01 | La creatividad como elemento de supervivencia. Desde que empecé a leer Como si fuera poco (Irrupciones Grupo Editor, Montevideo 2014), de Roberto Appratto, no pude quitarme de la cabeza una frase que leí hace mucho tiempo en una biografía sobre Cesare Pavese: «La fantasía que tan bien me servía para hacer poesías no me sirve de nada en la vida». La reflexión estaba en una carta de amor que el escritor italiano había escrito quince años antes de suicidarse. Por alguna razón, siempre he recordado esa frase cambiando fantasía por creatividad, y desde entonces le he agradecido a su biógrafa, la chilena María Luz Uribe, que instalara en mi cabeza la idea de que la función más alta de la creatividad —la fantasía— es superar los obstáculos narrativos y puntos de giro de la vida. La literatura está después. De algún modo, digo, esta novela uruguaya explora esa idea: la creatividad como herramienta de supervivencia.
02 | El argumento. Una noche, un hombre casado, con tres hijos y algo más de 50 años mira a su alrededor y se da cuenta de que su matrimonio está definitivamente agotado; después de haberlo hablado muchas veces con su esposa, se dice, ha llegado el momento de separarse. El resultado de tal decisión es que su esposa se marcha a Israel con los tres hijos y él se queda solo en Montevideo. Además, en esos meses también muere su madre. Para sobreponerse a tanto dolor junto, decide alienarse en el trabajo —es profesor de literatura y visitador médico—, refugiarse en el disfrute del arte y, dado que también es poeta, explorar a través de la escritura su «manera de vivir lo afectivo, dicho así, en general, de manera casi científica». Convertida su vida anterior en un montón de ruinas, la escritura se transforma para él «en una instancia de fabricación» de sí mismo, «a medias entre lo
sublime y lo ridículo». Escribir lo ayuda, por así decirlo, a «dominar la situación».
03 | La cultura, ¿nos salva de algo? Quizá sea una manera algo forzada de volver sobre la cita de Pavese... Pero yo diría que una de las preguntas que plantea Como si fuera poco es si la llamada alta cultura ayuda en algo cuando los heraldos negros vienen a darnos esos golpes-tan-duros-que-te-da-la-vida-y-yo-no-sé. En otras palabras: escuchar a Bill Evans, leer a Hanif Kureishi o Georg Trakl, enseñar en clase a Henry James, dar conferencias sobre Borges, traducir a Shakespeare o disfrutar del cine de David Lynch, ¿sirve de algo en mitad de un desgarramiento vital, en un momento donde se duda de todo? ¿En qué medida lo intelectual ayuda a una persona a fabricarse herramientas con que superar semejante trance? O por utilizar un ejemplo concreto del libro: ¿cómo mezclan el Silence, de Keith Jarret, y el primer párrafo de Nadie nunca nada, de Juan José Saer, con una crisis sobre el amor, la paternidad, la orfandad y demás agenda de asuntos importantes en la vida?
04 | El yo como sujeto de la narración. Si bien el texto contiene material autobiográfico, el autor se toma muy en serio distanciarse de los libros al uso. De hecho, se lo advierte al lector: «Por suerte esto no es
una biografía, sino la escritura de la vida, una parte de la vida, de
unos años en que la vida se hizo más evidente». Y se acerca a ese momento desde un punto de vista intelectual, con un tono desapasionado y con plena autoconciencia. Más que un hombre abrumado por las circunstancias, Appratto parece un entomólogo que, tras la implosión de casi todo cuanto alguna vez fue, analiza con fruición los productos mentales que flotan ante sí y sus correspondientes «adherencias emocionales». De ahí que despliegue un complejo y rico plano reflexivo que va más allá de él y de sus circunstancias. Un plano literario cuyo programa artístico podría este: «... pasar de la literatura a la vida, del proyecto de escritura a una
reflexión sobre lo creativo de la propia historia de vida sin perder
nada por el camino».
