26 de mayo de 2010

Operación Masacre, Rodolfo Walsh

Hace unas semanas devolví Operación Masacre a la biblioteca y tenía desde entonces pendiente escribir unas notas sobre este libro. Lo conocía de manera fragmentaria; así que me había propuesto subsanar de una vez por todas este notable hueco entre mis lecturas. En buena hora lo hice: me gustó mucho y en algunos pasajes incluso me conmovió la tenacidad periodística de Walsh.

Fiel al espíritu del blog, lo único que pretendo con estas notas es subrayar 2 ó 3 aspectos que me hicieron pensar. Para resúmenes o análisis más sesudos y amplios, cuestiones de contexto, etcétera, abajo dejo unos enlaces.

El primer asunto que rescato es el epílogo, donde Walsh realiza un balance sobre lo conseguido con sus investigaciones. Como si, resignado, enunciara una constante de la Historia, sostiene que los triunfos que consiguió por denunciar públicamente los fusilamientos fueron más bien simbólicos: «esclarecer los hechos», aprender a sobreponerse «al miedo» o encontrarse con «la sonrisa infantil» de uno de los fusilados que sobrevivió a la matanza. A continuación, con el mismo tono impiadoso, hace el recuento de «fracasos», que ocupan el doble de espacio.

Además de constatar en unas cuantas líneas que los malos no sólo quedan impunes, sino que al final suelen salir incluso premiados, Walsh cierra su reflexión de esta manera:
Cuando escribí esta historia, yo tenía treinta años. Hacía diez que estaba en el periodismo. De golpe me pareció comprender que todo lo que había que hecho antes no tenía nada que ver con una cierta idea del periodismo que me había forjado en todo ese tiempo, y que esto sí —esa búsqueda a todo riesgo, ese testimonio de lo más escondido y doloroso—, tenía que ver, encajaba en esa idea. Amparado en semejante ocurrencia, investigué y escribí enseguida otra historia oculta, la del caso Satanowsky. Fue más ruidosa, pero el resultado fue el mismo: los muertos bien muertos, y los asesinos probados, pero sueltos.

Entonces me pregunté si valía la pena, si lo que yo perseguía no era una quimera, si la sociedad en que uno vive necesita realmente enterarse de cosas como estas. Aún no tengo respuesta. Se comprenderá, de todas maneras, que haya perdido algunas ilusiones, la ilusión en la justicia, en la reparación, en la democracia, en todas esas palabras, y finalmente en los que una vez fue mi oficio, y ya no lo es.
Quizá sea algo aventurado de mi parte, pero ahora entiendo mejor por qué años después se pasó a la acción armada para combatir la dictadura (murió asesinado el 25 de marzo de 1977). Desconozco si existía una manera no violenta de cambiar la realidad argentina en aquel momento; con todo, me conmueve ver cómo el periodista y escritor, harto de no poder mejorar el mundo con sus palabras, se convierte en guerrillero para darle continuidad a su militancia, al sentido de su lucha. Y cómo deja entrever esa resolución ya en un libro, como conclusión última, en un epílogo escrito al cabo de unos años.

Dice Constanino Bértolo en Libro de huelgas, revueltas y revoluciones que pasamos demasiado deprisa, sin mojarnos, sobre la importancia de la violencia a lo largo de la Historia para obtener conquistas sociales. Operación Masacre y la biografía de Walsh me ponen en el aprieto de pensar en ello. De preguntarme si el rollo Gandhi a veces sólo sirve para que te exterminen más rápido.

