16 de abril de 2009

La lectura en España: informe 2008

«En España sólo se habla de lectura, generalmente en su variante elegíaca o apocalíptica, cuando se publican los resultados de las encuestas sobre hábitos lectores o de las evaluaciones internacionales sobre el nivel de comprensión lectora de los alumnos de Educación Secundaria y se comprueba que las cifras son mediocres y decepcionantes. La agitación es entonces superlativa. El problema es que los argumentos de la mayoría de los ciudadanos se reducen a titulares de prensa (más o menos tremendos según los periódicos, las emisoras o los telediarios que frecuenten) o a frases hechas elevadas a verdades categóricas. Mucho ruido y pocos datos. Pasadas, sin embargo, unas semanas, y cuando otras alarmas van sepultando a las vigentes, las indignaciones se reducen a ceniza. Y hasta el próximo incendio, es decir, hasta las próximas encuestas.

¿De eso se trata entonces? ¿De lamentar periódicamente lo poco y mal que leen los adolescentes españoles? ¿De aprovechar las evaluaciones para ajustar cuentas con los adversarios políticos o docentes? ¿De seguir insistiendo en la degradación imparable del sistema educativo? ¿De recrearse en la queja?»

II

«Otro de los tópicos en vigor reitera que la lectura está amenazada de muerte por la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, dando por supuesto que el tiempo que los niños y jóvenes emplean en navegar por Internet, chatear o jugar con la play station se detrae de la lectura de libros. Quienes eso afirman tienen en mente una imagen de la infancia y la juventud un tanto ficticia. ¿Cuándo ha habido en España un momento en que la lectura haya ocupado de modo dominante el tiempo de ocio de los jóvenes? ¿Hace veinte años? ¿Durante la dictadura franquista? ¿A principios del siglo xx? ¿No sería más exacto y justo pensar que, dado el sombrío pasado reciente, no ha habido una época áurea de la lectura que podamos usar como referencia?

Sería bueno no confundir el deseo con la memoria y pensar que de no disponer de esos aparatos electrónicos los niños y los jóvenes emplearían su tiempo libre en jugar en la calle, conversar en los parques o no hacer nada, como ha ocurrido siempre. Basta por lo demás, asomarse a la Red, convertida gracias a los blogs y los foros en una universal conversación sobre libros y lecturas, para comprobar que nunca como hasta ahora se habían mostrado los lectores tan afanosos, ni había estado tan presente el gusto por leer».

III

«Y tampoco la lectura literaria se promueve con el entusiasmo y la agudeza que sería de desear. Ni los profesores leen como se supone que deberían de hacerlo, ni los textos aparecen ante los jóvenes con la vitalidad y la incitación necesarias. La literatura, que apenas tiene ya relevancia en los programas escolares, sigue siendo para muchos alumnos una tediosa sucesión de fechas, nombres propios, títulos y datos sin significado alguno ni conexión con sus vidas. La paradoja es que mientras desde ámbitos tan diversos como la filosofía, la psicología o las neurociencias se reivindica el papel revelador y liberador de la literatura, en las aulas escasean las discusiones libres, se asfixia por improcedente la expresión de las emociones y se ignoran sus posibilidades éticas. En vez de contribuir a la transformación de los alumnos en lectores, las obras literarias sirven como simple materia para su evaluación como estudiantes. Para arreglar ese estado de cosas habría que desmontar sin reparos ese sistema caduco [Jover 2007]».

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Juan Mata en su ensayo «Leer cómo, enseñar qué (los formadores en lectura)», incluido en Informe de lectura: leer para aprender. Para ver el índice del libro y descargarse el Informe... por capítulos, en vez de entero, clic aquí.

El libro lo han publicado la Fundación Germán Sánchez Ruipérez y la Federación del Gremio de Escritores.

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