26 de noviembre de 2010

En Durango buscan a dos monjas

Ahora díganme cómo se llaman,
si no es mucha molestia hermanitas.
Una dijo: «Me llamo Sor Juana».
La otra dijo: «Me llamo ¡Sorpresa!».
Y se alzaron el hábito a un tiempo
y sacaron unas metralletas
y mataron a los federales
y se fueron en su camioneta.




Hasta que leí Trabajos del reino, de Yuri Herrera, yo apenas sabía algo de los narcocorridos. A través de las entrevistas y reseñas que leí sobre este autor mexicano conocí a Los Tigres del Norte. Ahora, en estos días, he terminado Hecho en México, de Lolita Bosch, donde además de encontrarme de nuevo con Los Tigres, he hallado otra perla del género: Grupo Exterminador. Desconozco a qué se debe esta incipiente mexicanización de mi vida (hace poco leí Dios es redondo, de Juan Villoro, y Damas chinas, de Mario Bellatín), pero me gusta.

Aquí va la letra completa del corrido.


Las dos monjas

Una troca salió de Durango
a las dos o tres de la mañana.

¡Viva México!

Una troca salio de Durango
a las dos o tres de la mañana.
Dos muchachas muy chulas llevaban
coca pura y también marihuana;
pero se disfrazaron de monjas
pa' poderlas llevar a Tijuana.

Los retenes de la carretera
a las monjas no las revisaban.
Tal vez era respeto al convento,
pero nunca se lo imaginaban...
que eran dos grandes contrabandistas
que en sus barbas la droga pasaban.

El agente que estaba de turno
en aquella inspección de Nogales,
por lo visto no era muy creyente
y enseguida empezó a preguntar
que «de dónde venían y qué traivan»,
dijo el jefe de los federales.

Muy serenas contestan las monjas:
«Vamos rumbo de un orfanatorio,
y las cajas que ve usted en la troka
son tecitos y leche de polvo
destinados pa' los huerfanitos.
Y si usted no lo cree, pues ni modo».

Dijo el jefe de los federales:
«Voy a hacer el chequeo de rutina.
Yo les pido disculpe hermanitas,
pero quiero a sacarme la espina...
Yo presiento que la leche en polvo
ya se les convirtió en cocaína».

Con un gesto de burla el agente
se arrimó y les dijo a las monjitas:
«Yo lo siento por los huerfanitos:
ya no van a tomar su lechita.

Ahora díganme cómo se llaman,
si no es mucha molestia hermanitas».
Una dijo: «Me llamo Sor Juana.
La otra dijo: «Me llamo ¡Sorpresa!».
Y se alzaron el hábito a un tiempo
y sacaron unas metralletas
y mataron a los federales
y se fueron en su camioneta.

En Durango se buscan dos monjas
que ya no han regresado al convento.
Y una cosa si les aseguro:
que llegaron con el cargamento,
Por hay dicen que están muy pesadas
y que viven allá, en Sacramento.

De Durango salieron dos monjas
a las dos o tres de la mañana.


PD. He leído esta reseña de Edmundo Paz Soldán sobre Trabajos del reino y «la función del arte en el sistema capitalista regida por los valores del narcotráfico». (Acá va la mía, más humilde, junto con una entrevista que le hice a Yuri Herrera para Teína. Y aquí otra entrevista, pero en RNE).

2 comentarios:

  1. Rubén A. Arribas, este narcocorrido suyo me compromete: Sor Juana, y relacionada con México... tendré a la Interpol detrás de mí en unas horas!

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  2. Usted ande tranquila que, con tanto revuelo internacional por las últimas revelaciones de Wikileaks, lo suyo (tenencia de armas, ataque a los tiros contra la autoridad, tráfico internacional de drogas y usurpación de nombre sacrosanto) tardará en resolverse.

    Es más: para cuando la Interpol quiera poner un par de agentes tras su pista, usted ya será una especie de inencontrable Cesarea Tinarejo escondida en el desierto de Sonora. (Con una cabañita en el Polonio o en el delta, cerca de Carmelo, también alcanza).

    Si tengo cualquier novedad (filtración) de lo suyo, le aviso por este mismo blog. Total, juraría que la Interpol no me tiene en su RSS. Digo: ¿para qué andar entonces con palomas mensajeras o indescifrables cifrados?

    PD. Por vía interna le paso mi cuenta corriente... Usted ya sabe para qué. Las donaciones, además de para granjearse amigos, sirven para desgravarse fiscalmente.

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