20 de octubre de 2019

Entrevista a Carlos Ríos / CTXT


Voy algo atrasado recuperando entrevistas y artículos que he publicado; a ver si consigo ponerme al día en las próximas semanas. El 12 de julio publiqué una entrevista con Carlos Ríos, que estuvo en marzo presentando dos libros suyos en España: Cielo ácido, publicado Lagüey, y Manigua, publicado por Ediciones Contrabando. Algo que me gustó de leer y conocer a este escritor argentino es que, como el narrador de El artista sanitario, «antes que agradar con lo que pinta, prefiere cortarse las manos». Es decir: no escribe para vender libros y conquistar mercados, sino para hacer literatura; lo importante para Ríos es que los libros vaya construyendo, poco a poco, su propia comunidad lectora. Veremos si la española da para que en un futuro nos lleguen obras como Rebelión en la ópera o Cuadernos de Prypiat, publicados ya en otros países.

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 CARLOS RÍOS / ESCRITOR Y EDITOR ARGENTINO
“¿Un libro es solo lo que tiene lomo y está en una librería?”

Carlos Ríos. Fotografía de Ana Porrúa.
Carlos Ríos se ha ganado la vida de muchas maneras. En una de ellas, tiempo atrás, formaba parte de un equipo que escribía libros didácticos para el profesorado argentino de primaria y de secundaria de la provincia de Buenos Aires. En el marco del Plan Provincial de Lectura en la Escuela, Alfaguara invitó a su equipo a la presentación del catálogo literario. Para sorpresa de Ríos, el encargado de la editorial insistía en un mismo mantra comercial fuera cual fuera el título del que hablaba: “Esta novela comunica bien”. O dicho de otro modo: se entendía todo y no presentaba dificultad estética alguna.

Lo preocupante, subraya este escritor argentino, es que aquella persona repetía el eslogan “como si fuera un valor positivo a la hora de atrapar a un lector o de que ese lector pudiese hacer una buena lectura de ese libro”. También como si ese fuera el único modelo literario posible para su empresa. Al cabo de un rato, Ríos pensó: “Yo debo de tener el casco puesto al revés”. Y, ya que estaba, se dio cuenta de que un escritor como él jamás ganaría el Premio Alfaguara. No es que le preocupara mucho, pero le hizo gracia y lo pensó.

“Para mí —explica, la literatura existe donde la comunicación empieza a romperse, donde el sentido comienza a formular algunas proposiciones inesperadas entre lo que uno escribió y lo que alguien lee. La literatura es un mecano que está desarmado, y que uno tiene que ir armando. A veces te falta una pieza, y tenés que seguir construyendo ese artefacto con esa pieza ausente. Dejar todo en manos de la comunicabilidad es casi transformar a un escritor en un publicitario. Ahí lo que se traduce es una necesidad de orden empresarial que poco o nada tiene que ver con la literatura”.


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