
I
Más energía, carajo. Ataquen las bolsas de arena como si fuera el cuerpo de enemigos reales. Aprendan a despanzurrarlos sin asco. Si no esos hijos de puta los despanzurrarán a ustedes, hijos de puta... La guerra no es un corso de flores. Yo no quiero soldados estúpidos. La estupidez es todavía humana. Quiero soldados bestiales que relinchen la alegría de ser brutos. Bestias que obedezcan a gritos y pitos, que maten y destruyan porque la patria lo manda. Ya saben, entonces. Nada de tipos atorados de educación. ¡A la mierda los mimos de mamita! ¡A la mierda los melindres del capellán!
II
[...] la forja del hombre futuro no es una cuestión de mudas de ropas.
III
Sepan que el napalm es gasolina gelatinizada. Un arma terrible. Quema hasta la piedra. Su fuego pega a cualquier cosa. Si un individuo liga un beso de napalm, está frito, lo que se llama frito, en diez segundos. Son 1.300 grados de amor, que le calcinan la piel y le arruinan las vísceras instantáneamente.
IV
Bajo las armas, olvídese de sus ideas.
V
La autoridad es un alcohol súbito y se le fue instantáneamente a la cabeza. Son 60 grados de infatuación que compelen rigores y vesanías. Sin ese alcoholismo profesional, el ejército sería tan abstemio como el Ejército de Salvación.
y VI
Sin lacras ni excrementos no puede escribirse nada que agarre.
•
Vil & Vil. La gata parida, de Juan Filloy.
Editorial El cuenco de plata, Buenos Aires 2005.
El texto original es de 1975.
No hay comentarios:
Publicar un comentario