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27 de marzo de 2009

Eloy Tizón

Pero estos casos [se refiere al cuento Velocidad de los jardines] son raros. Lo normal, para mí, es el trabajo constante, el esfuerzo sostenido y cotidiano, la corrección infinita, la paciente espera de que un minuto de gracia aparezca y me ilumine. Instantes así lo justifican todo. Claro que para que ese resplandor se produzca hace falta mucho trabajo previo y romper muchos papeles.

Tenía escrito un libro de cuentos y me faltaba el último, la pieza final del puzzle, el que intuía que sería el decisivo, el que confiaba en que daría sentido y unidad a todo el conjunto.
«Velocidad de los jardines» lo escribí con rapidez, es cierto, pero es que el tema me perseguía desde hacía años.

Es raro: yo sabía que tarde o temprano escribiría un cuento sobre estudiantes, igual que otros saben que heredarán un álbum de sellos. Tenía listos los decorados —un instituto de barrio—; tenía el argumento (basado en una anécdota autobiográfica); tenía el sentimiento (de pérdida) que quería reflejar; y por último tenía lo que siempre me ha acompañado durante toda mi vida como una sombra, desde que tengo uso de razón, y ha determinado en gran medida que me dedique a escribir: la obsesión por el tiempo y lo irreversible de su transcurso y la pregunta de si existe alguna manera, la que sea, por irracional que parezca, de detenerlo en la prosa; de congelar los relojes. Es decir, que lo tenía todo... Todo, excepto el cuento.

Lo único que me faltaba era encontrar el tono adecuado con que escribirlo, ni muy serio ni demasiado cómico. Tuve suerte, he de admitirlo. Un día, por azar, encontré el tono. Encontré mi voz. Agridulce. Un tono de voz agridulce, envuelto en poesía, hecho a partes iguales de humor, tristeza y ternura. En esa voz me reconocí, reconocí mi voz, reconocí mi mundo, desde entonces tengo voz y puedo hablar y escribir y dirigirme al mundo y estar aquí con vosotros y a partir de ese momento me he dedicado a explorar y ampliar sus posibilidades fonográficas. Todos mis libros son la historia de una voz, la autobiografía de una mirada. Todas las historias que he escrito tratan, en mayor o menor medida, sobre la orfandad del ser humano

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Fragmento extraído del ensayo «Velocidad de los cuentos», contenido en El arquero inmóvil: nuevas poéticas sobre el cuento (Páginas de Espuma, Madrid 2006). Edición de Eduardo Becerra.