05 | Razones para escribir. Escribir es pensar, sostiene el autor. Es más: la literatura es un «gesto que se precipita sobre un punto para
movilizar el pensamiento». Y aún más: al escribir ponemos en liza lo que sabemos, pero
también lo que no sabemos. He ahí tres razones de peso que empujan al narrador a escribir con regularidad, en cualquier rincón, sin concederle victoria alguna a la pereza; escribir lo ayuda a poner el foco sobre su desgarro y elaborar, a partir de su conocimiento literario, pensamiento sobre él. Al fin y al cabo, Appratto afirma que la escritura es una oportunidad para «hacer presente el orden del mundo» y que le permite consignar, de manera casi científica, «qué era la vida, qué es, qué
forma tiene o qué forma se le puede dar». Con todo, quizá la gran razón para escribir sea una cuarta: la escritura es una herramienta que permite integrar todas las experiencias y autoconstruirse, salir adelante, leer lo pasado con otros ojos y transformarlo en el presente. Es decir: la escritura ayuda, a diferencia de Pavese, a «no irse».
06 | Imágenes discursivas. Como si fuera poco es una novela de tono reflexivo que contiene en sí
misma una idea de la literatura. De hecho, el propio autor explica su preferencia
«por pensar en abstracto, a
especular sobre cualidades y esencias más que sobre entidades reales». O
dicho de otro modo: prefiere lo discursivo a la
narración por imágenes. Tanto es así que incluso redefine el concepto de imagen como el «campo de acción del pensamiento,
de dimensiones variables, de contenido fluido, y que vive en una
relación de extrema tensión con las palabras». Cada capítulo o sección está formado muchas veces por un solo párrafo, un párrafo que puede llegar a ocupar incluso algo más de una página y que, a su vez, suele ir ganando espesor a través de oraciones —como esta— que serpentean a través de las subordinadas y aclaraciones; pues bien, cada uno de esos párrafos viene a ser una imagen discursiva. También, si hacemos caso de lo que dice el libro, el fraseo es un guiño a Henry James.
07 | Hacia una lenguaje limpio (y un pensamiento transparente). Debo reconocer que la novela me ha llenado la cabeza de ideas... Y eso me gusta: a falta de pelo, buenas son ideas, ¿no? Bromas aparte, uno de los efectos secundarios que me ha dejado Como si fuera poco es la sensación de que algunos seres humanos necesitamos escribir —leer— para cuestionar las palabras, para no repetirlas sin sentido, para impedir que se ablanden y que un buen día no podamos construir un pensamiento lo bastante creativo como para sacarnos de los cenagales en que nos metemos. Escribimos —leemos—, entre otras razones, para evitar el deterioro de nuestro lenguaje, esa herramienta con que nombramos el mundo y autoevaluamos nuestra presencia en él. Por eso, me atrevo a decir, Appratto es un autor de prosa transparente, sin manierismos ni concesiones a
lo melifluo; en autores como él, depurar la prosa es también depurar el pensamiento... Y depurar el pensamiento, cambiar la percepción sobre las cosas.
08 | Una estructura narrativa con hueco y bifurcaciones. Según nos explica el narrador, lo que sentimos o pensamos «... no se puede definir de un solo golpe, tal vez porque no haya lenguaje para eso». De ahí que dedique poco espacio a los momentos más dramáticos y que, además, evite reproducir la literalidad de lo sucedido. Al contrario, Appratto agujerea esa parte de la narración —nos hurta el meollo del cuento— y, a su alrededor, construye una estructura permanentemente elusiva. O dicho de otro modo: nunca sabemos gran cosa sobre el divorcio y el consiguiente viaje de los hijos a Israel; en cambio, nos enteramos de un montón de cosas relativas a las circunstancias que motivaron, despertaron o acompañaron a aquellos hechos. La verdad del relato, como explica el propio narrador, está en esas bifurcaciones narrativas, en lo digresivo, en la polvareda que levanta el edificio al caerse (no en la ruina en sí). Nunca hay en el libro la clásica Gran Explicación Sobre Lo Sucedido, sino eso otro que el autor da en llamar los «significados intermedios». Por algo, afirma que la historia no es la historia, sino los puntos de vista que la historia produce. También que «El cuento oculta lo que cuenta y lo convierte en un ruido que atraviesa las circunstancias».
09 | Más razones para escribir. Algo que me entusiasma de este libro es que está lleno de razones de por qué y para qué escribir. A saber: escribir porque hacerlo es «una forma privilegiada del presente»; escribir para marcar el contorno de la experiencia con una voz profunda y convertirla en conocimiento; escribir porque «Todo era, en realidad, demasiado claro, pero las cosas no son lo que son, sino el modo en que se las coloca»; escribir para hacer dialogar entre sí todas «las maneras de quedarse pensando»: las cosas, las imágenes, las palabras, los relatos, las músicas, las reducciones conceptuales, las maneras de vivir una situación...; escribir porque en algún momento la historia se abrirá «a un lugar donde no pensaba ir» y me llevará a un sitio que no estaba en mis planes; escribir para descubrir parcelas que desconocemos y encontrar algo inteligente que decir en una conversación con amigos. Escribir porque uno considera «la vida como un acto de lenguaje».
