5 de febrero de 2014

Tijuana: crimen y olvido, Luis Humberto Crosthwaite

En general, a Magda le molestaba no ser tomada en serio, ya sea por el comandante o por cualquiera de los tantos policías que vigilaban la ciudad; para ellos era una muchachita que debería estar de compras en un mall y no haciendo averiguaciones en la escena de un crimen. Aunque con ella eran especialmente pendejos, las autoridades en general hablaban acerca de su trabajo con un paternalismo ofensivo, partían de la idea de que la ciudadanía debía ser defendida de la realidad: como si fueran niños, los habitantes de la ciudad no deberían enterarse de lo que hacen los adultos. Les repugna el periodismo que insiste en reportar las malas noticias; el Gobierno defiende el derecho de un ciudadano a la desinformación. Se ofenden porque los periódicos insisten con sus encabezados salvajes (violencia, secuestros, asesinatos) como si no hubiera eventos más interesantes en la ciudad.


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Tijuana: crimen y olvido, Luis Humberto Crosthwaite.
Tusquets Editores, 2010.


PD. Este libro y este pasaje, de algún modo, me llevaron hasta una conferencia de Rodrigo Canales sobre cómo el narcotráfico mexicano gestiona su marca: «Los genios mortales de los cárteles de drogas». Me gusta que Canales insiste en términos de márketing y de gestión empresarial para explicarse; al fin y al cabo, ese es el lenguaje que usa hoy buena parte del hampa, incluida la española, ¿no? 

Ahora bien, en particular, del texto de Luis Humberto Crosthwaite me encantó lo de que los Gobiernos defienden el derecho de la ciudadanía a estar desinformada. Me hizo pensar en Miguel Blesa y sus amenazas a eldiario.es o en que, misteriosamente, le hayan quitado de en medio al juez que lo estaba juzgando. También me acordé de Hervé Falciani y su famosa lista. O de Julien Assange y WikiLeaks. ¿Nos estaremos mexicanizando a ritmo de quiebras bancarias y corrupción política?

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