29 de noviembre de 2015

Irrupciones (parte 2,5), Mario Levrero

Esta ha sido una semana muy complicada por diversas circunstancias, así que no he tenido tiempo de cerrar la tercera parte de esta reseña, comentario, reflexión o lo que sea sobre Irrupciones (Criatura Editora, 2013), de Mario Levrero. A cambio, voy a transcribir un pasaje que Levrero le dedica a la publicidad en la irrupción n.º 37 y que, por razones de espacio, excluí de la sección que le dediqué a ese asunto en la entrada número 2. Además, el texto va muy a tono con la última —o antepenúltima, vaya usted a saber— moda: la de los vampiros.

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Hay una novela espléndida, que en español se titula Soy leyenda. Si no recuerdo mal, su autor es Richard Matheson. Se trata de un pueblo donde, a causa de una infección, todos se transforman en vampiros, menos el protagonista. Y los vampiros vienen a buscarlo, noche a noche, para que se deje morder y se contagie, y se una alegremente a ellos. Ahora me pregunto: yo ¿soy leyenda?

Lo sé, ya lo he dicho, que a todo hombre le llega el momento de reconocerse viejo, de reconocer que ya no tiene nuevas oportunidades en el mundo; que ya ha dejado de entender y de compartir el tiempo presente, y se está remontando sin prisa y sin pausa cada vez más hacia el pasado, que forzosamente le parecerá mejor porque en ese pasado él se sentía mejor. Siempre llega un momento —como le pasó a mi abuelo cuando las cajas de fósforos dejaron de venir con aquella gomita roja, en tiempos de guerra— en que el hombre se preguntaba: «¿Y ahora? ¿Cómo vamos a vivir?».

Yo quisiera saber si ha llegado ese momento para mí; si este problema de no poder convivir con la publicidad sonora significa que he quedado fuera del presente. Quisiera saber si las nuevas generaciones nacieron vacunadas contra la sugestión de la publicidad, o si simplemente ya no importa que el hombre pueda pensar por sí mismo, y sentir por sí mismo, y saber qué desea, qué quiere, por qué va a trabajar, por qué va a luchar, por qué va a vivir.

Quisiera que alguien tuviera el coraje de decírmelo. Y que tratara de explicarme esta nueva forma de vida; a lo mejor, todavía puedo hacer un esfuerzo más, como con la computadora, y adaptarme a los tiempos que corren.

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A este fragmento, yo diría que le pega, aunque solo sea por metonimia, la canción Ciudad vampira, de Nacho Vegas.

Tarde o temprano llegará la tercera —y espero que última parte—, siempre y cuando la vida ceje en su empeño de ponerme las cosas difíciles para bloguear... Entre tanto, quien quiera más, puede leer la primera parte de este texto, la segunda o entretenerse con esto y esto otro que escribí hace algunos años.

Actualización (13/12/15): Hubo tercera y última parte.

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