gracias, le he dicho que no, bueno, pues no hubo manera, ¿qué te parece?, que yo recuerdo antes, bueno, hace cuatro días, su mismo padre, Paco, digo, gracias, señorito Iván, o por muchas veces, señorito Iván, otro respeto, que se diría que hoy a los jóvenes les molesta aceptar una jerarquía, pero es lo que yo digo, Ministro, que a lo mejor estoy equivocado, pero el que más y el que menos todos tenemos que acatar una jerarquía, unos debajo y otros arriba, es ley de vida, ¿no?
y la concurrencia quedó unos minutos en suspenso, mientras el Ministro asentía y masticaba, sin poder hablar, y, una vez que tragó el bocado, se pasó delicadamente la servilleta blanca por los labios y sentenció,
la crisis de autoridad afecta ya a todos los niveles.
PD 01. Pensar en Los santos inocentes es acordarme del leitmotiv que recorre esas hojas: milana bonita. Y a la par, acordarme de una canción, Mujer en la ducha, de Ángel Petisme, en cuyo estribillo salen esas palabras. De ahí,
claro, saltaría a Paco Rabal —Azarías en la película— y enlazaría con una canción de Petisme donde sale la voz del actor: El tranvía verde. Aquí cuenta Petisme su relación con Francisco Rabal.
PD 02. Por cierto, Delibes le dedicó Los santos inocentes a Félix Rodríguez de la Fuente... Es curioso, pero hace unas semanas alguien me contó que el amigo Félix fue famoso en su tiempo, además de por su ecologismo y tal, por tener un Porsche. Incrédulo de mí, le he preguntado a Google y la respuesta está aquí.
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