08 | Una estructura narrativa con hueco y bifurcaciones. Según nos explica el narrador, lo que sentimos o pensamos «... no se puede definir de un solo golpe, tal vez porque no haya lenguaje para eso». De ahí que dedique poco espacio a los momentos más dramáticos y que, además, evite reproducir la literalidad de lo sucedido. Al contrario, Appratto agujerea esa parte de la narración —nos hurta el meollo del cuento— y, a su alrededor, construye una estructura permanentemente elusiva. O dicho de otro modo: nunca sabemos gran cosa sobre el divorcio y el consiguiente viaje de los hijos a Israel; en cambio, nos enteramos de un montón de cosas relativas a las circunstancias que motivaron, despertaron o acompañaron a aquellos hechos. La verdad del relato, como explica el propio narrador, está en esas bifurcaciones narrativas, en lo digresivo, en la polvareda que levanta el edificio al caerse (no en la ruina en sí). Nunca hay en el libro la clásica Gran Explicación Sobre Lo Sucedido, sino eso otro que el autor da en llamar los «significados intermedios». Por algo, afirma que la historia no es la historia, sino los puntos de vista que la historia produce. También que «El cuento oculta lo que cuenta y lo convierte en un ruido que atraviesa las circunstancias».
09 | Más razones para escribir. Algo que me entusiasma de este libro es que está lleno de razones de por qué y para qué escribir. A saber: escribir porque hacerlo es «una forma privilegiada del presente»; escribir para marcar el contorno de la experiencia con una voz profunda y convertirla en conocimiento; escribir porque «Todo era, en realidad, demasiado claro, pero las cosas no son lo que son, sino el modo en que se las coloca»; escribir para hacer dialogar entre sí todas «las maneras de quedarse pensando»: las cosas, las imágenes, las palabras, los relatos, las músicas, las reducciones conceptuales, las maneras de vivir una situación...; escribir porque en algún momento la historia se abrirá «a un lugar donde no pensaba ir» y me llevará a un sitio que no estaba en mis planes; escribir para descubrir parcelas que desconocemos y encontrar algo inteligente que decir en una conversación con amigos. Escribir porque uno considera «la vida como un acto de lenguaje».
10 | El lenguaje es la vía. Lo que me queda tras leer esta novela es su intensidad intelectual; lo fecundo del movimiento reflexivo que propone sobre temas como la paternidad, el amor o la escritura; la belleza sobria de su prosa. Es un libro digno de alguien que considera que «escribir es un acto de alta precisión del pensamiento, un gesto que dirige la atención sobre un punto, y no sobre otro». De alguien que, como asegura en esta entrevista, acepta el mandato de Mallarmé de darle un sentido más puro a las palabras de la tribu y que considera que lo único que puede seguir resistiendo a todo es «el trabajo serio con el lenguaje». Un libro de un autor que ha elegido por tradición literaria, entre otros, a W. G. Sebald, David Foster Wallace o Mark Strand. Y uno de esos autores que, una vez te lees el primer libro, te quieres leer todos los demás.
P.D.: aquí se puede escuchar a Roberto Appratto presentando un libro sobre Marosa di Giorgio. Y aquí se puede ver el cortometraje Limbo, basado en la obra Se hizo de noche, donde Appratto reflexiona sobre lo que supuso la dictadura para la gente de su generación.
Actualización (16/05/16): he publicado en el blog la reseña de Íntima (Amuleto, Montevideo 2008) otra novela de Roberto Appratto.
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P.D.: aquí se puede escuchar a Roberto Appratto presentando un libro sobre Marosa di Giorgio. Y aquí se puede ver el cortometraje Limbo, basado en la obra Se hizo de noche, donde Appratto reflexiona sobre lo que supuso la dictadura para la gente de su generación.
Actualización (16/05/16): he publicado en el blog la reseña de Íntima (Amuleto, Montevideo 2008) otra novela de Roberto Appratto.
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