12 de octubre de 2014

Rompiendo algo (I), Belén Gopegui


He empezado a tomar notas para reseñar Rompiendo algo, de Belén Gopegui; pero, como me conozco, sé que eso no garantiza que termine escribiendo la pertinente entrada para este blog (acumulo unos 15 borradores de entradas sin acabar...). Los aviones desplumados y yo no terminamos de llegar a un acuerdo para llevarnos bien de manera regular.

Por tanto, voy a cambiar de estrategia: digo desde ya que Rompiendo algo me ha parecido uno de los mejores ensayos sobre literatura que he leído en mucho tiempo —en concreto, desde Todos los ensayos bonsái, de Fabián Casas, una de esas entradas pospuestas desde hace una eternidad— y, a continuación, iré subiendo al blog algunos fragmentos que me han parecido relevantes. Más adelante, a fuerza de acumular apuntes en público, quizá hasta consiga darles forma y escribir la reseña de rigor.

Entre tanto, al lío. Aquí va el primer apunte gopeguiano; es sobre la responsabilidad del escritor y sobre por qué leer las narraciones más allá de la pirotecnia verbal que contienen. Está al inicio del texto «La responsabilidad del escritor en los relatos de victoria y derrota».

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El 14 de agosto de 1943, Bertolt Brecht, exiliado en Estados Unidos, hace una anotación en su diario sobre un pequeño festival organizado en honor a Alfred Döblin, que cumple 65 años. Escribe Brecht:

Döblin comenzó a explicar por qué él, como muchos otros escritores, tenía parte de responsabilidad por la ascensión de los nazis [...]. Por unos instantes tuve la pueril esperanza de que dijera: porque disimulé los delitos de los poderosos, porque humillé a los oprimidos, porque quise alimentar con cantos a los hambrientos, etcétera. Pero él prosiguió con empecinamiento, sin contricción, sin remordimientos: porque no busqué a Dios».

Me propongo hablar aquí de la responsabilidad del escritor, del escritor como aquel o aquella que trabaja en la construcción de ficciones. No de su responsabilidad en cuanto a ciudadano, o militante, o trabajador intelectual que tiene mayor acceso que otras personas a la palabra pública. Hablar, en cambio, de la responsabilidad de la ficción. Hablar de que es posible que los relatos disimulen los delitos de los poderosos, humillen a los oprimidos, quieran alimentar con cantos a los hambrientos.

Sé que la ficción goza de un estatuto especial y que en cierto modo lo necesita. Podemos matar en la ficción sin que nos salpique la sangre, es necesario conservar esta posibilidad igual que, en otro orden de cosas, es necesario que en un laboratorio se trabaje con gérmenes mortíferos pues conocerlos ayuda a encontrar el medicamento que pueda dominarlos. Por lo que se refiere a la ficción, ¿hasta dónde debemos llegar? El acuerdo vigente hoy en día parece ser que dice: hasta el infinito, si bien quizá existan dos o tres fronteras que hoy no se aceptarían, difícilmente se aceptaría una ficción no cómica sino dramática que convirtiera a Hitler en un héroe, que negara exterminio de los judíos o que pretendiera que la raza negra es inferior.

Siempre que se trata este tema surge el espectro de la censura y la discusión se encona o se cierra, pues da la impresión de que quien lo promueve está pensando en la conveniencia de prohibir ciertos libros o películas. Yo no tengo ninguna posibilidad de prohibir relatos y no hablo desde ahí. Reivindico algo bastante más humilde: la posibilidad de criticar la ficción por lo que cuenta, por lo que propone, después de haber analizado no solo las comas, las estrategias narrativas, la brillantez formal, sino de haber analizado además a quién salpica la sangre y de quién es la sangre que salpica o, dicho de otro modo, qué valores se articulan y dramatizan y por qué. Creo que, en contra de lo que a menudo se afirma, este es un juicio que se hace siempre, que no ha dejado de hacerse y que está íntimamente relacionado con la percepción colectiva de lo bueno, lo deseable, lo intolerable.

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Edición de Ignacio Echevarría.
Ed. Universidad Diego Portales (Santiago de Chile, 2014).


PD 01. Más sobre la autora aquí: Deseo de ser punk y Un pistoletazo en medio de un concierto.
PD 02. Más aún sobre ella, en Rebelion.org.

► Hacia «Rompiendo algo (II)».

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