Otro punto que me gustó fue ver cómo Walsh, cuando encuentra el punto clave, lo convierte en el centro de gravedad de su investigación. Gran parte de sus pesquisas giran en torno a un detalle: comprobar si el Gobierno declaró la ley marcial a las 00.32 del 10 de junio de 1956 para sofocar el alzamiento de los generales Valle y Tanco contra la Revolución Libertadora. Esa fecha y esa hora delimitaban dos estados jurídicos muy diferentes para cualquier persona detenida por la Policía. Antes de las 00.32, si te detenían y te mandaban fusilar sin que hubiese juicio (con juez, abogado y tal), era un secuestro, terrorismo de Estado. Después de esa hora, con la ley marcial ya aprobada, tu situación jurídica era otra y la autoridad podía disponer de ti a su libre albedrío. Walsh demuestra que la Policía libertadora detiene y ordena fusilar a un grupo de ciudadanos antes de esa hora, es decir, que incurre en terrorismo de Estado.

Por último, destaco el momento en que Walsh detiene la narración para decirle al lector: usted y yo sabemos que los periodistas tenemos la tentación de dejarnos llevar por las palabras, en fin, de exagerar, de embellecer o de afear la historia para que nos dé más juego; así que, de acuerdo, ponga en duda todo lo que he dicho..., pero atienda a estos hechos y a estos documentos oficiales; con este material estoy trabajando. Y va y los enumera. No trata de seducir o de esconderse tras los arabescos de las palabras; se limita a expresar con claridad sus ideas, una tras otra. Su verdad está construida de hechos comprobables. Toda una lección de periodismo.

Next stage: sacar de la biblio Quién mató a Rosendo... Eso sí, antes tendrán que comprarlo; el otro día lo busqué y no estaba.

PD. Un poco de contexto sobre la Revolución Libertadora. Más información sobre Walsh: aquí y aquí, por ejemplo. Y acá, un mp3 con uno de los capítulos del libro.

5 comentarios:

  1. ¿Leíste los cuentos de Walsh? Te los recomiendo, ¡son excelentes! Hace poco leí Los oficios terrestres, una pequeña joya.

    Un beso, F

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  2. Sí, leí un par libros hace unos años. Leí "Variaciones en rojo", que juraría lo escribió de muy joven, y "Oficios terrestres" (ahí está el de «Esa mujer», ¿no?)

    Estas fueron lecturas de la época rioplatense; así que andaba algo despistado yo. Estaría bien volver sobre ellos ahora. A ver si los publican acá y me los traen a la biblioteca.

    Un beso.

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  3. ¡Qué buen artículo, Rubén! Hiciste un gran análisis de este libro, una de las primeras novelas de "no ficción" argentinas.

    ¿Despistado, dijiste? Qué variaciones en rojo lo leímos juntos, bueno al mismo tiempo y por mandato de la misma recomendadora, aquella Eve. En fin...

    Y, Cuento para Tahures y otros relatos, ¿lo leiste?

    Besos,

    María

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  4. Despistado estaba, María... Ahora soy algo más sensato que entonces en mis comentarios.

    No, Cuentos para Tahúres solo lo conozco de oídas. A mí no me enganchó mucho Variaciones en rojo ; los policiales no me van, me aburren bastante, y ese, además, juraría es el primer libro de Walsh. Oficios terrestres lo leí recién aterrizado en Buenos Aires, creo, y entonces bastante tenía con intentar adaptarme al medioambiente. Me faltaba absorber más contexto para disfrutarlo.

    Un beso.

    PD. Eve publicó un libro a través de la UNAM, El ojo en el caleidoscopio, donde coordinaba unos estudios sobre cuentos de académicos de aquí y de allá. No lo he leído entero, pero a ver si algún día cuelgo algo. Su ensayo está muy bien.

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  5. Claro, comenta esa publicación de Eve, que por acá no creo que se consiga. Veré.

    Sí, "Variaciones en rojo" no es de lo mejor (y no sé poner cursivas en este blog), pero de ahí a que estés más sensato... No, ¡qué pena! Que un toque de locura da color a la vida.

    A mí me gustó mucho la "Antología del cuento extraño", que muy bien lo ha definido (al cuento extraño).

    Y sí, "Operación Masacre" es un alarido.

    Un beso,

    María

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