Las ideas tienen consecuencias. La vida de la gente, el estado de la sociedad y el del planeta dependen en gran medida de los vientos que soplan, dicho de otro modo de la ideología dominante. Es como el agua para el pez que no sabe que se baña en ella. Condiciona la política, las leyes, la situación material y moral de cada cual. Gramsci lo comprendió. El pensador que desarrolló el concepto de «hegemonía cultural» habría visto sus observaciones confirmadas por la hegemonía neoliberal actual, cuya primacía sofocante en el mundo apenas empieza a disiparse.
Hemos vivido largo tiempo bajo la sentencia thachteriana TINA ('There is no alternative'). No hay ninguna alternativa a la privatización, al reino de los mercados financieros y de las empresas transnacionales, a la disminución de los poderes del Estado y al incremento sin precedentes de las desigualdades y de la precariedad, en los países llamados ricos y aún más masivamente en el Sur. No hay alternativa alguna al «ajuste estructural», esa mezcla económico-teológica, una sola y misma doctrina aplicable a todos, una doctrina que mata. En Francia, hemos adquirido la costumbre de llamar a esta doctrina «el pensamiento único».
Este pensamiento se vuelve un poco menos único en los tiempos que corren, y mejor que así sea. La idea de esta serie de libros «A favor y en contra» me gustó de inmediato. Dios sabe que estoy en «contra» de esta globalización liberal, de sus pompas y de sus obras, y dispuesta a luchar por mis convicciones. Yo creo que esta globalización es responsable de una parte de la miseria en el mundo y que se podría organizar perfectamente de otra manera la economía y la sociedad si existiese voluntad política de hacerlo. No debe extrañar a nadie que esta voluntad esté sobre todo al servicio de los que más se benefician de la situación actual. Le guste o no a la señora Thatcher, hay sin embargo, decenas de alternativas, y el capitalismo mundialmente integrado no tiene por qué ser sinónimo de condición humana ni del estado «natural» de la sociedad. Las leyes de esta economía no tienen nada de newtonianas y Dios no le dijo a Moisés en el Sinaí: «Serás neoliberal». En suma, nada de esto me parece inevitable.
Hemos vivido largo tiempo bajo la sentencia thachteriana TINA ('There is no alternative'). No hay ninguna alternativa a la privatización, al reino de los mercados financieros y de las empresas transnacionales, a la disminución de los poderes del Estado y al incremento sin precedentes de las desigualdades y de la precariedad, en los países llamados ricos y aún más masivamente en el Sur. No hay alternativa alguna al «ajuste estructural», esa mezcla económico-teológica, una sola y misma doctrina aplicable a todos, una doctrina que mata. En Francia, hemos adquirido la costumbre de llamar a esta doctrina «el pensamiento único».
Este pensamiento se vuelve un poco menos único en los tiempos que corren, y mejor que así sea. La idea de esta serie de libros «A favor y en contra» me gustó de inmediato. Dios sabe que estoy en «contra» de esta globalización liberal, de sus pompas y de sus obras, y dispuesta a luchar por mis convicciones. Yo creo que esta globalización es responsable de una parte de la miseria en el mundo y que se podría organizar perfectamente de otra manera la economía y la sociedad si existiese voluntad política de hacerlo. No debe extrañar a nadie que esta voluntad esté sobre todo al servicio de los que más se benefician de la situación actual. Le guste o no a la señora Thatcher, hay sin embargo, decenas de alternativas, y el capitalismo mundialmente integrado no tiene por qué ser sinónimo de condición humana ni del estado «natural» de la sociedad. Las leyes de esta economía no tienen nada de newtonianas y Dios no le dijo a Moisés en el Sinaí: «Serás neoliberal». En suma, nada de esto me parece inevitable.
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La globalización liberal (a favor y en contra), Susan George y Martin Wolf.
Este fragmento es de Susan George.
Anagrama, Colección Argumentos, Barcelona 2002.
PD. Entrevista en (nuestra extinta Teína) con Susan George.
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