14 de enero de 2010

Maitena


No soy precisamente un hacha escaneando y usando programas de edición de imágenes... Lo sé. Perdón si la calidad de la de arriba, con ese sombreado desde la izquierda, es mejorable; pero nunca me ha tentado invertir tiempo en esa clase de asuntos, qué va a ser. Con que se vean las letras y los personajes, me conformo.

Ayer estaba leyendo un libro de Maitena que tengo por casa, Todas superadas (DeBolsillo, Barcelona 2010), y me detuve en esta viñeta, que me recordó algunas conversaciones con amigas. Estaba por dedicársela a alguna de ellas; pero después, con esto de que los blogs son públicos, pensé que podía buscarme un lío innecesario; así que mejor se la mandaré por correo. Decía, Maitena me hizo acordar de esos varones que he conocido o de los que mis amigas me han contado su historia: estaban casados, según ellos, con "brujas" (¿cuántas veces habré escuchado esta palabra?), mis amigas eran "la mujer ideal y no podían vivir sin ella" (¿y esta construcción?); pero, al final de la película, pasaban incluso años y ellos eran incapaces de divorciarse de las brujas para ser felices con las mujeres ideales. Y mis amigas, claro, estaban perfectas en su papel de plañideras que esperaban a Godot.

Moraleja: como en las telenovelas, nadie era feliz. Ni la bruja ni el galán ni la mujer ideal.

Probablemente, ni mis amigas eran tan ideales ni sus rivales tan brujas. Más bien, unas y otras, cada una a su manera, tenían alma de redentoras del sufrimiento ajeno y gozadoras del propio. También eran entre cabezotas y caprichosas: sin ÉL sólo vendría la soledad y, además, ese tío era para ellas y punto. Por tanto, al final, todo acababa en una suerte de "retroceder nunca, rendirse jamás" donde llovían balas a troche y moche, y donde la situación sólo se perpetuaba y las heridas cada vez iban siendo más hondas.

La vida tiene estas cosas: cuando no infravaloramos, sobrevaloramos (al prójimo como a nosotros mismos); el equilibrio y la mesura con las emociones no acostumbran a ser nuestro punto fuerte, qué remedio. También, intuyo, los hombres de los que se enamoraban mis amigas, tan galanes ellos, eran de los que intentaban impresionarlas en los restaurantes, en la cama o en cualquier otro lado con tal de no hacerlo donde debían... Donde fallamos todos, seamos varones o mujeres, en las pequeñas y grandes decisiones que construyen el aquí y ahora.

PD: Si es que ya se lo decía Gandalf a Frodo en las Minas de Moria: "All we have to decide is what to do with the time which is given to us". No sé qué tienen que ver Maitena y Tolkien, pero me importa poco. Yo puedo ir de un lugar a otro de mi cabeza sin pasaporte y sin dar explicaciones.

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